Que She Hulk: Abogada Hulka trate de replicar, veinte años tarde, el ingenuo soniquete de un célebre capítulo de Futurama, la comedia de abogados “Abogada soltera”, da la medida del despiste del reciente producto Marvel tras la culminación de la Fase 3. Si el género de superhéroes creado por la gran corporación vivió su particular momento mágico, recogiendo el influjo de géneros clásicos para así reivindicarse en un gigantesco arco serial de largometrajes, aquí se conforma con una broma más autocomplaciente que irónica mimetizándose, que no reinterpretando, el legado de una serie más viva en su reivindicación feminista y, por qué no decirlo, superior en su arquitectura dramática, como fue el drama cómico Ally McBeal.
En su limitado número de capítulos para el streaming de Disney+, la serie proporciona una buena dosis de efectos visuales dignos de una superproducción que, ciertamente, nos dicen cuánto ha cambiado el panorama televisivo actual. La paradoja es, precisamente, el desigual resultado de esos mismos FX: mientras las expresiones faciales de Bruce Banner resultan convincentes, las de la propia Jennifer Walters resultan más caprichosos y menos realistas. Su arco narrativo, relativamente despojado de subtramas, y limitado número de capítulos, también empuja a reflexionar sobre este nuevo tipo de serie de televisión concebida como película en capítulos, más que como serial televisivo, y si realmente la anterior forma televisiva era peor o mejor que esta.
En una muestra de las dificultades de la serie ideada por Jessica Gao para Disney, de lo complejo que resulta articular un discurso propio en medio del enorme corpus empresarial en el que se ha convertido el relato Marvel, She Hulk: Abogada Hulka vive más pendiente de formular reivindicaciones y frases hechas (esta vez en torno al feminismo de una mujer soltera y trabajadora en un mundo de hombres) que de articular una narrativa coherente en torno a estas dinámicas sociales. Si la idea de construir una heroína empoderada en una serie de abogados era eliminar el componente romántico de las tramas, quizá para ese viaje no hacían falta tantas alforjas. Igualmente, la idea de romper la cuarta pared con Walters hablando directamente a cámara, aportada ya en Deadpool, resulta legítima (existía en una de las aportaciones capitales al personaje de la mano de John Byrne) pero tampoco resulta especialmente útil en pantalla. El resultado es una serie que en todo caso se imagina a sí misma más moderna de lo que es.
Más afortunado, por discreto, resulta el evidente homenaje a El silencio de los corderos del segundo capítulo, además de la viva y eficaz labor de la canadiense Tatiana Maslany, a la que se le han pedido más mohínes que una verdadera interpretación en una serie que, en conjunto, todavía puede demostrar que tiene algo que aportar. She-Hulk: Abogada Hulka es un producto colorista, entretenido y válido como pasatiempo de verano, pero nace en un momento de incertidumbre narrativa en la franquicia Marvel, ahora mismo indefinida en cuanto a sus nuevos objetivos, demasiado ocupada en renovar su plantel de protagonistas y, definitivamente y en consecuencia, tan irregular y accidentada en resultados (aunque no en los de taquilla).
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