De cómo nace el impulso que nos lleva a escribir podríamos divagar durante toda la eternidad y difícilmente llegaríamos a dar en el blanco. El impulso de escribir es tan misterioso que se parece a ese punto ciego que rodeamos a tientas, trastabillando, pero jamás alcanzamos. O como dijo Stanley Kubrick a propósito de sus películas, la razón de por qué se elige un tema es tan insondable como explicar por qué una persona nos resulta atractiva. Por eso me centraré en los márgenes del nacimiento de este libro, un libro que nació una vez y ahora renace redivivo.
El título responde a que todos los cuentos nos narran historias que son «un tango», en el sentido de que los personajes se lamentan de lo perdido, sienten nostalgia, se quejan por algo injusto. El título responde al imaginario del tango (en cuanto a las letras), pero también a ese tono a veces nostálgico, a veces pasional de la música del tango. Aunque no os creáis que solo hay drama, también hay mucho humor. La ironía, ese humor triste y resignado, siempre termina despuntando en mi escritura.
Y los temas son muy diferentes también. Una mujer con Alzheimer empieza a hablar de su pasado nazi en un pueblo de las sierras de Córdoba (Argentina); un vampiro pianista de jazz nos habla de una técnica prodigiosa; Medea nos confiesa cómo mató a sus hijos; un indígena comprueba cómo los incas han arrasado con su pueblo; una mujer obsesionada con la limpieza queda boquiabierta al comprobar en qué puede convertirse una mancha de café; una niña espera el fin del mundo maya; Heliogábalo recita una elegía mientras muere ahogado en las aguas del Tíber…
Confieso que soy más de novela que de cuento. Por eso, para mí, los textos cortos son un espacio de completa experimentación, de búsqueda, de laboratorio. Al releer los Tangos ahora, me doy cuenta de que estaba ensayando estilos distintos. Hay cuentos con una prosa más orgánica, musical (le doy muchísima importancia a la prosodia, a la musicalidad de la prosa, que es hacia donde tiende mi escritura), y otros más contenidos, con un lenguaje más neutro y donde importa más la imagen, el concepto.
Porque pienso que cada texto pide un estilo y un tono distinto. En este sentido, me parece que cuando escribo siempre me pongo al servicio de la voz que narre el texto. No la fuerzo, solo escucho su dictado y le hago caso. Pero lo que sobre todo no quiero es que se vea al escritor. Siempre intento desaparecer del texto, que no se note mi presencia, que el narrador/narradora no sea la misma persona que soy yo. Me interesa calzarme los zapatos de otro, imaginar otra conciencia y otra mirada del mundo, la que sea que esté contando esa historia. Desaparecer, aconsejaba Enrique Vila-Matas, camuflarse, esconderse bien cerca del punto ciego, de lo insondable.
—————————————
Autora: Verónica Nieto. Título: Tangos en prosa. Editorial: Trampa ediciones. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: