Como parte de la nueva etapa que está viviendo la editorial Siglo XXI bajo la dirección literaria de Tomás Granados, debemos aplaudir la reedición del libro Vida de María Sabina: La sabia de los hongos, escrito por Álvaro Estrada, una especie de autobiografía de la chamana oaxaqueña, quien sin apenas hablar español y sin saber escribir fue una de las grandes mediadoras de la sabiduría cósmica ancestral del mundo antiguo mexicano. Gracias a su conocimiento del uso de los hongos alucinógenos y su liturgia, María Sabina (1894-1985) permitió a quien se acercaba a ella extraer de sí mismo aquella parte inefable del ser que se conecta directamente con lo sublime y lo sagrado del mundo. Por otra parte, este libro acerca al lector a los cánticos de los que María Sabina se valía para acompasar la alteración de las consciencias, explorando su sentido poético, que en palabras del escritor Adolfo Castañón no son sólo un vehículo para el trance, sino que, además, contienen valiosos elementos literarios. Como señala Tomás Granados, el libro de Álvaro Estrada es una obra que trata con mucho rigor y respeto el tema del consumo y uso de enteógenos para alterar la consciencia, apartándose de cualquier idea superficial de índole recreativa muy al uso en nuestros días, centrándose más en las posibilidades que ofrece este tipo de conocimiento como una alternativa para la cura y sanación de psiques atormentadas por un mundo que parece carecer de sentido. Pura sabiduría cósmica.
LUIS VILLORO, CIEN AÑOS DE UN FILÓSOFO
El filósofo de origen español Luis Villoro fue una de las figuras que, gracias a la fundación del Grupo Hiperión —en el que participaron figuras como Emilio Uranga, Jorge Portilla, Salvador Reyes Nevárez, Joaquín Sánchez McGregor, Fausto Vega, Ricardo Guerra y Leopoldo Zea— consolidaron la filosofía mexicana moderna. Como dice su hijo, el célebre escritor Juan Villoro, sus intereses le hicieron interrogar a distintos sectores sociales con preocupaciones diferentes, y de alguna manera llevó a cabo una aproximación interdisciplinaria para fortalecer su pensamiento. El pasado 3 de noviembre se celebró el primer centenario de don Luis (1922-2014), autor de una importantísima obra entre la que se cuentan títulos como El sentido de la vida, Páginas filosóficas, Estudios sobre Husserl, El concepto de ideología o La significación del silencio. Discípulo de José Gaos y uno de los seguidores de la escuela existencialista europea, Villoro contribuyó decisivamente a la consolidación en México de una filosofía política de alto nivel, comenzando desde la base de una educación superior de calidad como artífice de la creación de la Universidad Autónoma Metropolitana, así como de la reforma del sistema electoral mexicano y, ya en su última etapa vital, dando forma a la comprensión cabal del mundo indígena como parte de una pluralidad social más allá del centralismo. Hombre rebelde en el sentido camusiano, don Luis reflexionó mucho sobre la manera en que el mundo indígena tenía que sobreponerse al desgarramiento interno provocado por el mestizaje para recuperarse a sí mismo salvando el pasado prehispánico para enfrentar el futuro de manera digna y coherente con los nuevos tiempos. Como ha señalado recientemente el antropólogo y sociólogo Roger Bartra, esta inclinación por el mundo indígena mexicano lo acompañó toda su vida, desde que en 1950, con apenas 28 años, publicara el libro Los grandes momentos del indigenismo en México, interés que nunca se apagó y que experimentó una fuerte reactivación en 1994 con el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, a cuyo lado se instaló desde el primer momento poniendo al día su propio pensamiento, expuesto casi medio siglo antes en su libro germinal, el cual termina con un capítulo titulado «Lo indígena como principio oculto de mi yo que recupero en la pasión», el cual representa sin duda una de las joyas del pensamiento filosófico mexicano contemporáneo, revelando una serie de ideas que seguirán irradiando influencia en los mexicanos y mantendrán vivo a su autor otros cien años y muchos más.
DE LO POLÍTICAMENTE IMPORTANTE
El filósofo español Fernando Savater visitó hace pocos días la Feria Internacional del Libro de Oaxaca, donde habló del lenguaje políticamente correcto, y expresó una idea que hay que repetir hasta la saciedad, porque parece que hay una especie de plaga mental que no entiende que lo importante de los problemas es resolverlos y no envolverlos en capas de lenguaje que acaban ocultándolos o dirigiendo la atención hacia donde menos hace falta, pues es un poco absurdo, como dio a entender el autor de Aquí viven leones, buscar fórmulas enrevesadas para referirnos a determinados colectivos de personas que no sean ofensivas. “Los seres humanos», puntualizó, «somos todos igualmente humanos, por lo que la búsqueda no tendría que ser en torno a la perífrasis para endulzar nuestro aspecto o nuestras limitaciones, sino en encontrar remedios a los verdaderos problemas que tienen las personas, que no son verbales, sino de una índole muy distinta; pero en nuestra época hay esa especie de no llamar a las cosas por su nombre y así, a lo mejor, dejan de ser lo que son, y creo que eso es un error”. Esperamos que esto mismo le haya dejado claro al presidente Andrés Manuel López Obrador, con quien tuvo un encuentro en esta visita a México, pues el mandatario mexicano suele decir, en absurdas perífrasis, que quien es crítico con alguna de sus acciones es «un nostálgico partidario de los tiempos neoliberales y conservadores», «un enemigo del pueblo». Así que al pan, pan, y al vino, vino.
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