Se habla mucho del sexo en el teatro, pero se habla poco del teatro durante el sexo (en realidad se habla poco de sexo en el teatro, pero la frase me quedaba mejor así). Todos hemos vivido momentos en los que hace falta un poco de teatro para que el planteamiento, nudo y desenlace de un encuentro sexual funcione mejor.
En la cama, y en otros lugares generalmente más incómodos, el diálogo interno dentro de la mente de los amantes crea una escena paralela, que no siempre está afinada con la coreografía de los cuerpos. Es complicado conectar con el otro cuando, a duras penas eres capaz de conectar contigo mismo.
El tono infantil, absurdo, explicito que emplea Tomás Afán, le permite exponer en el escenario esa distancia entre los amantes.
Chica – ¿Qué te pasa?
Chico – Nada.
Chica – Te pasa algo
Chico – Que no.
Chica – pero no me lo quieres decir.
Chico – Es qué…
Chica – ¿Estás aburrido?
Chico – Pues…
Chica – ¿Es que follar es aburrido?
Chico – No, pero como no dejas que me mueva.
Los líos que nos montamos entre lo que está pasando, lo que esperábamos que pasase, lo que deseamos, lo que se supone que debería pasar, las ficciones que hemos visto sobre lo que está pasando, las normas sociales sobre lo que está pasando, las expectativas que tenemos que cumplir, y un largo etcétera (la paranoia humana no tiene final), son la barrera a superar, o a disolver, para conseguir conectar con lo que realmente está pasando.
La primera relación sexual con un chico arrastra a la protagonista de la obra a una serie de encuentros, más o menos relacionados con el sexo, en los que siempre sobrevuelan las culpas y prohibiciones. Culpable por hacerlo, por no hacerlo, por provocar, por no provocar, por hacer poco, por hacer demasiado, por hacerlo muy pronto, por no hacerlo muy tarde. Parece que estar con la persona adecuada, en el momento adecuado, realizando la acción adecuada solo ocurre en las películas.
Cada personaje con el que se cruza proyecta en la protagonista su neurosis particular. Los distorsionados espejos que le ofrecen le hacen estar cada vez más perdida. La obra refleja muy bien el laberinto adolescente. Ese momento en el que te vas dando cuenta de que todos los adultos a tu alrededor están como una cabra, y tienes que decidir como integrarte en el manicomio.
Afortunadamente todo esto se cuenta con mucho humor un humor absurdo, inocente, naif que permite llegar directamente a la esencia de los personajes.
Hermano – Joder, qué palo, llevo todo el puto año esperando este partido.
Hermana – Pero partidos hay todo el año y hermanas sólo tienes una.
Hermana – Pero va a ser espectacular, irrepetible.
Hermano – Y no es irrepetible que se suicide tu hermana.
Hermano – La verdad es que también es una movida muy fuerte.
El sentido del humor está en los diálogos y las situaciones, pero no tanto en el desenlace de la obra, que une dos temas de plena actualidad (atención spoiler): el suicidio y el sacrificio femenino en el teatro. Una vez más es la mujer la víctima final de la trama.
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Autor: Tomás Afán. Título: ¿Lo hacemos? Editorial: Ediciones Invasoras. Venta: web de la editorial.
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