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Un modo drástico de estar en el mundo

Un modo drástico de estar en el mundo

Hace algunos años me llamó la atención una noticia de prensa que informaba de que un joven y nuevo narrador, Javier Serena, había publicado una novela, Atila: Un escritor indescifrable, sobre Aliocha Coll, enigmático escritor de la oleada experimental de los años ochenta. Quise leerla, pues suponía un empeño literario muy atractivo, pero no conseguí el libro. La editorial, Tropo, a pesar de su atractivo catálogo de nuevas voces, había quebrado. Casi un decenio después, la rescata otro editor que siempre ofrece títulos meritorios, el casero sello mallorquín Sloper, dirigido por un narrador no poco interesante, Román Piña, el mismo que mantuvo largo tiempo viva la singular revista La bolsa de pipas.

La primera salida de la novela llevaba un subtítulo informativo, el señalado Un escritor indescifrable, que ahora ha desaparecido con buen criterio pues mejor que sea el lector quien aprecie la intención de un libro a que el autor se lo explique de antemano. Pero ese es, en verdad, el propósito de Serena: abordar las razones de la rara escritura de Coll, amén de reivindicar su nombre —más, por cierto, que su obra— y hacerle un homenaje. Para ello pone como título ahora único Atila, el mismo de la última y póstuma novela de Coll, aparecida poco después de su suicidio en 1990, en plena madurez (había nacido en 1948).

"El personaje real, Javier Coll, asumió como nombre literario, que no seudónimo, Aliocha inspirado en un protagonista de Los hermanos Karamazov"

Javier Serena se centra en los últimos años de Aliocha Coll, aunque algunos apuntes retrospectivos alimenten una semblanza suficiente del personaje que explique su drástica determinación final. Actúa Serena como un biógrafo, y su libro pertenece a la variante narrativa de la novela biográfica, pero no una biografía canónica que respete los datos verídicos de Coll. O sea, en ningún momento renuncia Serena a la ficcionalización de una experiencia humana que le permita dar un sentido a su relato. Para ello le basta con cambios respecto de la realidad muy comedidos y eficaces. En el nombre del protagonista adopta una pequeña variación fonética: lo llama Alioscha. El personaje real, Javier Coll, asumió como nombre literario, que no seudónimo, Aliocha inspirado en un protagonista de Los hermanos Karamazov, la tremenda novela filosófica y moral de Dostoievski que la madre de Coll leyó durante el embarazo del futuro escritor. Serena opta por una grafía un poco distinta del nombre en cirílico, con lo cual su personaje sigue siendo el mismo de la vida real pero, a la vez, con un punto de distanciamiento ficcionalizador.

También introduce Serena algunas modificaciones respecto de la realidad biográfica. Les da un carácter distinto a las dos mujeres capitales de la vida de Aliocha Coll: su primera esposa, pintora, y otra mujer, una enferma que lo atendió en los tiempos del desastre definitivo. En la novela, Serena inventa una problemática primera consorte, Helene, igualmente pintora, que dejó malos recuerdos a Alioscha, y una última pareja, Camille, una joven estudiante, veleidosa e insufrible. Esta, sobre todo, tiene ventaja sobre la real al añadir el dramatismo de un comportamiento arbitrario y dañino.

"Practica Javier Serena diríamos que una estética de la claridad, la pulcritud y la sencillez narrativas"

El narrador tiene leve resonancia autoficcional y, aunque se trata de alguien distinto del autor real de la novela, esas mínimas señales, poco aparentes, resultan eficaces también para adensar el realismo de la biografía. El narrador suma sus visitas a Aliocha Coll y contactos telefónicos a la información procedente de un personaje inventando, me parece. Se trata de Carlos Valls, un primo de Alioscha también muy preocupado por la salud de su pariente. De nuevo Serena recurre a un recurso nada espectacular y valioso a sus propósitos biográficos, porque añade algo así como un elemento perspectivista y establece un diálogo a tres bandas: se complementan el narrador, Alioscha y el primo.

Practica Javier Serena diríamos que una estética de la claridad, la pulcritud y la sencillez narrativas. Desea trasmitir el caos mental en que vivía Aliocha Col. El relato se puebla de sus variadas locuras y excentricidades con pasajes que lo demuestran: la humillante ocupación de recoger las bolsas de basura de sus vecinos, su vida cotidiana en una vivienda infrahumana, la maniática vigilancia de una persona subido a un árbol, la neurótica fijación en hacer fotografías de alguien inalcanzable, la brutal confrontación con el padre autoritario…

"Ello lleva a Serena a deslizar su testimonio entre las pantanosas aguas de la mente, no poco trastornada, de su personaje"

No tenemos certeza de que esas situaciones pertenezcan a los datos biográficos ciertos de Aliocha Coll, pero les concedemos veracidad porque funcionan como noticias veristas de una doble y diferenciable intención. Por una parte, un retrato vital que recalca la determinación absoluta de Alioscha (y asimismo, claro, de Aliocha) de buscar una vida completamente libre de hipotecas, de acoplar sus comportamientos a la exigencia máxima e innegociable de la independencia personal absoluta. Sin duda, Serena lo ve como modelo ideal de un modo de estar en el mundo. También ve de la misma manera una segunda vertiente de Aliocha, el grado en que simboliza el asunto de la creación. Lo encarna en el autor madrileño-catalán de modo ejemplar y lo presenta como epítome de entrega drástica, extrema, a la escritura, o, mejor sería decir, al arte, puesto que tiene un alcance generalizador de la actividad creativa. Estos dos ejes temáticos se amplían con el cumplimiento de la vocación, designio último de quien se siente requerido por una fuerza cuasi mística, en cualquier caso de índole irracional. Ello lleva a Serena a deslizar su testimonio entre las pantanosas aguas de la mente, no poco trastornada, de su personaje, y a convertir la novela en una narración de fuertes tintas psicologistas que retrata un tipo patético, desvalido y prepotente, “solo y confundido”, de “silueta trágica y solemne”.

"Javier Serena biografía y reinventa un carácter genialoide y extraño. Un personaje tan peculiar se prestaba a incurrir en algunas simplificaciones"

Estos ejes de la Atila de Serena tienen un valor afirmativo; son asertivos porque así los considera el autor, a pesar del precio en autodestrucción que supuso tan drástica actitud. No ocurre otro tanto, sin embargo, en el juicio sobre la obra de Aliocha Coll, según ya he avanzado. No se ciega Serena en la apreciación de los riesgos de esa aventura literaria ni en los desaconsejables o negativos efectos de una práctica narrativa al borde de la incomunicación con el lector. Los comentarios sobre la prosa de Aliocha Coll lo demuestran. Valgan un par de apreciaciones del narrador. Ésta referida al Atila póstumo: un libro de “largo y caótico discurso de versos imposibles y párrafos carentes de sentido”. O esta acerca de su primera novela, Vitam ventura saeculi: “Me resultó irritante, de muy difícil comprensión, lastrado de excesos formalistas y penumbra argumental”.

Javier Serena biografía y reinventa un carácter genialoide y extraño. Un personaje tan peculiar se prestaba a incurrir en algunas simplificaciones. La más obvia, la tentación de la hagiografía. También replicar los tópicos del malditismo o del vate romántico. Las elude, sin embargo, para que la novela resulte un relato con propia personalidad narrativa. Sin dejar de ser una novelación de Aliocha Coll, es otra cosa. Escribe, además, con tanta independencia de su personaje que, en lugar de caer en la seducción del vanguardismo practicado por Aliocha Coll, opta por un relato nada artificioso que cuenta una apasionante historia particular con fuerza comunicativa.

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Autor: Javier Serena. Título: Atila. Editorial: Sloper. Venta: Todostuslibros 

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