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Los 13 de la Fama: “Solo trece hombres que no vos quisieron dejar”

Los 13 de la Fama: “Solo trece hombres que no vos quisieron dejar”

El 26 de julio de 1529 Francisco Pizarro vio al fin más cerca la gloria, la supo próxima cuando ya había superado los 50 años de edad. Ese día fue nombrado gobernador y capitán general del Perú, con plena autoridad para continuar el descubrimiento y conquista de aquellas tierras, más allá de la ciudad de Tumbes. Su obstinación en seguir adelante y superar todas las adversidades posibles con el fin de dar con aquel reino habían merecido la pena, pues ahora podría regresar a Panamá esgrimiendo la capitulación, reclutar a más hombres e internarse más allá de aquel primer asentamiento que ya les había maravillado y que, sin duda, vaticinaba muchas mayores riquezas hacia el interior. Sus socios en la compañía del Levante, el clérigo Hernando de Luque y el capitán Diego de Almagro, habían aportado lo suyo: dineros, hombres, pertrechos, víveres y refuerzos enviados desde Panamá, muy necesarios para no cejar en el empeño, pero también se acordó de trece hombres, los únicos que sobre el terreno le apoyaron cuando se vio forzado a plantear una dramática disyuntiva: abandonar la empresa o seguir adelante pese los riesgos, la incertidumbre, el hambre, las heridas y la fatiga.

"La tensión se mascaba en aquella partida de aventureros y tipos duros, muchos de los cuales se negaban ya a perseguir un sueño que se había tornado imposible"

A ellos les debía haber podido dar con Tumbes y recibir ahora los parabienes y nombramientos en Toledo, tras ser recibido por el mismísimo emperador Carlos. A esos trece hombres que le apoyaron en la más angustiosa de las situaciones, en aquel islote del Gallo, donde habían ido a parar tras sufrir numerosas penalidades y ataques de los indios en su segunda aproximación hacia las míticas tierras del Perú, dos años atrás, en julio de 1527. Allí, desesperados y hambrientos, con ganas la mayoría de la hueste de regresar a Panamá, es donde se produjo uno de los hechos clave en la conquista del Perú. La tensión se mascaba en aquella partida de aventureros y tipos duros, muchos de los cuales se negaban ya a perseguir un sueño que se había tornado imposible. Entonces, Pizarro desenvainó su acero y trazando una raya en el suelo pronunció aquella mítica frase:

Compañeros, por aquí se va al Perú, a sufrir trabajos, privaciones, tal vez la muerte, pero también a llenarse de gloria y riquezas; por allí se va a Panamá, a la comodidad y la molicie, pero también a la pobreza y el olvido; el que sea buen castellano que escoja lo que más le conviniere.

Así fue narrado, con ligeras variaciones, por los cronistas posteriores. El hecho cierto es que sólo trece hombres se pusieron del lado de Pizarro y por eso ahora, en las audiencias mantenidas en Toledo, había recordado a cada uno de ellos para que fueran favorecidos por sus majestades. Una real cédula de ese mismo día, 26 de julio de 1529, así lo refleja:

“… pasastes muchos peligros e trabajo, a causa de los cuales os dejó toda la gente que con vos iba en una isla despoblada con solo trece hombres que no vos quisieron dejar, y que con ellos y que con el socorro que de navíos y de gente os hizo el dicho capitán Diego de Almagro, pasastes de la dicha isla e descubristes las tierras e provincias del Pirú e ciudad de Tumbes…”

Se citan sus nombres en dicho documento: Bartolomé Ruiz (piloto), Cristóbal de Peralta, Pedro de Candía, Domingo de Soraluce, Nicolás de Ribera, Francisco de Cuéllar, Alonso de Molina, Pedro Alcón, García de Jarén, Antón de Carrión, Alonso Briceño, Martín de Paz y Juan de la Torre.

"La vida posterior de aquellos hombres fue muy diversa, con desigual fortuna y destino: sólo uno consta que regresara a España con su parte del botín"

Todos recibieron la condición de hidalgos y, si ya lo eran, el de caballeros de espuelas doradas. Además, fueron designados regidores de aquella primera ciudad del Perú, Tumbes. Aunque hubo algunos que se beneficiaron más que otros: fue el caso de Pedro de Candía, quien acompañó a Pizarro en su viaje a España y fue nombrado “artillero mayor del Perú”, con 60.000 maravedíes anuales de salario; por su parte, Bartolomé Ruiz, fundamental para llevar auxilio en su barco desde Panamá, fue designado “piloto mayor del Perú” con 75.000 maravedíes anuales de salario.

La vida posterior de aquellos hombres fue muy diversa, con desigual fortuna y destino: sólo uno consta que regresara a España con su parte del botín obtenido en la definitiva conquista del Perú, Alonso Briceño; el piloto Bartolomé Ruiz moriría pronto en una de las singladuras entre Panamá y Perú: Domingo de Seraluce también de igual modo alrededor de 1535; el artillero Candía —fundamental en la célebre celada de Cajamarca— cayó en la batalla de Chupas de septiembre de 1542, a manos de Diego de Almagro “el mozo”; Antón de Carrión quedó ciego y la reina Juana de Castilla pidió en cédula real a Pizarro que le favoreciera; Cristóbal de Peralta fue nombrado por Pizarro regidor de la recién fundada Ciudad de los Reyes en 1535; Nicolás de Ribera ejerció como uno de sus dos primeros alcaldes, donde vivió muchos años; Alonso de Molina, el primero que desembarcó en Tumbes, pidió luego allí quedarse y allí quedó; Juan de la Torre, uno de los fundadores y alcalde de Arequipa en 1540, tuvo una vida larga e intensa…

De otros su rastro es más complicado de seguir, pero todos pasaron a la historia con una común denominación: “los trece de la Fama”.

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