Foto de portada: Rai Robledo
Silvia Grijalba es novelista, periodista, poeta, ensayista y gestora cultural. Figura esencial del periodismo musical y contracultural de las últimas dos décadas, ha publicado Dios Salve a la Movida, una biografía de Depeche Mode y Palabra de Rock (Antología de letristas españoles). Desde la fundación de El Mundo, ha trabajado como periodista en la sección de cultura y actualmente es columnista de los diarios Público y República. Su carrera literaria comenzó en 2003 con el libro Alivio Rápido y en 2006 Atrapada en el Limbo (ambas en Plaza y Janés, y en Sperling & Kupfer, Italia). Es Premio Fernando Lara de Novela, 2011 con Contigo Aprendí, y en 2014 publicó su última novela, Tú me acostumbraste (Espasa). Directora del Instituto Cervantes en El Cairo y Alejandría, y ahora en el de Albuquerque, Nuevo México, ha escrito un libro titulado Adobe (del Nilo a Río Grande) del cual, a partir del domingo 16 de octubre, se publicarán en Zenda dos entregas. Los lectores se beneficiarán de la mirada de esta escritora singular que ha anunciado su nueva novela para el año próximo: “Ahora mismo estoy en esa fase de estado de gracia que es por lo que me dedico a esto, no hay nada comparable a esa situación de amor loco”.
De momento disfrutemos de este periplo entre dos ríos míticos: el Nilo y el Río Grande.
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—¿Cómo surgió Adobe?, tiene forma de dietario, pero, ¿lo es? ¿Son escritos del momento o es un trabajo a posteriori?
—Surgió como una especie de “cana al aire”. Para mí, escribir es como enamorarse, exige una dedicación total, una concentración absoluta y es algo gozosamente absorbente. Durante 2017 había empezado a escribir una novela muy ambiciosa en la que necesitaba echar el resto. Pero ese principio de amor apasionado por esa historia y el proceso de su escritura se vio interrumpido por algo que también me hacía mucha ilusión: me nombraron directora de los Institutos Cervantes de El Cairo y Alejandría. Cambio de cultura, de país, nuevo trabajo, muchas responsabilidades… Esta nueva etapa vital me hizo perder esa conexión con ese proyecto de novela, seguía escribiendo pero notaba que no tenía el clic que viví con los que considero mis libros más logrados (sí, yo no quiero a todos por igual) que son Alivio rápido y Contigo aprendí. La llegada a Estados Unidos con mi nuevo puesto en Nuevo México, me hizo reflexionar y darme cuenta de que algo fallaba. Me estaba empeñando con una tozudez que no estaba funcionando. De hecho, una de las razones por las que había escogido Nuevo México como destino para trabajar en el Cervantes era que parte de esa historia de mi novela transcurría allí. El sentimiento era como cuando estás convencida de que das más de lo que te dan en una relación, así que decidí darle tiempo y espacio y esas cosas que se dicen, e irme con otro. Ese otro es Adobe. Algo que no tiene nada que ver con lo que había hecho hasta entonces. Con un tono de prosa poética y con la idea de flashes cortos. Me basé en apuntes que había tomado en Egipto y en las cosas que me llamaban la atención en mi nueva vida en Estados Unidos. Algo profundo (creo que es uno de los trabajos en los que más me desnudo, aunque sea autoficción, no es todo cierto, por supuesto) y muy liberador. A medida que escribía me entusiasmaba más y este es el resultado. Debo decir que el día siguiente de darle punto y final, volví al proyecto que había iniciado cinco años atrás y resultó que esa infidelidad con Adobe había funcionado. Fue como magia y para marzo o abril del 2023 tendré lista mi nueva novela, de la que de momento no puedo, bueno más bien no quiero, contar nada.
—¿Qué tienen en común El Nilo y Río Grande?
—Por una parte el adobe. Tanto Egipto como Nuevo México tienen ese tipo de construcciones. Recuerdo que cuando llegué a este Estado, una de las primeras visitas que hice fue a Taos. El centro del pueblo está hecho de arquitectura tradicional y es idéntico a Tunnis Village, un pueblo del Oasis de Fayoum donde solía ir los fines de semana para salir del caos y la contaminación de El Cairo.
Por otra parte son ríos históricos, épicos. El Nilo por supuesto, la verdad es que salir al balcón de mi casa en el barrio de Guiza, en El Cairo, y ver el Nilo o ir a trabajar en faluca (que son unos barco taxis que te llevan por el Nilo a diversos puntos de El Cairo) era algo increíble. Y Río Grande también tiene su aspecto mítico, de cultura popular. Es el río de las películas del Oeste, baña esos paisajes rojizos que ahora forman parte de mi vida cotidiana. Y en ambos casos son vida, limpieza, una forma de escapar de esa sequedad desértica que tienen en común Egipto y Nuevo México.
—¿Qué te has llevado contigo de cada lugar? ¿Cómo te han transformado?
—De momento sigo en Nuevo México y creo que me daré cuenta de cómo me ha transformado cuando no esté aquí. Pero Egipto sí me ha ayudado a ver la vida de otra manera, para bien y para mal, no idealicemos. A darme cuenta que cosas que damos por sentado como determinados derechos de las mujeres o de la comunidad LGTBI no están garantizados en algunos países del mundo y de cómo te afectan en tu día a día. De cómo puedes entender y querer a gente que no tiene tus mismos valores pero que coincide en lo esencial. Y de darme cuenta de mi facilidad para adaptarme al cambio y del regalo que es tener la capacidad de escribir y de inventar historias para vivir en circunstancias que a uno le pueden parecer incomprensibles. Pero lo esencial es la gente. Creo que esto de vivir en sitios donde no tienes familia ni amigos, ni personas cercanas, te hace perder prejuicios y conocer bien a personas con las que quizá no hubieras tenido contacto jamás y tener experiencias que te hacen comprender mejor el mundo.
—Hay un tono onírico en estos fragmentos, imágenes que rozan lo fantástico, ¿se debe a la distancia de vivir lejos de tu entorno habitual o se trata más bien de un juego literario?
—Ese punto onírico es real. Si te fijas, en la mayoría de los casos, tiene que ver con situaciones objetivamente adversas (el ruido de la ciudad, los homeless hacinados en las calles de Albuquerque). Es una manera de protegerte de algo que realmente te afecta. Yo tengo una manera de ser en la que intento no evitar lo adverso. Por ejemplo, para ir a trabajar podría escoger otro camino, como hace mucha gente. Pero, como cuento en uno de los relatos, quiero ver lo que pasa. Quiero saber, recordarme, que hay gente que vive en la calle, mucha, en un sitio sucio, inhumano. E inevitablemente intento paliar ese dolor (siento ponerme dramática pero es un dolor real) con algo fantástico, onírico. Lo llevo haciendo desde que tengo uso de razón y me ha servido para crear mi oficio de escritora.
—A lo largo del texto se produce una suerte de homenaje a las artes (el cine, la música, la poesía), ¿es algo intencionado, como una celebración, o se debe al imaginario que se ha creado en ti a lo largo de tu vida?
—La verdad es que no me había dado cuenta de esto que comentas. No es intencionado. Como bien apuntas es el imaginario que se ha creado en mí a lo largo de mi vida, el cual es muy ecléctico. En las citas que incluyo antes de algunos de los relatos quería rendir homenaje a otros autores que también han escrito libros cortos de prosa poética y los mezclo con autores de canciones o de guiones de cine, que es otra forma de prosa poética, a veces. Voy de Einstürzende Neubauten a César Vallejo, pasando por Buñuel o Baudelaire. Yo veo la vida, como todos, apoyándome en referencias culturales. Y digo como todos porque no hay que ser especialmente culto para hacerlo, alguien que casi no sepa leer también tiene esas referencias. En mi caso son poco ortodoxas y nada académicas. Siempre he huido de lo normativo, de lo académico y en esas citas está especialmente claro, creo.
—Llevabas cinco años sin publicar, ¿has estado inmersa en algún proyecto, aparte de este?
—En esa nueva novela que comentaba al principio. Es mi proyecto más ambicioso. Creo que en ella vuelco todo lo que he aprendido literariamente estos años y también algo que, con los años, uno va acumulando. La trama tiene cierta complejidad, pero una de mis obsesiones es que lo que el lector reciba sea directo, que no pueda parar de leer y eso tiene un trabajo previo complicado. Pero, como siempre en esto de escribir libros, hay un momento en el que, después de muchas vueltas, lo ves todo claro. Ahora mismo estoy en esa fase de estado de gracia que es por lo que me dedico a esto, no hay nada comparable a esa situación de amor loco. No siempre sé por dónde van a ir exactamente los tiros de lo que escribo pero en este caso sí, tengo el armazón y estoy con la parte más bonita. Además se ha dado una circunstancia muy particular. El tema, en el que llevo pensando todo este tiempo, porque tiene parte de referencias reales, históricas, parece que está en el aire, en el inconsciente colectivo actual. Creo que va a llegar al público en el momento perfecto, coincidiendo con grandes lanzamientos cinematográficos y una situación general que casa con todo esto que llevo años haciendo. A veces las cosas se ralentizan por algo. Disculpen el momento esotérico.
—¿Vas a seguir con tus espectáculos de Spoken word, como el que hiciste hace un par de años, “Estados Alterados”?
—Sí, es uno de los proyectos que tengo para el año que viene. Creo que Adobe es perfecto para esto y ahora que estoy en Estados Unidos, donde hay espacios para este tipo de espectáculos, la idea es publicar el libro en Estados Unidos, en edición bilingüe, con una editorial que ya se ha mostrado interesada y hacer presentaciones por diversos espacios donde el Spoken word en español o bilingüe está muy presente.
—¿Porqué te decidiste a publicar Adobe en Zenda, en un formato por entregas?
—Pues a mí no se me hubiera ocurrido, pero cuando me llegó vuestra propuesta me pareció una idea maravillosa. Yo soy periodista por encima de todo lo demás y siempre he estado interesada en esos modelos híbridos, como el periodismo gonzo, donde la literatura y el formato periodístico se mezclan. Por otra parte, el concepto de folletín y de novelas por entregas me parece el culmen de algo que creo que es muy importante en la literatura: llegar al público. Adobe no tiene una temática propia de este tipo de literatura pero sí tiene una vocación de llegar al mayor número posible de lectores. Es un libro mucho más íntimo y, si quieres decirlo así, experimental que el resto de mis textos. Quizá acabe publicándose en una editorial española, pero de momento, me parecía que este formato que ya cultivaron algunos de mis autores más admirados como Galdós o más recientemente Stephen King en internet, era perfecto para darla a conocer, que es lo que yo quiero porque no soy de esos autores que escriben para uno mismo. En absoluto. Yo escribo para que me lean y para que me quieran.
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