Las ediciones críticas, mientras no se demuestre lo contrario, ni quitan ni añaden calidad a una determinada obra, pero, casi siempre, ayudan a comprenderla mucho mejor y al descubrimiento de ciertos valores que pudieron pasar inadvertidos a un lector poco avisado. Justo en esta misma colección de Letras Hispánicas, hacia 1983, se publicó la edición, considerada modélica, de José Carlos González Boixo sobre la novela de Juan Rulfo Pedro Páramo. Una obra compleja, de difícil comprensión, que estaba necesitada de un amplio estudio preliminar y una explicación pormenorizada para ser comprendida y disfrutada en su integridad.
Ahora, en la misma colección, dentro de la editorial Cátedra, sale a la luz la edición de Miguel Tomás-Valiente de la que pasa por ser la obra más emblemática de Julio Llamazares, La lluvia amarilla, y, con toda probabilidad, uno de los libros más destacados y representativos de la narrativa española de los últimos decenios. Es un detalle significativo el hecho de que entre 1988, fecha de su publicación, y 1991, Seix Barral pusiera en circulación nada menos que diecisiete ediciones. Y mucho más mérito aún porque se trata de una novela no apta para todas las sensibilidades, escasamente comercial y que requiere de un lector cómplice, aplicado, capaz de seguir el ritmo que nos propone su autor.
Llamazares, que había publicado hasta entonces un par de hermosos libros de poesía y una novela de gran solidez, Luna de lobos (1985), al margen de dos libros de carácter ensayístico, hacía acto de presencia en el mundo de la narrativa española en la que ya estaban presentes jóvenes autores como Muñoz Molina o Javier Marías, y al que, justo al año siguiente, en 1989, se incorporaría, y de qué manera, Luis Landero con Juegos de la edad tardía.
La lluvia amarilla es uno de esos libros que nunca pasa de moda. Una obra que nunca se agota en cada una de sus lecturas y que parece crecer con el tiempo. Una especie de milagro raro e irrepetible. Y conserva, además, todo su misterio primigenio, como si aún estuviera por descubrir gran parte de su sentido último, cuando el autor concluye sus páginas con una enigmática y sentenciosa frase: “La noche queda para quien es”, en la línea de algunos de sus más celebrados versos. Miguel Tomás-Valiente ha realizado un trabajo concienzudo y meticuloso. Y para ello no ha necesitado de una extensión desmesurada. Siempre me han parecido excesivos y un tanto hiperbólicos esos prólogos que superan a la obra misma en cuanto a número de páginas. En esta ocasión, estamos ante algo más de un centenar de notas aclaratorias y un estudio previo de apenas cincuenta páginas, incluida la bibliografía de y sobre el autor. Algo asumible para un eventual lector o para un estudiante que requiera información de primera mano sobre la novela. Para empezar, me parece clave la inclusión, justo al inicio del libro, de un pequeño mapa en el que se aprecia la comarca en la que se encuentra Ainielle, el pueblo en el que está ambientada la novela. Observamos las altas cotas e imaginamos de inmediato la nieve y la inaccesibilidad durante el invierno. Tomás-Valiente comienza por llevar a cabo una selección biográfica del autor. E insiste en la circunstancia, que recientemente ha destacado Sergio del Molino en su libro La España vacía, de que Llamazares, por su edad, nacido en 1955, ha conocido de primera mano la España rural que se venía abajo. Se insiste, no sin razón, en el carácter lírico de La lluvia amarilla, si bien la esencia de la narración conecta con el más puro y tradicional realismo español. El autor de la presente edición destaca los elementos simbólicos que son fáciles de hallar en estas páginas: desde el color amarillo, en el que tanto se insiste una y otra vez (la lluvia amarilla, las brasas amarillas, el círculo amarillo de la luna, las larvas amarillas, el aire amarillo…) hasta la lechuza, la perra del protagonista y la propia nieve, que “estaba ya, desde hacía mucho tiempo, en nuestros corazones”. Y en cuanto al contenido temático, Tomás-Valiente destaca la muerte, la soledad, la locura y el olvido, lo que pone en relación la novela de Llamazares con el Pedro Páramo de Juan Rulfo y la Comala en donde transcurre el colosal relato del escritor mejicano. No en vano, ambos libros comparten el vacío, la soledad, el arrastrar de las pisadas despaciosas y huecas, la voz apagada y secreta de los muertos.
Título: La lluvia amarilla. Autor: Julio Llamazares. Editorial: Cátedra. Letras Hispánicas. Páginas: 194. Edición de Miguel Tomás-Valiente. Venta: Amazon y FNAC
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