Antes de conocer a Watson, precisamente cuando Holmes le escribió a su padre diciéndole que no podía seguir con sus estudios de matemáticas. En una palabra, que no quería ser ingeniero, logró enfurecer al señor Siger Holmes, quien le contestó de una forma adusta diciéndole que le proporcionaría una asignación de supervivencia, pero que no quería volverlo a ver en la vida. Holmes se quedó algo compungido por el disgusto que acababa de darle a su progenitor y le invadió la nostalgia. Pasó una mala temporada y dedicaba sus ocios a pasearse por Londres.
En principio, y dado el éxito alcanzado con su método deductivo en la aventura de El ritual de los Musgrave había pensado ganarse la vida como «detective consultor», pero quiso el destino poner un punto de espera en esas pretensiones.
Un día se encontraba deambulando por Piccadilly Circus cuando se tropezó con un compañero suyo de colegio que descendía de una de las familias más antiguas y nobles de Inglaterra. Su nombre era lord Peter, pero él le dijo que se olvidara de ese título de tan alta alcurnia ya que su padre estaba a punto de desheredarlo, por lo tanto prefería ser conocido por el pseudónimo de “Langdale Pike” que era su nombre artístico en una compañía de teatro. De inmediato propuso a Holmes que se uniera a él y se hiciera actor y ambos decidieron, entusiasmados, hablar del tema aquel mismo día almorzando en el club St. James ante una botella de oporto y junto al mejor cocinero de Londres.
Holmes fue aceptado como miembro del grupo por el empresario y director Sasanoff bajo el pseudónimo de «William Escot». Se tuvo en cuenta su excelente físico, su estatura, su mata de pelo de color castaño, su nariz prominente, sus penetrantes ojos grises y su bien modulada voz. Poco después haría su debut en el escenario interpretando a Horacio en Hamlet. El primer papel importante en los escenarios de Londres fue el de Casio en Julio César. Y el 23 de noviembre de 1879, Holmes acompañado por el resto de la compañía partió hacia los Estados Unidos en la naviera transatlántica White Star «Empress Queen» donde llegó 10 días después.
Hay que destacar el entusiasmo que ponía Holmes en todas las empresas que acometía. En su faceta de actor leyó todos los libros a su alcance sobre el arte de la interpretación y ensayó mil veces una misma escena. El empeño por superarse le impedía apreciar el frenético interés que ponían sus compañeros en culminar con éxito sus propios papeles. Hay que tener en cuenta que los actores ingleses eran muy valorados y apreciados en el panorama artístico norteamericano. Se comentaba en el ambiente de los escenarios que el Malvolio de Holmes fue la más sublime interpretación del personaje que se recuerda. Supo personificar al mayordomo de lady Olivia desde el mejor ángulo del puritanismo, escenificando una total carencia del sentido del humor y sabiendo comportarse muy locamente cuando creía que Olivia lo amaba.
En Nueva York, Holmes conoció al detective Wilson Hargreave, que se encontraba en aquellos momentos trabajando en al caso Vanderbilt, en Chicago conoció el gangsterismo organizado y en Filadelfia visitó la Compañía de Armas Pequeñas de Pensilvania que sacó a relucir en el Valle del Miedo.
En las llanuras del oeste contempló manadas de búfalos atravesando las vías del ferrocarril y en un pequeño poblado indio visitó a una hechicera que le profetizó un gran futuro como detective y también le facilitó algunas fechas. Lo cierto es que por donde viajaba la compañía de actores los teatros se abarrotaban. El barón Dogson dijo antes de ser ahorcado: En su caso, Holmes, lo que la ley ha ganado lo ha perdido el escenario.
En 1880 regresó a su amada Inglaterra, pero nunca dijo una palabra de la visita realizada a la hechicera india ni de las fechas futuras que tuvo a bien facilitarle. Es y será el secreto mejor guardado en la vida del detective.
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