Es un mantra, una pregunta recurrente, una cuestión innominada cuya respuesta nunca termina de convencer a quien la formula. ¿Por qué ves películas de terror? ¿Te gusta sufrir? ¿O es que disfrutas con el sufrimiento de los demás? Sí, vale, decía H.P. Lovecraft (1890-1937) que la emoción más antigua e intensa es el miedo, y el miedo más intenso y antiguo, el miedo a lo desconocido. Pero la archisabida cita extraída de El horror sobrenatural en la literatura (1927) no explica qué narices haces siguiendo a tres estudiantes que se internan de noche en el bosque cámara en mano tras los pasos de una bruja, por qué has apagado la luz del salón y por qué no puedes despegar los ojos de la pantalla. ¿O quizás sí? Mi apuesta es que, en efecto, el horror en monodosis, eso de asomarse al abismo y regresar «de una pieza» entronca con nuestra esencia más frágil y atávica, porque constata que levantamos nuestra existencia sobre una pirámide de asunciones sociales que originan una sensación de falsa seguridad.
Ismael Martínez Biurrun (1972) y Carlos Pitillas Salvá también sueñan con ovejas oscuras, por eso han abierto la puerta del sótano para liberar a la bestia: Soy lo que me persigue (Dilatando Mentes Editorial, 2021) es un ensayo morbosamente adictivo, fundamentado con solidez y rico en ejemplos tremebundos acerca de los múltiples hilos rojos que unen el terror en la ficción —cinematográfica, sobre todo— con el trauma psicológico.
Las de Martínez Biurrun, veterano escritor de historias de horror, y Pitillas Salvá, doctor en psicología e investigador del trauma, son voces más que autorizadas. Comienzan analizando la naturaleza disruptiva del hecho traumático en nuestras mentes —cómo afecta al lenguaje, a la construcción de nuestra identidad, a la concepción de la línea temporal, a la caída de los símbolos que nos rodean— para luego diseccionar los restos con más precisión que el cuchillo de Norman Bates: el libro no solo identifica los tropos más habituales de un género tan amado como denostado, sino que descifra de forma amena y estructurada sus raíces psicológicas y culturales. Qué pretende decirnos el mítico director canadiense David Cronenberg (1943) a través de los niños asesinos de Cromosoma 3 (1979), qué sucede en la mente de la perturbada protagonista de Cisne negro (2010), cuál es el desasosegante paralelismo entre los finales de Hereditary (2018) y Midsommar (2019) de Ari Aster (1986), dónde estriba la diferencia entre los monstruos de Alien (1979) y The Babadook (2014) a la hora de abordar —o no— el pasado de los personajes o por qué «El Mundo del Revés» de la exitosa Stranger Things (2016) es un viejo conocido en la ficción de terror y su conexión con el castillo de Drácula.
A medida que avanzo en su lectura me reafirmo en que, dentro de la colección de ensayos oscuros de la editorial Dilatando Mentes —que cuenta con títulos tan sugerentes como Infestación, una historia cultural de las casas encantadas (2021), de Érica Couto-Ferreira (1979), o Terror rural y paganismo (2021), de VV.AA.—, Soy lo que me persigue ocupa una posición de honor. Porque créanme si les digo que el público objetivo de esta obra es mucho más amplio de lo que podría parecer: amantes del terror, aquí os sentiréis como en Carcosa; cinéfilos empedernidos, este «metraje encontrado» os hará saltar de la butaca; interesados en la psicología humana, en cómo lidiamos con la parte cruel y violenta de la vida, disfrutaréis de un tour guiado; escritores, guionistas, creativos en general, Pitillas Salvá y Martínez Biurrun os han traído el mapa soñado, el manual para confeccionar personajes creíbles e historias capaces de abordar cualquier drama con la seriedad que se merece.
Y aun así, pese a los reiterados esfuerzos por demostrar lo contrario, a estas alturas todavía habrá quien crea que no hay mucho que aprender del cine de terror, más allá de la recreación malsana en todo aquello ante lo que cualquier persona de bien apartaría la mirada. ¡Como si fuera poco logro! Porque no, el trauma no nos hace más fuertes ni es una experiencia enriquecedora per se, y no conviene glorificarlo. Pero un momento, no se vayan tan pronto. Déjenme contarles algo más. Déjenme decirles que al final de la escalera había luz. Una luz brillante que viene a significar lo contrario de lo que aparenta: en ocasiones, conocer al enemigo de antemano puede ser la mejor —la única— forma de enfrentarlo.
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Autores: Ismael Martínez Biurrun y Carlos Pitillas Salvá. Título: Soy lo que me persigue. Editorial: Dilatando Mentes Editorial. Venta: Todostuslibros, Fnac, web de la editorial.
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