Esta es una entrada muy especial para mí. No van a ver ninguna recomendación literaria ni un “personaje” mediático del mundo de la cultura patrio.
Uno de los personajes más representativos de mi barrio, mi patria, mi casa: Villaverde Bajo.
Le conocí en mi niñez. Vive en la zona de los Pabellones Ferroviarios, muy cerca de la estación de tren. Tengo recuerdos de verle con su sedoso cabello blanco recitándome poemas cuando iba a visitar a mis tíos abuelos, que eran vecinos suyos. Siempre ha tenido una habilidad maravillosa con los niños y jóvenes del barrio, debido a su gran sensibilidad. En gran parte creo que se sentía reflejado en esas miradas perdidas de algunos chavales del barrio y en la inocencia de los niños, pues su vida no fue sencilla, más bien jodida, dura y muy sacrificada.
“El poeta de los 10.000 poemas”, no para de decirme mientras le hago estas fotografías. “El poeta de Villaverde con 10.000 poemas. Tengo ya 96 años y todo se va a perder. Me da mucha lastima”, mientras le pido que me mire a cámara, apuntándole con mi 50 mm.
Pasé gran parte de mi adolescencia sin charlar con él: pocos saludos y algunas palabras cuando nos veíamos por el barrio. A mediados de la primera década de los años 2000, empezamos a pintar (sí, aparte de fotógrafo malgasto mi vida haciendo graffiti, escribiendo mi apodo en colores y formas). Como pueden ver, nunca fui muy bueno para labrarme profesiones demasiado respetables.
En aquellas tardes de verano de los dosmiles volvimos a retomar contacto. Mientras pintábamos los muros, él se acercaba a hablar con nosotros, nos traía limonada fresca y hablábamos sobre la vida, su infancia en Málaga, la posguerra, los fascistas, los comunistas, su implicación en la lucha vecinal y sus antiguos compañeros ferroviarios.
Siempre nos decía que no entendía lo que ponía en lo que pintábamos pero que le gustaba mucho, por los colores y las formas. También nos decía que le pintásemos un retrato de Benedetti, Neruda, Borges, Lorca o Alberti, pero le contestábamos que bastante teníamos con hacer las líneas rectas y buenos degradados. Mejor así: imagínense haber hecho un retrato de algún poeta y que pareciese un ecce homo de Borja. Dibujar nunca fue lo nuestro.
Tengo un bonito recuerdo de esas maravillosas charlas y recitales improvisados que nos regalaba. Nunca fui un gran amante de la poesía (que me perdonen mis amigos y conocidos poetas), pero en él, más que disfrutar de sus versos, me deleitaba con su pasión, por cómo nos miraba y cómo se emocionaba al susurrarnos esas bellas palabras, sobre el Rincón de la Victoria, la vida, la infancia, la guerra o incluso el amor.
Siempre se emocionaba al contarnos cómo fusilaron a su padre los fascistas al mes de entrar en su Málaga natal, o el paso de su madre por la cárcel.
La vitalidad con la que nos contaba las primeras manifestaciones del barrio en la lucha vecinal por conseguir infraestructuras y servicios. También cómo nos contaba con esa sonrisa de “viejo diablo” que se ponía el primero en las manifestaciones para que cuando se acercaran los guardias le dijesen: “A usted, con ese pelo y por su edad, no podemos pegarle”. Ahora se descojona recordando sus caras de frustración.
Hoy aprovecha las noches mientras su mujer duerme para escribir sus poemas, a mano o bien con un antiguo ordenador, y se ayuda de una lupa para ir leyendo lo que va escribiendo.
No tengo más pretensión con este artículo que hacerle un homenaje a mi amigo Antonio, del que tanto he aprendido de la vida, de su experiencia, sus valores de otra época (de esos que se deben escribir en mayúsculas), por su sabiduría, constancia y amor por las personas y los ideales, por la importancia de la lucha del barrio, la libertad y por su generosidad.
Ojalá no se pierdan sus diez mil poemas, ni su legado. Ojalá hubiese más Antonios en mi barrio y en todos los barrios de este país, en esta época donde se escucha más a un influencer de veinte años en Instagram que a un abuelo sabio. Ojalá este articulo puedas leerlo, querido Antonio, y disfrutemos pronto de otra maravillosa conversación.
Para saber más sobre Antonio:
Antonio Muñoz Frías nació en el Hospital Civil de Málaga, el día 26 de septiembre de 1926. De familia humilde, sus padres eran del pueblo de Comares. Fue el quinto de ocho hermanos, todos ellos varones. Vivió en su infancia y juventud la dureza de la Guerra Civil y la posguerra, que mutilarían a su propia familia. Al poco tiempo de empezar el conflicto, durante los primeros ocho meses, su padre fue fusilado (el 9 de marzo de 1937), y seguidamente su madre encarcelada.
A los dos días de entrar presa, Antonio comenzó a trabajar en Comares como pastor de cabras y vacas, hasta que pocos meses después, a los once años, se vio obligado a comenzar una larga carrera de muchos oficios: niño de los recados y aprendiz de talabartero. Tras vivir casi de la beneficencia, llegando incluso a mendigar por las calles malagueñas, a los 17 años comienza su carrera de ferroviario en 1943, oficio que desempeñará durante 49 años, hasta su jubilación.
A la vez, de forma autodidacta, Antonio aprendió a leer y a escribir y dirigió su interés hacia la poesía, vocación que ha desarrollado durante toda su vida. En Málaga tomó contacto con la actividad clandestina antifranquista. Son los años 50 y 60, ya residiendo en Villaverde Bajo (Madrid), los que forjan al poeta y los que le dan el matiz social de algunas de sus composiciones. También los que le enlazan definitivamente con el mundo del sindicalismo y la política. Su contacto con Enrique Tierno Galván se produjo a raíz de una conferencia que éste dio en Alcázar de San Juan (Ciudad Real), a mediados de los años cincuenta, a la que acudieron un grupo de trabajadores de Renfe, de distintas localidades de Ciudad Real y Jaén. Después militó en Comisiones Obreras y en 1967 se incorporó para colaborar activamente en la fundación del Partido Socialista del Interior, que dirigió Enrique Tierno Galván y que en 1974 pasó a llamarse Partido Socialista Popular.
Por obligaciones profesionales se desplazó por toda España realizando una intensa labor propagandista y cultural con sus festivales y recitales poéticos. Fue contrario a la unificación con el PSOE, aunque posteriormente, durante la campaña electoral de 1982, ingresó en el mismo.
En 2013, residiendo en Villaverde Bajo y dedicado a su pasión, la poesía, Antonio donó toda su obra literaria —poesía, teatro, relatos, artículos…— a la Junta de Andalucía.
Su vida, a caballo entre Villaverde Bajo y el Rincón de la Victoria (Málaga), está llena de compromiso político, social y, especialmente, cultural. En el barrio colabora de forma activa con el movimiento vecinal (Asociación de Vecinos Los Rosales) y cultural (Usuarios de la Biblioteca María Moliner). En el Rincón de la Victoria fue concejal por Izquierda Unida en la legislatura 2003-2007 (no concluyó el mandato por motivos personales).
Sobre su obra:
Antonio Muñoz Frías es autor de decenas de poemarios, libros de relatos y obras de teatro, entre las que destacan nueve estrenadas obras sobre García Lorca, Rafael Alberti y el tema de la droga, visto desde los estudiantes de instituto.
Sus obras han obtenido diversos premios, la mayoría certámenes de carácter local, destacando la publicación de los siguientes libros:
- Poemas desde mi barca varada (prologado por Enrique Tierno Galván)
- Poemas con el corazón en vilo
- Relatos de una infancia (2003)
- Adelfica verso a verso
- El tren en mi poesía
- Casidas y nanas a la luz de la luna marinera (2009)
- Con los poemas al hombro (2015)
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Un artículo extraordinario acompañado de unas fotos bellísimas. Un semblanza necesaria de un poeta escasamente conocido, pero con una gran humanidad y una apasionado relación con las palabras. Conmovedor, inteligente, esperanzador.
En mi pueblo, Cangas, Antonio se llamaba Pepe. Pepe O Poeta. Hacía mucho que no me acordaba de él, gracias.
Definitivamente sí se puede retratar el alma de un ser humano con la cámara. Gran trabajo
Antonio se merecía un reportaje como esté por su constante dedicación a la poesía.