Mariano Rajoy ha escrito 136 palabras, divididas en dos párrafos, para completar “Casi insuperable”, la primera columna de su sección de comentarios deportivos sobre el Mundial de Fútbol de Catar que le va a ir publicando el diario digital El Debate. La sección se titula Así fue (o no).
Este título, que tiene algo del latiguillo mítico de Kurt Vonnegut en Matadero 5, quiere dar cuenta de esa mente disyuntiva y negociadora de potencialidades que habita en el antiguo presidente del gobierno de España. Que las cosas son y no son, que la vida va y viene, que esperaremos. Sin embargo, aceptado el guiño, uno ve poco sensato hacer periodismo desde lo inconcreto, mayormente si trata sobre fútbol, donde las cosas son siempre inusualmente ciertas, en virtud de esa herramienta ontológica afilada y demoledora: el marcador. El 7-0 fue, y caben pocas posibilidades de que no fuera.
Así fue (o no) sería un gran título para unas memorias, pues establecería la permeabilidad del pasado ante las manipulaciones del presente movedizo desde el que se evoca. Uno, según pasan los años, no está seguro del todo de haber sido, ni siquiera, presidente del gobierno de España. Sin embargo, cuando Rajoy ha escrito algo parecido a unas memorias, las han titulado Política para adultos (2021), dejando de lado, suponemos que por desacreditador, ese titubeo que vende como encanto en la perplejidad.
El periodismo, a la hora de dar a alguien un espacio en sus páginas de opinión, suele privilegiar tener algo que decir mucho antes que ser el que lo dice. Saber escribir también ayuda un poco a que te paguen por escribir. La experiencia y la especialización en un área determinada son valores que asimismo pueden amortiguar la falta de todo lo anterior: no escribe muy allá, pero nadie sabe más de Mongolia que este tipo.
Mariano Rajoy sabe de fútbol lo mismo que un aficionado promedio: nada. Esto no obsta para que pudiera hacer con esa nada una columna sustancial. No es el caso. Su texto maravilla por la capacidad para abundar en el vacío filosófico de las barres de los bares cuando hay fútbol por la tele, por esa suerte de palabrería de segunda mano que pasa de boca en boca y llena la vida de espumas y burbujas. Se puede vivir eternamente atrapado en el eco de inteligencias lejanas.
“Casi insuperable”, empieza planteando justamente esa nada contemplativa: el 7 a 0 de España a Costa Rica es “casi insuperable”. Lo cierto es que un 8 a 0 lo supera. Y un 9 o 0. Y quizá un 10 a 1. Al considerar que algo puede ser “casi insuperable”, el columnista traiciona el espíritu de estas piezas periodísticas, que no es otro que la necesidad de dar certezas a los lectores. “Insuperable” es el titular de un columnista. “Casi insuperable”, de un político.
Es en la novela donde uno tiene espacio e intimidad para la duda; en la columna se escribe para tener razón, precisamente porque se escribe para darle a los lectores al día siguiente algo a partir de lo cual posicionarse, a favor o en contra. “Sí, fue insuperable”, dirían algunos ante una columna titulada “Insuperable”; “No, la final de la Eurocopa contra Italia sí fue insuperable”, dirían otros.
La primera frase de la columna de Rajoy resulta también gaseosa: “Es mi primer comentario en la sección Así fue (o no).” Invita a seguir de esta manera: “Esta es la segunda frase de mi primer comentario en la sección Así fue (o no)”. Y a cerrar con gloria: “Aquí acaba mi comentario en la sección Así fue (o no)”.
No sería mala idea probar a publicar mañana los periódicos con un titular a cinco columnas que dijera: “Este es el periódico de hoy”. Abocar a la gente a la redundancia intelectual quizá despierte algunas conciencias.
Después, el ex presidente y actual analista deportivo desgrana sus opiniones sobre un partido de fútbol que seguramente vio toda España. Sus opiniones son que España ganó 7-0, que ése es un buen resultado, que Gavi metió un “golazo”, que los cambios se hacen para dar descansos a los jugadores, que Costa Rica es Costa Rica, que Arabia Saudí y Japón son Arabia Saudí y Japón, que no hay enemigo pequeño, que Alemania es Alemania y que Alemania gana casi siempre.
En rigor, es muy coherente decir que la primera frase de tu columna es la primera frase de tu columna si después todos los países del mapa mundi resultan ser ellos mismos, y no Burundi.
Con todo, la palomitería del cliché de esta pieza de 136 palabras de Mariano Rajoy es casi insuperable, en efecto. Sólo el apunte “un comentario para listos” resquebraja la tersa pendiente hacia la nada absoluta que propone el texto. ¿Quiénes son los listos? Rajoy, entre otros, pues osa ponerse por encima de ellos señalando que Costa Rica no es Brasil, sino Costa Rica, algo de lo que mucha gente (por daltonismo) quizá no se haya percatado.
Salvando ese desliz a cuenta de la soberbia, “Casi insuperable” es toda una lección de columnismo y gobernanza de la palabra, vista como instrumento con el que se rellenan de aire comprimido los huecos del periódico.
En un colegio de Mallorca han sido expulsados treinta alumnos por tener una bandera nacional en apoyo de la selección. Ustedes perdonen que no sigamos sus lecciones de columnismo deportivo desde el refugio, pero es que las bombas que despedazan a los que estamos fuera no nos lo permiten.
Si este es el nivel intelectual típico de lo presidentes de gobiermo de este país, cosa que ya podíamos intuir o no, aviados estuvimos, estamos y estaremos por las concomitancias que acarrea, por sí mismos y por los que le rodean de la misma ralea, ralea intelectual, claro. Incluyendo ministros de educación maleducados, de interior que se dejan espiar, etc. Es una desgracia nacional que lleguen a puestos de responsabilidad estos especímenes con semejantes carencias intelectuales.
Tal como están las cosas, la gente sensata, culta y con principios no pasa de concejal. Ser presidente de gobierno o ministro es lo más parecido a trabajar en un restaurante de comida basura, con mis respetos a los que allí trabajan: tener buen currículum es un inconveniente.
El señor Alberto Olmos es incapaz de captar la fina ironía de Rajoy. No es de extrañar que tampoco la grandeza de Bob Dylan