Es curioso cómo unos libros deben mucho a otros. Si no hubiera leído la novela Cabeza de Vaca, de Antonio Pérez Henares, no habría escrito La gobernadora. Estaba dándome uno de mis baños mañaneros e intentando que el libro de Antonio no se mojara cuando llegué a la parte en la que habla de Beatriz de Bobadilla. Yo, que soy experto en Edad Moderna, no tenía localizada a la damisela, pero enseguida me llamó poderosamente la atención. Mujer decidida, cruel, ninfómana y sanguinaria, además de amante de Fernando el Católico y Cristóbal Colón, me pareció que reunía todos los mimbres para una gran novela de época.
El reinado de los Reyes Católicos, al igual que la batalla de Covadonga o la vida del Cid, son nuestros grandes símbolos patrios y fundacionales. Lo cierto es que bajo el gobierno de los Católicos, España comenzó a configurarse como imperio y se pusieron las bases de lo que sería la unión de los diferentes reinos. Bajo el grito de ¡Dios, Patria y Rey! España comenzaba a vertebrarse sin romper del todo las peculiaridades y fueros de los diferentes reinos. Fernando e Isabel trajeron la Santa Inquisición para unir bajo la fe católica a todos sus súbditos, lo que terminó con la expulsión de judíos y moriscos, pero también puso en marcha la famosa “limpieza de sangre” que sería una lacra durante siglos en nuestros país. Una vez que el catolicismo dejó de tener peso a principios del siglo XX y la monarquía se desquebrajaba, la tercera pata, la Patria, era asumida por el ejército, que llevaba desde principios del siglo XIX perdiendo todas las posesiones hispánicas por falta de medios y la inutilidad de los sucesivos gobiernos. Mientras que la República Francesa se construía bajo el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad, nuestro país se construía sobre valores anclados en la Edad Media.
La monarquía de los Reyes Católicos fue utilizada por la dictadura para poner de nuevo las tres bases que ya habían fracasado con anterioridad, y el nacionalcatolicismo dio una nueva vuelta de tuerca a la idea caduca de nación más basada en principios decimonónicos que en las ideas de un estado moderno.
La historia de las dos décadas más prodigiosas del siglo XV, y posiblemente de toda nuestra historia, eran embellecidas y manipuladas para darles todo su brillo y esplendor, pero lo peor de todo es que no hacía falta.
Nuestro Fernando fue un rey promiscuo, putero y macho alfa, de eso no cabe duda, pero también lo fue Enrique IV de Inglaterra y nadie se empeñó en ocultarlo. Nuestra Isabel fue vengativa, especialista en venenos y al mismo tiempo amante fogosa de Cristóbal Colón, y tampoco debería empañar su inteligencia política, sagacidad y buen hacer como reina.
La vida de Beatriz de Bobadilla me ha servido para arrancar de raíz los anhelos de la leyenda rosa, tan perjudicial como la leyenda negra para explicarnos y entendernos como pueblo; la historia no debe servir para adoctrinar a nadie, tampoco para manipular a los jóvenes o mantenerlos en la ignorancia. Los personajes históricos fueron personas como nosotros, con la única diferencia de que vivieron en un momento distinto al nuestro.
No permitamos que nos roben la historia aquellos que quieren sacarla de las aulas para manipular mejor al rebaño, pero tampoco que la secuestren los salvapatrias que tantas veces ha dado nuestro país. La historia tiene que ver con la verdad, y la verdad es la única que nos puede hacer verdaderamente libres.
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Autor: Mario Escobar. Título: La gobernadora. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Prefiero a los salvapatrias que a los embusteros. Después de comparar a Fernando el Católico con Enrique VIII Tudor (aunque el autor sufre un lapsus llamándole Enrique IV), no hace falta argumentar nada. Vaya a Sálvame y deje la historia a los historiadores.