A veces, el cine proporciona alegrías. Por ejemplo, las diez películas que firmó Alexander Mackendrick (1912-1993) en los ratos que no discutía con sus productores. Persona de indudables virtudes, y ahí están sus películas, no parecen haber figurado entre aquéllas la afabilidad ni la cercanía en el trato.
Resultado: cierto “desconcierto vital”, vamos a decir, que parece asomar en, al menos, seis de sus diez películas: en las tres que produjeron los legendarios estudios Ealing, dos de ellas con un Alec Guinness cumbre (1), así como en cierta producción estadounidense que, protagonizada por Tony Curtis y Burt Lancaster, debiera proyectarse en todas las escuelas de interpretación (2). Y, por último, en dos pequeñas producciones (3) basadas en sendas novelas que Mackendrick mimó y respetó como no es habitual.
Estas novelas son Huracán en Jamaica, de Richard Hughes (High Wind in Jamaica, aparecida en 1929 como The Innocent Voyage), y Sammy camina hacia el sur, de W. H. Canaway (Sammy Going South, de 1961). Dos novelas de aventuras que formarían en el subgénero llamado “de iniciación”… si no fuera porque todas las novelas “de aventuras” son, en realidad, “de iniciación”.
Las escrupulosas adaptaciones cinematográficas que hizo Mackendrick han contribuido a mantener vivas ambas historias. Huracán en Jamaica cuenta la peripecia de unos jovencitos, hijos de colonos ingleses en el Caribe, enviados a la metrópoli a sacudirse el pelo de la dehesa; por desgracia, acaban en manos de unos atolondrados aventureros que, aunque adultos, son igual de inmaduros que ellos. La peligrosa combinación no pasa inadvertida para la musa de la tragedia, siempre dispuesta a enhebrar opuestos, dinamitar certezas y sacar tajada de las contradicciones. ¿Quién es de verdad “adulto” aquí y quién realmente un niño nada más? ¿Quién sujeto agente y quién mero espectador? ¿Quién criminal y quién inocente? Y, sobre todo, ¿quién culpable y quién un buen ciudadano que no ha roto nunca un plato? Ojo al levantar un sombrero y mirar debajo, parece reflexionar Mackendrick, porque nunca sabes si te vas a encontrar un escocés o un bostoniano, diga lo que diga su documentación.
En Sammy camina hacia el sur, novela de intenciones más románticas y menos inquietantes, un matrimonio británico muere en Port Said (Egipto) a causa de un bombardeo en aquellos días en los que Nasser inventaba lo del “tercer mundo” apoyado por el primo soviético zumosol. El matrimonio deja un huérfano de diez años que no tiene más ocurrencia que echarse a andar y cruzar el continente en busca de su tía, la hermana de su madre, que vive en Durban (Sudáfrica). Todo muy británico: es decir, robinsoniano. En el camino, aparte mucho contratiempo, al chiquillo le sale al paso un alter ego de Alan Breck, aquel insumiso que ayudara al señor David Balfour y que aporta el decisivo gramo de sensatez que, en medio del desastre, endereza el rumbo del protagonista, jovencito tan voluntarioso como un tanto alunado. En la pantalla da cuerpo a tan providencial Virgilio un Edward G. Robinson ya anciano, pero aún fuerte y poderoso, que sabe aportar al personaje la calidez y la densidad humana de ese mentor ideal que Mackendrick bien pudo haber añorado toda su vida (4).
En ambas novelas, como en cualquier novela de aventuras que se precie (si no es que todas las novelas son en realidad de aventuras, que esa es otra) los protagonistas logran, aunque de milagro, llegar donde iban. Sólo que una vez allí, como en toda novela de aventuras, nada es como esperaban. Ni como creían: al fin y al cabo, ya no son ellos, porque el viaje los ha convertido (duramente) en otros, en adultos, y ahora su percepción de las cosas también es otra. Hacerse mayor es inevitable, parecen razonar los autores (y Mackendrick en sus adaptaciones), pero evitar que el saldo sea negativo no. De eso, por cierto, va también el celebérrimo relato de aventuras “iniciáticas” titulado Le Petit Prince, cuyo autor nos produce a veces la impresión de no haber sabido nunca acabar de hacerse mayor él mismo.
Pero esa es otra historia, así que lo dejaremos aquí. Son las tantas y mi vecina, viuda del célebre autor de ¿Por qué los británicos no tenemos una lengua romance?, es muy quisquillosa. Buenas noches.
——————————
(1) Whisky a go-go (Whisky Galore! 1949), El hombre del traje blanco (The Man in the White Suit, 1951), El quinteto de la muerte (The Ladykillers, 1955).
(2) Chantaje en Broadway (Sweet Smell of Success, 1957)
(3) Sammy, huida hacia el sur (Sammy Going South, 1963) y Viento en las velas (A High Wind in Jamaica, 1965)
(4) En la foto que ilustra este artículo puede verse a Edward G. Robinson (con barba, a la izquierda) durante un amable cambio de impresiones con Alexander Mackendrick en el rodaje de Sammy, huida hacia el sur.
-
El vuelo y el mar
/abril 01, 2025/Cuando Trochet enuncia lo que importa habla de «la fuerza disruptiva que puede tener cualquier tormento, y la dinámica reconstructiva de tener un plan. La ansiedad es un veneno, incluso para las personas más optimistas; a menudo, el remedio reside en nuestra fragilidad». A partir de ahí comienza la redacción de este libro de viajes, apuntando, a lo largo de muchas páginas, cómo prender el fuego de la voluntad para mantener luego viva la llama. Nos va dictando patologías mientras nos va convenciendo de que son obstáculos de dimensiones humanas, y por tanto salvables. Alguien hablará de resiliencia, cuando a…
-
Loas literarias a un catálogo espectacular
/abril 01, 2025/El libro entremezcla el género de la memoria con el de la entrevista. Entre los autores memorados y memorables se encuentran los clásicos contemporáneos: Borges, Semprún, Cortázar, Caballero Bonald, García Márquez y Vargas Llosa. La lista es más larga, y todos tienen en común (salvo Mario) haber fallecido. La impactante ilustración de cubierta a cargo de Fernando Vicente se encarga de mostrarnos sus retratos en blanco y negro, no así los coloridos autores vivos a los que Juan Cruz entrevista en este volumen: Luis Landero, Bárbara Blasco, Javier Cercas, Eduardo Mendicutti, Antonio Orejudo, Cristina Fernández Cubas, Leonardo Padura, Rafael Reig…
-
Cinco crónicas americanas, de Manuel Burón
/abril 01, 2025/La historia de América ha fascinado siempre. Puede ser por su enormidad o su variada riqueza, por las muchas aventuras y desventuras allí sucedidas, o por esa lejanía tan teñida de familiaridad. Ocupados a menudo en estériles disputas por el pasado, hemos descuidado algo más importante: la tersa belleza de las primeras crónicas. Si buscamos bien en ellas quizás podamos encontrar algunas claves para entender América, y también España, pues por entonces no estaba muy claro dónde empezaba una y acababa la otra. Zenda adelanta la introducción a Cinco crónicas americanas, de Manuel Burón (Ladera Norte). *** INTRODUCCIÓN Algo similar se podría responder…
-
Maruja Mallo o el desafío al olvido
/abril 01, 2025/Esta narrativa híbrida parte de hechos biográficos y anécdotas atestiguadas sobre la pintora, ficcionados e hilvanados para esbozarnos un retrato que, si bien no es exhaustivo, posibilita acercarnos a su figura y obra. Porque, sin duda, uno de los mayores aciertos de esta novela es la conexión entre su quehacer artístico —pinturas, escenografías, ilustraciones, cerámica— y sus experiencias, de tal modo que ambas se interconexionan y justifican. La inclusión en la narrativa de pasajes más técnicos, incluso partes de conferencias y artículos donde la propia Maruja Mallo da cuenta de su evolución y perspectiva, o explica el origen e influencias…
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: