Nace el documental bélico

Otro catorce de septiembre, el de 1916, hace hoy ciento seis años, la Gran Guerra ha alcanzado su ecuador en una de sus batallas más cruentas: la del Somme. Iniciada el pasado primero de julio por las tropas francesas y británicas con el propósito de distraer fuerzas alemanas de la batalla de Verdún —que librada desde el pasado veintiuno de febrero habrá de prolongarse hasta el próximo diecinueve de diciembre, siendo la más larga de todo el conflicto—, la del Somme, aunque más breve —aquí han de callar las armas el próximo dieciocho de noviembre— será bastante más cruenta. En el Somme, el montante total de bajas por parte de ambos bandos se cifrará en torno a un millón de hombres, de los tres millones —dos de británicos y franceses, uno de alemanes— que se llegarán a batir. Es decir, aquí morirá más gente que en Verdún, donde, sumando a los de ambos bandos, sólo caerán en torno a doscientos cincuenta mil combatientes.

El primer objetivo de los aliados fue romper el frente alemán, a lo largo de cuarenta kilómetros al norte y al sur del Somme, un río francés, del departamento al que da nombre, que entrará en la historia por la batalla que se está librando en su ribera. Sólo el primer día, los británicos sufrieron cincuenta y siete mil bajas, de las que diecinueve mil doscientos cuarenta fueron mortales. Una carnicería sin precedentes en la historia del ejército británico.

"Largometraje documental, tal y como ahora se conciben, el primero es éste que, el treinta de junio de 1916 comenzaron a rodar Malins y su asistente, John McDowell"

Antes de que se empezasen a contar los muertos, Arthur Geoffrey Malins, un antiguo operador de cámara de la división británica de la Gaumont, ha sido designado por el ejército para filmar unos planos sobre los preparativos del enfrentamiento. Aunque se trata de documentar cinematográficamente el preámbulo de la batalla y los primeros combates, quizás sea mucho decir llamarlo así. Pero La batalla del Somme (1916), el filme resultante de ese encargo del ejército británico es, de hecho, entre otras cosas, el primer largometraje documental de toda la historia del cine.

Considerando documental todo lo que no es ficción —como tiende a hacerse en nuestros días—, ciertamente hay planos que pueden entenderse como documentales previos al filme de Malins. Pero hasta ahora, sólo han dado lugar a cintas de cortometraje, de más o menos duración, pero cortos. Largometraje documental, tal y como ahora se conciben, el primero es éste que, el treinta de junio de 1916 comenzaron a rodar Malins y su asistente, John McDowell. Incluso Nanouk el esquimal (1922), de Robert Flaherty, es posterior.

Antiguo fotógrafo retratista en Hastings (Sussex), el propio Malin ha rodado varios planos que reproducen la realidad para los noticiarios de la Gaumont que le ha empleado. Es más, en 1914, al comienzo de la guerra, la Gaumont le encargó unas tomas sobre los movimientos del ejército belga. Pero si llamó la atención del ejército del rey Jorge V fue por ciertos planos rodados para su proyección mientras se entonan himnos religiosos y patrióticos.

"A finales de septiembre, cuando se sumen por primera vez las entradas vendidas, resultará que la cinta ha tenido veinte millones de espectadores"

Sí señor, el primer largometraje documental, rodado y montado con un propósito didáctico —propagandístico, habrá que puntualizar— es, con una duración que supera los setenta minutos, La batalla del Somme. Siendo, además, el primer título de sus características que se conservará para la posteridad por parte del Imperial War Musseum, también puede considerarse el origen de las filmotecas y de ese encomiable afán —nunca se agote— que es guardar el cine de no ficción como testimonio de su época para la posteridad.

Para el dos de agosto, el montaje ya estaba terminado. Lloyd George, el primer ministro británico, también fue el primer espectador de La batalla del Somme. El estreno para el público tuvo lugar el día diez, del mismo mes, en el teatro Scala de Londres. Desde entonces, Malins vive su momento estelar porque las proyecciones están siendo un éxito sin precedentes. A finales de septiembre, cuando se sumen por primera vez las entradas vendidas, resultará que la cinta ha tenido veinte millones de espectadores. En el Somme aún se combate y, junto a los británicos, forman tropas de diversos países del imperio, que no será la Commonwealth hasta 1920. Por el momento, desde Nueva Zelanda hasta Terranova hay soldados de medio mundo dispuestos a morir en Francia por Jorge V. Tanto es así que puede hablarse de cierto cosmopolitismo frente al apocalipsis. A la espera de cruzar el Canal de la Mancha para ir a morir en la batalla en cuestión, los soldados del imperio, y por supuesto la población civil, son los espectadores de Malins. En la aún incipiente historia del cine, pocos cineastas pueden jactarse de haber tenido tantos espectadores en tan poco tiempo.

“Ha sido como vivir una tragedia”, comenta al salir de una de las proyecciones Frances Stevenson, la secretaria del primer ministro. “He sentido lo que pudieron experimentar los griegos cuando asistían en masa a las impresionantes obras de la antigüedad para purificar su espíritu por la piedad y el terror”.

"La novedad supondrá el principio del fin de las cargas de caballería en las batallas. Pero el cuarto jinete del Apocalipsis, el de la muerte, seguirá cabalgando por los campos de Francia"

En realidad, no es para tanto. Máxime, después de todo lo que hemos visto en los documentales bélicos en los ciento seis años transcurridos desde entonces. En la primera de sus secuencias, el cineasta nos muestra a los fusileros galeses antes de avanzar, en el atardecer del treinta de junio, para entrar en combate en las próximas horas. Cuando miran a cámara, hay en su semblante cierta socarronería con la que parecen querer disimular el miedo que les causa el vuelo rasante de La Parca. Algunos, incluso nos muestran el zorrillo que su unidad tiene como mascota.

Aquí en el Somme, en esta batalla, el próximo quince de septiembre el capitán H. W. Mortimore entrará en acción con un Mark I, el primer carro de combate. La novedad supondrá el principio del fin de las cargas de caballería en las batallas. Pero el cuarto jinete del Apocalipsis, el de la muerte, seguirá cabalgando por los campos de Francia. Esos campos de Francia a los que aludirá Carlos Gardel en Silencio (1932), uno de sus tangos más tristes, todo un antecedente del pacifismo que inspirará la Gran Guerra: “Silencio en la noche. / Ya todo está en calma / Un clarín se oye. / Peligra la Patria. / Y al grito de guerra, los hombres se matan cubriendo de sangre los campos de Francia”.

"Como hablamos de un film propagandístico, se tardará en ver a los alemanes. Cuando se les muestre, serán heridos y prisioneros"

En los planos de Malins, las campesinas francesas —los campesinos también se están batiendo, claro— se entregan a las labores del campo. Las imágenes del documentalista inglés nos recuerdan Las espigadoras (1857), el óleo de Jean-François Millet. De ellas pasamos a la vigésimo novena división de los fusileros de Lancashire. Ya estamos en el primero de julio, el día que comenzó la batalla. Recién llegados de la de Galípoli, librada en el estrecho de los Dardanelos, los de Lancashire son una de las unidades más fogueadas de cuantas se disponen a entrar en combate. Marchan a morir agitando los cascos, a modo de despedida, mientras miran a cámara.

Y las bombas —“pudín de ciruela” llaman a unas especialmente aptas para volar las alambradas del enemigo— y los obuses. Como hablamos de un film propagandístico, se tardará en ver a los alemanes. Cuando se les muestre, serán heridos y prisioneros.

Llama especialmente la atención la humareda que se levanta al volar el sistema de galerías del ejército del Káiser. Los cadáveres tardan en mostrársenos y sus planos resultan menos impactantes que cualquiera de los vistos en los innumerables documentales bélicos posteriores, de los que La batalla del Somme es el modelo. Casi causa más impresión un intertítulo en el que se nos dice que el herido, que transportan los camilleros en el plano siguiente, iba a morir treinta minutos después. Así se escribe la historia.

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Excelente, como siempre. La Gran Guerra fue el suicidio de Europa. Otra de las luces de esta época de progreso indefinido (ironía).

Jorge Nielsen
2 años hace

Excelente Memba. Por el aporte y por cómo lo cuenta. Lo compartimos, con algún posteo adicional, en el grupo de Facebook argentino Un toque de distensión