Soy WEIRD. Y tú, que me estás leyendo, seguramente también. Hemos crecido en una sociedad occidental, educada, industrializada, rica y democrática. Esto nos hace peculiares, raros. Y el motivo de esa singularidad no es otro que la lectura. Leer nos ha hecho así. La alfabetización ha modificado nuestra biología. La cultura ha alterado nuestro cerebro. Somos una revolución evolutiva a nivel psicológico y también neurológico. Mírate en el espejo. Somos individualistas, analíticos, queremos tenerlo todo bajo control y nada conformistas. Además, tenemos otro rasgo que nos delata, la culpa —ese veneno inoculado en nuestra sangre por el catolicismo y sus derivaciones—. Si en lugar de ir esta tarde al gimnasio, te quedas en casa viendo una serie en Netflix, te acabarás sintiendo fatal, porque la culpa está sometida a la autoevaluación y al criterio personal. Pero hay más, mucho más, un montón de aspectos —percepción, memoria, atención, motivación…— que han configurado a las poblaciones WEIRD (Western Educated Industrializated Rich Democratic) a lo largo de los tiempos. ¿Te reconoces en las frases de este párrafo? Seguro que sí. Por si todavía no lo tienes claro, te voy a hablar de una de las características que tenemos los «raros» y que nos delata: el efecto dotación, damos un valor excesivo a nuestras posesiones. Más detalles de nuestro retrato robot: sobreestimamos nuestros talentos, buscamos tener el mejor aspecto posible y nos encanta tomar nuestras propias decisiones. Si buscas confirmar la cantidad de WEIRD que hay en tus genes, haz una prueba: imagina que un amigo ha robado, tú lo sabes, la policía lo ha detenido y debes ir al juicio a declarar. Un raro sabe bien lo que tiene que hacer: decir la verdad, denunciar a su amigo.
En Las personas más raras del mundo (Capitán Swing, 2022), el biólogo Joseph Henrich —licenciado en Antropología e Ingeniería espacial, que ha dirigido equipos internacionales para explicar las diferencias psicológicas entre las distintas poblaciones del mundo— explora las relaciones entre cultura y psicología para saber cómo somos y de qué forma nos hemos moldeado los individuos de las sociedades occidentales. Hasta el año mil cualquier apuesta habría sido por China o los países islámicos, sin embargo, Europa los barrió a todos. ¿Por qué? Porque sus habitantes estaban preparados para el mundo moderno: éramos anómalos. Durante los siglos siguientes ese carácter diferente se siguió esculpiendo gracias a la evolución del pensamiento y de la religión en el continente, y, sobre todo, por el tsunami que supuso la Revolución industrial, un cambio político, económico y social, que, en cierta medida, ya había comenzado a gestarse en el Renacimiento, y que se exportó al Nuevo Mundo y caló hondo en América del Norte. Lo más «raro» de todo esto es que el 12 % de la humanidad hayamos impuesto nuestras rarezas como norma en todos los estudios psicológicos. Este fue el dato que impulsó al antropólogo a escribir su obra.
Hay tres preguntas troncales en este libro: 1) ¿Cómo podemos explicar la variación psicológica en todo el mundo? 2) ¿Por qué son las sociedades WEIRD particularmente inusuales, tanto como para ocupar con tanta frecuencia los extremos de las distribuciones globales de la psicología y el comportamiento? y 3) ¿Qué papel desempeñaron dichas diferencias psicológicas en la Revolución Industrial y en la expansión europea por todo el mundo durante los últimos siglos? Tres cuestiones a las que Joseph Henrich responde dejando de lado el academicismo para formular su tesis gracias a un buen puñado de provocación y a unas enormes dosis de entretenimiento. Porque si por algo destaca esta historia de la modernidad —este tratado sobre las rarezas mentales y sociales de los occidentales— es por su amable, entretenida y fácil lectura.
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Autor: Joseph Henrich. Título: Las personas más raras del mundo. Traducción: Jesús Negro. Editorial: Capitán Swing. Venta: Todostuslibros
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