La fuga hace 30 años del jefe del Cartel de Medellín, Pablo Escobar, de La Catedral, la lujosa prisión que él mismo mandó construir en una montaña cercana a esa ciudad, es una de las mayores afrentas de Colombia, porque fue la demostración de que el narcotráfico permeó la política, la economía, la justicia, la Policía y el Ejército.
En el libro podemos encontrar la «descripción de una sociedad corrupta como esa sociedad de los años 70, 80, 90. Fue una sociedad corrupta en todos los estamentos: las autoridades locales regionales y nacionales, en todas partes fue tocada esa sociedad por el dinero del narcotráfico», asegura el autor. En 270 páginas el autor también incluye la parte humana del líder político Luis Carlos Galán, asesinado en agosto de 1989, magnicidio atribuido por la justicia a una alianza del Cartel de Medellín con sectores políticos y agentes estatales contrarios a la figura de la extradición, que el político asesinado defendía. «Ahora, el jueves 21, se están cumpliendo los 30 años de la fuga, de esa afrenta que tuvo la sociedad y el Estado colombiano de ver cómo un señor había construido su propia cárcel, se había metido allí y vivía como un rey, con su gente, y hacía grandes bacanales y en el momento que quiso irse de La Catedral se fue«, dice Ballén.
El libro también recoge la relación de Pablo Escobar con las mafias de Estados Unidos, así como el cronograma de la fuga minuto a minuto, desde las 3.30 de la tarde del 21 de junio de 1992 hasta las 11.20 de la noche, todo contado por sus protagonistas.
Pablo Escobar Gaviria, el narcotraficante más temido de Colombia, se entregó a la justicia el 19 junio de 1991 y se fugó de La Catedral 405 días después, el 21 de julio de 1992. La Catedral, que antes era un centro de rehabilitación para drogadictos, fue ocupada por Escobar y nueve de sus más cercanos lugartenientes tras sellar un acuerdo con el entonces presidente colombiano, César Gaviria, por el que el jefe del cartel de la droga aceptó ir a la cárcel a cambio de que el Gobierno revocara un tratado de extradición con Estados Unidos. Respecto a la fuga, «la opinión pública en este momento no sabe si fue a las 11 de la noche o fue al día siguiente, el 22. Realmente fue el día 21 a las 11 de la noche, cuando la neblina estaba muy espesa y se comía toda la luz de los faroles o de las bombillas que había alrededor de La Catedral», asegura Ballén, autor de más de una docena de libros entre ellos Cenizas, La vida ejemplar de Constantina y Travesías de sangre.
Tirofijo: De cuerpo entero y La fuga de Pablo Escobar hacen parte de una saga de cinco libros sobre el conflicto armado colombiano que Ballén, abogado y doctor en Derecho por la Universidad de Zaragoza, ha estudiado por más de 30 años.
Ballén recuerda que Escobar decidió dejar «su hotel de lujo» porque supo que el Gobierno colombiano lo iba a cambiar de sitio de reclusión al comprobar que seguía delinquiendo desde La Catedral, pues desde allí movía su emporio criminal, asesinaba a sus enemigos, recibía visitas de políticos, artistas, reinas de belleza y hasta jugadores de fútbol. La prisión, hecha a la medida del capo, le daba vista sobre Medellín, porque estaba en una montaña del caserío La Catedral, que hace parte de Envigado, ciudad cercana a la capital de Antioquía. Tenía lujosas habitaciones, múltiples salas de juegos, gimnasio, casas de muñecas, una cascada natural y hasta cancha de fútbol, todo con costosos acabados y cercada con malla electrificada, que hizo del lugar una fortaleza para el capo.
Según Ballén, antes de lo ocurrido en La Catedral, Colombia también sufrió otra afrenta, de la que se cumplen 40 años, pues sostiene que Escobar fue elegido congresista cuando se sabía que era narcotraficante, ya que en 1977 fue detenido por transportar 39 kilos de cocaína en el departamento de Nariño. Sin embargo, Escobar recorrió los pasillos del Congreso de la República al resultar elegido como suplente de Jairo Ortega, representante a la Cámara por el departamento de Antioquía (noroeste). «El país ha sufrido muchas afrentas (…) pero creo que la mayor humillación que tuvo Colombia en esos años fue su elección como congresista en el año de 1982», asegura Ballén.
Pese a las tres décadas de la fuga de Escobar y sus hombres, Ballén considera que los implicados en el caso deben decir la verdad de lo que pasó en esa época. «Muy bueno sería que se diga la verdad», subraya Ballén, quien insiste en que «la sociedad colombiana aguanta, acepta que se diga la verdad» para pasar esa oscura página de la historia con el compromiso de «trabajar por un Estado nuevo».
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