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Cómo ser librero sin morirse de hambre

Cómo ser librero sin morirse de hambre

Pocos oficios hay más románticos que el de librero. Qué amante de los libros no ha querido alguna vez arruinarse mientras coloca la estantería de novedades cada mañana. Protagonizar escenas míticas, como aquella secuencia donde Audrey Hepburn, entre libros, respondía «gracias» después de un «te quiero», con esa nariz afilada entre dos ojos enormes, con elegancia única. O ser el receptor de una de aquellas pullas que se dedicaban Tom Hanks y Meg Ryan, enamorándose mientras sus dos negocios peleaban por colocar el best seller de turno. O ser objeto de las miradas entre Julia Roberts y Hugh Grant, rodeados de catálogos de viaje en Nothing Hill. O pronunciar la frase «Recuérdame, haz lo mejor que puedas”, como la pronunciaba Kate Winslet con el pelo de colores frente a un Jim Carrey con cara de póker. O salir de la Shakespeare and Co a la manera de Owen Wilson en Midnight in Paris. O sentirse como Bogart al entrar en la librería Acme sin quitarse el sombrero: «Empieza usted a interesarme vagamente». Qué sé yo.

"Todos quisimos ser libreros, pero casi todos tuvimos miedo morir de hambre. O, al menos, eso es lo que siempre nos dijeron"

Todos quisimos ser libreros, pero casi todos tuvimos miedo morir de hambre. O, al menos, eso es lo que siempre nos dijeron. Ahí está el libro electrónico, cierra la librería. Ahí está el cine, ahí está Amazon, ahí está Netflix, ahí está Twitch, ahí está el Fifa 2022. Cierra, que tu cuota de ocio se ha ido al garete. Sin embargo, los números dicen otra cosa, como si el romanticismo se hiciese corpóreo, como si la economía pecara de sensiblona. Cuenta Leticia Blanco en El Mundo que en 2021 el sector del libro fue capaz de facturar 1.100 millones de euros, la cifra más alta en España de la última década. Por si fuera poco, inflaciones y guerras mediante, el primer semestre de 2022 arroja cifras aún mejores que en el año precedente. Pero el dato más espectacular por inesperado tiene que ver con el canal: la venta en librerías ha crecido un 8,6%, mientras que la venta online ha caído en cifras similares, casi un 10%. Una tendencia digna de las escenas que abren este texto: sólo es ficción, sólo es una chica delante de un chico pidiendo que la quieran.

"La realidad es que el libro como objeto físico, como elemento de colección, como gusto fetichista para tarados, es una cota insuperable"

La realidad es que el libro como objeto físico, como elemento de colección, como gusto fetichista para tarados, es una cota insuperable. Ahí lleva siglos peleando con el YouTube del momento, resistiendo frente a curas y barberos, frente a Torquemadas y Sabuesos Mecánicos, frente a pantallas y transistores. Y, en ese ecosistema donde los amantes del papel se entienden con sólo compartir unos cuantos metros cuadrados, las librerías juegan un papel fundamental. Como canalizadoras de la cultura. Como prescriptoras del talento. Como organizadoras de eventos, como garantes de corrillos letraheridos y clubes de lectura, como ente que espolea presentaciones y charletas, como punto de encuentro para tanto loco. Ojalá estas cifras que de vez en cuando riegan con cierto optimismo este sector endémicamente precario sean ciertas. Y, si no lo son, que lo oculten. Que nos sigan poniendo gigantes donde sólo hay molinos. Eso que nos llevamos.

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Es un rito. Un rito placentero. Desde perderse en una librería por los recovecos de estanterías y de portadas, leyendo las reseñas, leyendo las escuetas biografías de los autores, abriendo una página al azar, para intentar captar el espíritu del libro, hasta elegir, después de las dudas, y de la conversación con el librero, llevándote tu trofeo… Y elegir el momento de comenzar la lectura, abriendo portada y recorriendo títulos, paladeando el momento de iniciar la narración, deteniéndote en las primeras frases, que a veces evocan toda una declaración de intenciones. Y… la profunda tristeza de haber finalizado un buen libro, deseando reencontrarte con él, como cuando se despide a un buen amigo. Nada hay como tocar un libro en papel, viejo o nuevo, grande o pequeño, lujoso o humilde. Hay esperanza. Conozco mucha gente joven incapaz de leer un libro electrónico y que solamente leen en papel. ¡Benditas librerías, templos del conocimiento, de la aventura y del placer!