Antes de entrevistar a Matteo Lefèvre es preciso acercarnos sucintamente a su figura, que va desde la esfera pura académica, como profesor titular de Lengua y traducción española en la Universidad de Roma Tor Vergata, a esa intensa labor, fecunda y variada, en la que ejerce su trabajo como crítico, poeta, editor y traductor. Colabora con editoriales y revistas italianas y extranjeras. Hoy nos acercamos a su trabajo como traductor, editor y poeta. En el primero de estos ámbitos, ha traducido narrativa y poesía de importantes autores contemporáneos (Aixa de la Cruz, Andrés Neuman, Jon Bilbao, etc) y ha cuidado antologías en italiano de destacados poetas. Entre ellas destaca la reciente antología que ha traducido, anotado y acercado al público italiano de Antonio Machado (Poesie, Garzanti, 2022), o a las ya clásicas en lengua italiana de José Agustín Goytisolo (Poesia civile, Giulio Perrone Editore, 2006), Gabriela Mistral (Canto che amavi, Marcos y Marcos, 2010; Sillabe di fuoco, Bompiani, 2020), Olvido García Valdés (Poesie, Raffaelli, 2012), Jacobo Cortines (Passione e paesaggio, Elliot, 2017) y Nicanor Parra (L’ultimo spegne la luce, Bompiani, 2019).
En 2021 ha ganado el Premio LILEC para la traducción de poesía, otorgado por la Universidad de Bolonia y por el Centro de Poesía Italiana Contemporánea, por sus versiones italianas de la Premio Nobel Gabriela Mistral. Como editor, desde 2018 dirige, para la editorial Ensemble de Roma, la colección de poesía iberoamericana ultracontemporánea «Siglo presente», donde se publican en italiano algunos de los poetas hispánicos más interesantes de la actualidad. Como poeta, Matteo ha dado a la estampa los libros Salamina e Seattle (2004), con el que ganó el Premio Alfonso Gatto–Opera prima y el Premio Penne–Opera prima; Ultimo venne il porco (2008), y La vera gloria (2022).
Hablamos con Matteo Lefèvre justo en estos días en el que cae el verano y nos sorprende el otoño, dos estaciones que se difuminan en los paralelos del hemisferio Norte en los que vivimos. Será porque estamos en estos primeros días del otoño y la coincidencia de estar esta tarde paseando con él por Via dei Riari en dirección al Jardín botánico, que me viene a la memoria la definición de otoño que da Franco Battiato en una de sus canciones: “La fine dell’estate fu veloce. Nuvole nere in cielo e qualche foglia in terra”.
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—Aunque sea una pregunta que tiene poco que ver con lo que vamos a hablar a continuación, ¿con quién te identificas más dentro de los cantautores más conocidos en lengua italiana, con Battiato, Mahmood o Piero Pelù?
—Primero, gracias por tu atención, Rafa, y gracias por entrevistarme al lado de la casa en que nací hace casi medio siglo (no sé si lo sabías), en aquella Via Garibaldi, que fue también morada de Rafael Alberti. Precisamente en este Jardín Botánico, además, pasé muchas mañanas y tardes de mi infancia, paseado por las mujeres de mi familia, mi madre, y mi abuela, Elena Clementelli, que también fue poeta y traductora y amiga de Alberti durante su estancia romana.
Bueno, vuelvo a tu pregunta. Entre los tres cantautores que mencionas me veo en cierta medida reflejado tanto en Piero Pelù —me refiero solo a su primera época, la del grupo Litfiba— como en Franco Battiato. Me explico mejor: tengo ánimo rockero, sin duda, soy polémico y batallador, en la vida y en la poesía, sin embargo, al mismo tiempo, también soy meditabundo y hasta sofisticado, y me temo que, a veces, incluso huraño, por lo cual me encantan las atmósferas oníricas y suspendidas —la ambientación clásica y lejana, los temas filosóficos, la investigación lingüística— creadas por el músico siciliano.
—Mi rincón favorito de Roma está aquí, Matteo, y como anécdota, el primer lugar donde me alojé en Roma fue en Villa Riari. Pero sepamos más de ti, pues Matteo Lefèvre, a oscuras, con las referencias que solo tenemos suyas a través de su formación y de sus estudios, sorprende por su ambición heterodoxa. Ahora que te tenemos en esta vecindad tan sorprendente y siempre reconfortante de este parque botánico tan singular de Villa Corsini, tengo una curiosidad que quiero que, por favor, nos descubras. ¿Qué es lo que hace que te muevas del ámbito académico universitario, que sigue unos códigos estrictos y formales, al mundo de la traducción, tan complejo y creativo a su vez?
—Digamos que, justamente, yo considero el ámbito académico tan solo como una parte de mi constante, diría que casi neurótica, investigación crítica y literaria: como tú mismo sugieres, es, sin duda, la parte más rigurosa y formal de mi carrera, que, por un lado, a veces puede resultar demasiado estricta y repetitiva, por otro, sin embargo, siempre me ha permitido analizar detenidamente todo fenómeno lingüístico y literario y, de esta manera, avalar también mis aventuras más “comprometidas” en el universo de la actualidad, en mi trabajo como editor y traductor. Dicho esto, seguramente el mundo de la traducción representa para mí un desafío continuo, un espacio de libertad y creatividad, otro río más fresco e, incluso, agitado en que nadar. Y ello sobre todo con respecto a la poesía más viva y vigente en la contemporaneidad.
—En torno a la contemporaneidad y lo clásico, en tu introducción a tu reciente edición bilingüe antológica de la poesía de Antonio Machado me llama la atención la reflexión que haces sobre la literatura de finales del siglo XIX y principios del XX, en la que textualmente indicas que “la literatura tenía todavía una función y una finalidad muy precisas”, que ligas a la construcción del ser y a su idealidad en el plano histórico y espiritual. ¿En qué situación consideras que nos encontramos ahora en el mundo de la literatura y, más en concreto, en el mundo de la poesía, desde tu atalaya privilegiada de editor de poesía contemporánea?
—Con respecto al papel de la literatura, y la poesía de modo especial, en la contemporaneidad, creo que mucho depende del peso social y cultural que ellas tienen en cada país. Sin ir más lejos, comparando el caso italiano con el español, desde mi destartalada “atalaya”, como tú la llamas, yo noto que, mientras que en Italia la poesía hace años está casi desterrada del panorama cultural, en España me parece que sigue teniendo cierta importancia literaria y, en parte, también social, con muchas ocasiones de encuentro entre poetas, tertulias, festivales concurridos, espacio para los autores en las columnas de los periódicos, etc. Añadiría a este comentario de tipo “sociológico”, también la percepción de una vivacidad, una fuerza y una calidad que caracteriza la poesía hispánica en general (en este caso, quiero extender mi mirada desde España hasta Sudamérica), que en mi país últimamente no alcanzo a observar; de ahí, también, mi atención crítica y editorial privilegiada. Dicho esto, y salvando las diferencias, creo que hoy en día, tanto en el mundo de lengua castellana como en Italia —contrariamente a lo que pasó durante siglos desde la Antigüedad clásica y moderna hasta bien entrado el siglo XX—, el poeta y la poesía ya no tienen una función o una finalidad histórica precisas, y menos aún un papel esencial en la definición del ser, en la puesta en juego de valores ideológicos o espirituales. Y es algo que implica tanto a los escritores como a su público, ya que me parece que ambos, hoy en día, ven la poesía sobre todo como una forma de analítica personal, dotada una fruición restringida, hasta privada, más que un mensaje para creer y compartir.
—Quiero preguntarte por tu labor como editor e introductor de la poesía ultimísima en español en Italia. Desde tus colaboraciones con distintas revistas a la colección «Siglo presente» que diriges, desempeñas una labor inestimable en la difusión de nuestra poesía en Italia. Más allá de la tarea tan difícil que te has encomendado, ¿cómo ves ese escenario tan heterogéneo de poetas en lengua castellana a un lado y otro del Atlántico?
—Primero, quiero subrayar que mi compromiso con «Siglo presente», tal como se puede observar con relación a las obras publicadas, siempre me ha llevado a contemplar tanto la poesía ibérica como la sudamericana con el mismo criterio, es decir, si se me permite una metáfora bastante común, como un árbol cuyas raíces, por mucho que con el tiempo hayan surgido diferentes ramificaciones, siguen siendo las mismas y siguen recibiendo un alimento —recíprocamente— asimilable.
—Puede que la metáfora se alimente como las raíces de estos alcornoques en el centro mismo de tu imaginación de poeta, Matteo, ese mar o lago que nos separa de los otros y que diferencia a su vez el mundo de los vivos del de los muertos.
—Me explico mejor. Aunque, como tú anotas, el escenario de las dos orillas es, sin duda, heterogéneo e, incluso, muy distinto según las áreas geográficas y las historias de cada país y hasta de cada región, tanto en la época clásica como en la actualidad, y hasta nuestro siglo XXI, creo que realmente existe una profunda comunión de instancias, tradiciones y sensibilidades entre España y Latinoamérica.
—Nos une no solo el idioma sino la misma humanidad migrante, somos dos territorios que nos hemos alimentado recíprocamente.
—Es cierto, Rafael, pero desde el punto de vista del que te hablo, el que la crítica contemporánea llama visión “transatlántica”, me parece simplemente la constatación de un fenómeno que, justamente, más allá de toda frontera cultural o ideológica, y a pesar de distancias e idiosincrasias, de animadversiones y propagandas, coyunturas y tragedias sociales, reúne muchos pueblos e individuos en nombre del reconocimiento de un origen lingüístico y literario. Además, hoy en día, por razones evidentes, las distancias se han acortado y la comunicación entre estos dos horizontes, hermanados hace siglos por una larga tradición, se ha hecho más constante, así como el intercambio de ideas y poéticas. Ello no impide, naturalmente, tal como pasa en las mejores familias, que también entre hermanos, de vez en cuando, cíclicamente, haya diferencias, incomprensiones atávicas, peleas, reivindicaciones…
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No nos queda tiempo para seguir esta conversación, quedamos emplazados al futuro, ese territorio tan desconocido como la muerte. Conversaremos de nuevo sobre aquellos temas que nos ayudan a encarar los días, quizás no con optimismo, pero sí con dignidad, en Roma de nuevo, o donde el azar nos lleve.
Me ha encantado la entrevista. Tanto a nivel de conocimiento del entrevistador como la del entrevistado. Se nota que son dos personas muy cultivadas y eruditas. Muchos éxitos a los dos!!