El peronismo es, en mi opinión y con mucha diferencia, el movimiento político contemporáneo más fascinante. En su relato, que nada tiene que envidiar a las narraciones épicas clásicas, hay líderes carismáticos, brujos, pistoleros, jóvenes idealistas, curas obreros, hadas madrinas que conceden deseos, bailarinas exóticas, héroes, mártires, seres despiadados, acontecimientos extraordinarios que transformaron las vidas de varias generaciones y contradicciones que provocan que, hasta el más optimista, pierda la fe en el ser humano.
Si bien se trata de un fenómeno eminentemente argentino, lo que en muchas ocasiones dificulta su comprensión fuera de esas latitudes, España también ha tenido la fortuna de contar con su particular porción de peronismo. Fue la Gira de Arco Iris de Evita la que trajo a la famélica España de la postguerra barcos repletos de carne y trigo que, todo sea dicho, acabaron en manos de la oligarquía franquista, que aprovechó la donación para enriquecerse aún más con el escamoteo, las ventas fraudulentas y el estraperlo. De hecho, fue como pago a la generosidad argentina que el sátrapa aceptó que, a principios de los años sesenta, se radicase en España el líder del movimiento, el cual llegó acompañado de una bailarina que había conocido en Panamá y que se convertiría en su tercera esposa, no tanto por deseo del propio Juan Domingo Perón como por la insistencia de Pilar Franco, que no veía bien eso del concubinato, al menos en el caso de un militar, que ya se sabe que en España con lo de los sacerdotes y sus amas siempre se ha tenido mucha manga ancha, pues no dice en vano el refranero eso de «nunca digas de este agua no beberé ni este cura no es mi padre».
Si bien en un primer momento parecía que la presencia en España de Perón era una cosa pasajera, el líder se dio cuenta que la mano venía dura y decidió mejorar las condiciones de su estadía en el país, erigiendo en las inmediaciones de Puerta de Hierro la Quinta 17 de octubre, posteriormente derribada por Jorge Valdano, cuando el futbolista y su socio compraron la parcela para hacer negocios inmobiliarios. No obstante y antes de ese lamentable final, el chalé unifamiliar de distribución racionalista y aspecto rústico fue uno de los epicentros de la política mundial por el que pasaron personalidades como Rodolfo Galimberti, José Ignacio Rucci, Carlos Saúl Menem, el mismísimo Ernesto Che Guevara o José López Rega, que no solo pasó, sino que se quedó a vivir allí. A Rega se le sumaría posteriormente el cadáver de Evita, entregado finalmente en 1971 por los militares argentinos en la casa de la calle Navalmanzano, en cuyo piso superior quedaría arrumbado cuando Perón, María Estela y López Rega regresaron a la Argentina definitivamente. Al menos Perón, fallecido en Buenos Aires en 1974, porque María Estela y López Rega volvieron a España. Eso sí, cada uno en su momento.
El primero que regresó fue Rega que, perseguido por mil y un escándalos, renunció a su cargo como ministro de Bienestar Social y huyó de la justicia argentina refugiándose en España en 1976. A Madrid, el exministro llegaría acompañado de un grupo de expolicías que habían sido expulsados del cuerpo por corrupción y a los que López Rega rehabilitó en su cargo para convertirlos en miembros de su custodia personal y pistoleros de la Triple A, organización parapolicial que se dedicó a eliminar a miembros del peronismo revolucionario, a militantes de izquierdas, a sacerdotes comprometidos con las comunidades más pobres, a obreros, a sindicalistas o a personas pertenecientes a cualquier otro colectivo —como profesores universitarios, artistas o periodistas— que considerasen incómodas para sus intereses.
A pesar de todo, la situación de Rega en Madrid no fue precisamente muelle. Cuando las autoridades argentinas le confirmaron que ellos no iban a pagar los gastos de honorarios y manutención de su escolta, Rega, al que también se acusaba de haberse enriquecido ilícitamente y de atesorar millones en bancos suizos, en lugar de pagarlos de su bolsillo, decidió despedir a los miembros de su custodia. Ante ese inesperado giro del destino, los guardaespaldas regresaron a Argentina excepto uno, Rodolfo Eduardo Almirón, que acompañaría a Rega en su huida a Suiza cuando se cursó la orden de detención de Interpol y que, cumplida su misión, regresó a Madrid sin dinero ni trabajo.
Para solucionar esa situación, Almirón se incorporó a una empresa de seguridad privada vinculada a los hermanos Cortina, íntimos de Manuel Fraga, exministro franquista y líder de Alianza Popular, del que acabaría siendo su guardaespaldas personal hasta 1983. En abril de ese año, a las puertas de las elecciones municipales, Cambio 16 desveló que Almirón había pertenecido a la Triple A. Si bien la información ya obraba en manos de Interviú, esta revista prefirió no publicarla después de que altos cargos de Alianza Popular se reunieran con Antonio Asensio, presidente del Grupo Z. Aunque esos políticos desplegaron una estrategia similar en el caso de Cambio 16, Juan Tomás de Salas, responsable del Grupo 16, no aceptó el acuerdo —o las presiones— y sacó el reportaje. Una semana más tarde, el siguiente número de Cambio 16 fue secuestrado por orden judicial y lo mismo sucedió con el posterior, lo que hizo que se convirtiera en la primera cabecera secuestrada después de la llegada de la democracia a España.
Aunque en un primer momento Manuel Fraga se obcecó en mantener a su guardaespaldas en su puesto, la situación para el partido se hizo tan complicada que Almirón fue forzado a dimitir. Tras el escándalo, el que fuera hombre de confianza de López Rega y Fraga dejó de interesar a los medios de comunicación y la justicia, al menos hasta principios de 2000, cuando unos periodistas de El Mundo lo descubrieron en una localidad cercana a Valencia. Para entonces, Almirón había sufrido un ictus y no recordaba nada de su vida anterior. De hecho, aunque el juez argentino que llevaba su causa la reactivó y solicitó su extradición al país, el expolicía murió en prisión sin llegar a ser juzgado.
Por su parte, tras ser liberada por la cúpula militar de la dictadura cívico militar religiosa de 1976 que la había depuesto como presidenta de la República Argentina, la tercera mujer de Juan Domingo Perón también se instaló en España. Aunque, como sucedió con Rega y Almirón, María Estela Martínez de Perón también ha sido investigada por su responsabilidad en los asesinatos de la Triple A, las autoridades españolas nunca han autorizado su extradición a Argentina para su procesamiento y aquí sigue, esperando la carroza.
Todo eso y mucho más es AAA. Del peronismo mágico al caso Almirón, un libro cuyas aguas bañan las costas argentinas por un lado y las españolas por otro.
—————————————
Autor: Eduardo Bravo. Título: Del peronismo mágico al caso Almirón. Editorial: Autsaider (División Sesuda de Autsaider Cómics). Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: