Esta es una novela de expiación, el relato de una culpa que nadie se quiere atribuir, uno de los peores crímenes que un ser humano puede infligirse; el asesinato de sus ilusiones de juventud.
De joven, viví una aventura paralela a la de Los Invasores, un grupo barcelonés de poprock de reminiscencias sixties compuesto por cuatro personas cuya amistad pasará por toda clase de vicisitudes y que acabará como suelen terminar la mayoría de las bandas; devorada por los celos y el ego impenitente de algunos o todos sus miembros. Como cantante, bajista y compositor de Los Negativos tuve la suerte de vivir aquellos bulliciosos años 80; la Barcelona preolímpica, el Madrid de los garitos de Malasaña. Ésta no es, sin embargo, una autobiografía encubierta. Ésta es la historia de Los Invasores, una chica y tres chicos barceloneses que sueñan con comerse el mundo con sus canciones eléctricas, con sus ropas de colores y con su esplendorosa juventud.
El efecto estroboscópico no es fruto de una idea afortunada o de la inspiración de una musa generosa, sino que se fue gestando durante más de 35 años, ya que ese ha sido el camino necesario por el que como autor he debido transitar para crear a Claudia Poy, el personaje central de esta novela, y prestarle mi voz y mis ojos. También le dejé una caja de cartón polvorienta llena de fotos y recuerdos para que los usara en caso de necesidad.
Las luces estroboscópicas permiten crear el efecto óptico por el cual un cuerpo en movimiento se nos antoja inmóvil. Esa es la luz que he ido proyectando sobre mis personajes y los diferentes momentos de sus vidas. Es apasionante la experiencia de ser autor. Es lo más parecido a ser Dios. Creas unos seres a los que dotas de una impronta que supuestamente marcará su camino en la obra y, sorprendentemente, acaban rebelándose contra ti, actuando a su libre albedrío, pecando constantemente contra la ley del autor y ganándose a pulso la expulsión del paraíso. Sin embargo, admito que la contemplación de sus pequeñas insurrecciones me maravilla. Los libros terminan por escribirse solos o tal vez, los escribe algún duende cuando el autor está por otras labores.
No fue tarea fácil dar con un editor para El efecto estroboscópico. Los músicos que escribimos somos una especie aparejada a la de las modelos que cantan. Así, de entrada, nadie apuesta por nosotros y en el mejor de los casos se nos mira con condescendencia. Además, sólo había publicado una novela previa, L’afer Whitestone, en catalán y en una editorial tan chiquitita como aquel barquito que no podía navegar. A Sílex ediciones, una pequeña editorial madrileña que publica libros de historia y música, no le importó que fuera músico. Además, el azar quiso que la portada que yo tenía en mente para mi novela, un homenaje a las de las biografías de grupos musicales de la colección “El juglar” de Editorial Júcar, fuera diseñada por la misma persona que se encargó de las mismas.
Decía al principio que esta novela es una expiación. Algunos de mis lectores coinciden en que es una historia dura, dolorosa. ¿Acaso no lo es descubrir que el autor es culpable o cuanto menos cómplice de esa culpa que uno pretendía sacarse de encima como quien se despoja de una camisa sucia?
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Autor: Carles Estrada Casabona. Título: El efecto estroboscópico. Editorial: Sílex. Venta: Todostuslibros
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