¿Qué fin perseguía un cuadro (óleo sobre tabla) como los Juegos infantiles de Pieter Brueghel, pintado hace aproximadamente 500 años? ¿Para qué servía el célebre tríptico de El jardín de las delicias de Hieronymus Bosch, una de las obras más visitadas del Museo de El Prado? Preguntas como éstas enredan a los especialistas en historia del arte, cautivan en debates que se extienden durante décadas, mueven a investigadores y despiertan la imaginación de los visitantes. Sin ánimo de entrar en sutilezas, podemos convenir en que en obras como éstas late un principio didáctico.
Serafina. El cumpleaños, la última obra de Albertine, se construye con estos mismos principios. Su propia configuración como libro de cartón de gran formato recuerda la estructura de paneles de aquellas obras renacentistas. Cada doble página ofrece una secuencia argumental. La trama que articulan estas tablas es sencilla: Serafina cumple años hoy. En compañía de sus amigos, con los que comparte una gran casa en el campo, organiza una fiesta para celebrarlo. La historia se compone de siete paneles mudos que podrían titularse: “El despertar”, “El aseo”, El desayuno”, “Los preparativos”, “La fiesta (interior)”, “La fiesta (exterior)” y “La despedida”. Siguen, por tanto, el orden natural del día y muestran el acontecer de este tipo de celebraciones.
Aunque la lección es sencilla, sus enseñanzas resultan fundamentales para el niño, pues fija hábitos y ritos, así como una idea esencial en los procesos de cultura: la distinción entre el momento de ocio y el momento de labor (incluso en los días de fiesta), entre la preparación y la recogida del fruto. Una educación en la hospitalidad y en el agasajo.
Hasta aquí, el didactismo. Y a partir de él, lo mismo que se dijo a propósito de las grandes obras del comienzo: miniatura y narración, curiosidad y juego. Albertine presenta a sus protagonistas en la contracubierta, de manera que podemos ponerles nombre y seguir su peripecia a lo largo del día, gestos cotidianos o extravagantes que mueven a sonrisa o a carcajada. Son seres droláticos (un parecido más con el grotesco del Bosco), como acostumbran a aparecer en la obra de esta ilustradora: animales y humanos entremezclados, seres indefinidos e híbridos, caprichos exuberantes que se confunden con el propio entelado o decoración de las paredes (la casa entera es un ser vivo, un principio orgánico rige la imaginación de Albertine). De manera que, en este hogar de fantasía, el lector puede seguir y contarse infinidad de historias insertas en la narración general, mil historias diminutas caben en una historia sencilla y grande, mil acciones son contenidas en el espacio ubérrimo de la casa-libro.
Ésta es, al cabo, la gran lección del didactismo drolático: la contemplación del mundo como un espacio y un tiempo ricos, del acontecer como una suma de matices que confirman la fiesta, compleja y colectiva, de la vida.
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Autora: Albertine. Traductora: Andrea Bescós. Título: Serafina. El cumpleaños. Editorial: Libros del Zorro Rojo. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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