Siempre que podía, viajaba de noche. Me refiero a hace muchos años, cuarenta o más. Y a viajar en moto, o automóvil. Las carreteras no eran tan buenas como ahora, los viajes eran más lentos y cuando tenías uno o varios camiones delante y muchas curvas, podía ser horroroso. Por eso prefería salir de Madrid hacia la medianoche para llegar a mi destino al amanecer. Me gustaba la carretera desierta, la cinta negra de asfalto con las marcas centrales iluminadas por los faros, la cabeza despejada para pensar. Cuando dejé la moto y me pasé al automóvil, escuchaba música de la que contaba historias –canciones de Juanita Reina, Carlos Gardel, Los Chunguitos– en la soledad de la noche, manteniendo a raya el sueño con los cafés solos dobles que tomaba en las ventas de carretera, en mostradores con llaveros, navajas de Albacete, cassettes del Fary y de Bambino, habitados a esas horas sólo por algún camionero insomne o una pareja de la Guardia Civil.
Anduve así muchos años, antes de que se doblaran las carreteras en tramos de opuesta dirección, se multiplicaran las autopistas, y los trayectos en automóvil, al poder hacerse con más comodidad y en menos tiempo, cambiasen la forma de viajar. Pueblos y ventas de carretera por donde antaño solía pasar quedaron fuera de las rutas principales, o desaparecieron, sustituidos a menudo por esos espacios sin vida y sin alma adosados a gasolineras que, al menos en mi caso, invitan poco a detenerse. De aquella lejana época viajera conservo nostalgias y recuerdos agradables. También anécdotas divertidas, como la del biberón de mi hija Carlota.
Viajaba con la cría, que tenía seis meses, y con su madre, de Madrid a Cartagena. Le habíamos hecho, como acostumbrábamos, un nido con cojines y colchones en la trasera del automóvil, para que durmiera bien protegida. Y a eso de las dos o tres de la madrugada, en mitad de La Mancha, la enana se despertó llorando, pues reclamaba su biberón. Llevábamos uno preparado, en previsión de calentarlo en alguna venta, pero esa noche todas estaban cerradas. Ni un lugar abierto, ni una luz. Nada de nada. La cría reclamaba a pleno pulmón sus derechos, mas no había manera. Y entonces vi, a un lado de la carretera, unas luces rojas, verdes y azules y un cartel luminoso. Club Paraíso, ponía. Mi mujer, que me vio la intención, dijo: «Ni se te ocurra». Pero yo ya estaba aparcando en la puerta.
Y ahora háganme el favor de imaginar la escena. Era un club de los de antes, con luz violeta y mujeres –españolas todas, eran otros tiempos– más bien maduras y con aire fatigado, vestidas de largo en plan elegante. Una barra con un camarero que parecía un salteador de caminos de tiempos de Curro Jiménez, un cliente aburrido conversando con él y con una de las damas, y media docena de presuntas animadoras de una noche escasamente animada. Y ahí entramos, yo de explorador, y detrás la madre con la cría en brazos, envuelta en una manta. «Buenas noches –saludé–. ¿Podrían calentarle el biberón a mi hija?».
Se volcaron. Las mujeres rodearon solícitas a la criatura y a la madre, acomodándolas en un sofá tapizado de rojo, bajo un infame cuadro erótico –una Venus que habría causado un derrame cerebral a Velázquez–. Se movilizaron para atendernos, y hasta el cliente y el camarero patibulario pusieron de su parte. Mientras éste calentaba el biberón al baño María, ellas le hacían monerías a Carlota, se la pasaban unas a otras con cuidado y la mecían para que dejara de llorar. Una abrió el bolso y nos enseñó fotografías de su hija y su nieta. Y cuando nos devolvieron el biberón ya templado, mirando a la cría zampárselo con verdadera ansia, otra quiso tranquilizarnos. «No se preocupen –dijo–, que aquí está todo muy limpio».
Cuando mi hija despachó el biberón nos despedimos para seguir viaje, y nos acompañaron a la puerta. Yo le había dado al camarero un billete de quinientas pesetas, agradeciéndole el servicio; pero la que nos había mostrado las fotos se lo quitó de las manos y me lo devolvió. «Faltaría más –zanjó, rotunda–. Todas tenemos hijos o familia». Y ya en la puerta, cuando nos dirigíamos al coche, añadió: «Que la críen ustedes con salud».
Y así fue. Carlota tiene hoy 38 años, se crió con salud, y cuando le cuento aquella historia, sonríe. Y cada vez que paso en coche cerca del lugar donde estuvo el puticlub –un solar ahora en ruinas, invadido por las zarzas y con la valla rota–, también yo sonrío recordando aquella extraña noche. Y en cada ocasión pienso lo mismo: estén donde estén, si es que todavía están, gracias, señoras.
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Publicado el 18 de diciembre de 2022 en XL Semanal.
Una mañana tempranera de principios de los 70 mi padre nos llevó
A desayunar a mi hermano de 6 años y a mí con uno más a un club de carretera porque todo estaba cerrado, no sé si porque era festivo. Entramos en un lugar oscuro que olía a humo pesado de cigarrillos y lejía, una barra
Levemente iluminada por detrás por las primeras luces filtradas del día y muchos dorados, negros y rojos. Una mujer cuarentona, desgastada y de un rubio teñido muchas veces nos acogió
Con solicitud y cariño y nos sirvió leche humeante y magdalenas. Se acercaron dos mujeres más y nos hicieron carantoñas y preguntas ingenuas. Una conversación quizás subida de tono de otras dos chicas fue terminantemente cortada por la mujer mayor: cuidado, que hay niños!
Volvimos a la carretera y nunca olvidé el cariño, solicitud y respeto con el que nos trataron aquella fría mañana de marzo.
No sé si sería el mismo Club o todos eran así, sólo tenía siete años.
Lo que dignifican las cosas son las personas, las PERSONAS con mayúsculas. Las personas dignifican las cosas, los lugares, los actos, los hechos, el devenir. Y hasta me atrevería a decir que incluso los oficios aunque haya quien se rasgue las vestiduras. Porque hay oficios indignos que los ocupan personas que los hacen indignos como el oficio de la política o el de financiero, oficios que tendrìan que ser anunciados obligatoriamente, por ley, con luces de neón color violeta. Y nada de ninguna Venus, sino un cuadro del infierno de Dante, como los de Boticceli.
Excelente don Arturo. Parece un cuento muy apropiado para Navidad, digno de Dickens, real, pero que en mi ha despertado una metáfora. La metáfora de la dignidad perdida (a pesar de los privilegios) y de la dignidad conservada (a pesar de la dureza de la vida).
¡Feliz Navidad a todos! Ah, y… ¡vivan los belenes!
Me gusta la explicación y enseñanza del relato
En el año 1983, estando en el servicio militar, regresábamos, ya de noche, al cuartel despues de realizar un servico de escolta. Hacía un buen rato que había empezado a nevar y de pronto la siata, como se llamaban los vehículos que utilizábamos, empezó a dar tirones hasta que se paró. En una época sin móviles, el panorama pintaba mal. Nieve, noche, frío y nosotros ahí tirados. Un poco más adelante se veian las luces de lo que resultó ser un puticlub. Lo único abierto en varios kilometros. Como no quedaba otra, mientras el conductor se quedaba en la siata, el otro compañero y yo allá que nos encaminamos hacia el garito. La entrada fue digna de película. Dos tios de 20 años, con casco blanco, que no se sabía si era blanco porque era blanco o por la nieve que tenía encima, subfusil colgado a la espalda y muertos de vergüenza, pidiendo por favor nos dejaran utilizar un teléfono. Pasado el estupor inicial de vernos entrar con esas pintas, se volcaron con nosotros. Las chicas, los camareros y hasta el matón del antro. Nos dieron un café caliente y llenaron un termo para el que se habia quedado en el vehiculo. Cosas de agradecer que nunca se olvidan.
Que interesante reflexión caballero.Todo lo que ha expuesto es verdad.Yo le pregunté a un Argentino que por qué los argentinos emigraban tanto si era un país de grandes recursos naturales, y me contestó….Los países son sus gentes..Gran verdad que jamás he olvidado.
Apostilla a mi comentario.
Para quienes no estén de acuerdo conmigo, cosa que respeto, recordarles la Palabra del Maestro. Curiosamente, el Maestro, acogío a la prostituta y le perdonó los pecados, según creo recordar, nos dice San Lucas. Sin embargo, condenó y expulsó a los cambistas del templo (financieros) y sus diatribas contra saduceos y fariseos (políticos y clero). Y recordar la condena de Juan el Bautista al político Herodes.
Leer al Sr. Pérez-Reverte y comentarios como los que se hacen al artículo, me llevan a pensar que no todo está perdido… Que todavía tenemos alma en este país nuestro y personas con dignidad y capacidad para cambiar lo que, en ocasiones, parece inevitable… Saludos
«Quien esté libre de pecado, tire la primera piedra», dijo, mirando a aquella multitud que tal vez no vendió su cuerpo, pero sí el alma. ¡Cómo nos conoce!
Piénselo bien. Aunque suene demasiado sentencioso. Todas las multitudes han vendido su alma: en el circo romano, en una revolución, en un estadio de fúrbol (de nuevo escribo adrede la erre dichosa), en un salvaje destrozo antisistema o en una manifestación pro-loquesea. Porque todas las multitudes, todas, siempre han sido manipuladas. Y no da mayor placer a una multitud que la lapidación, aunque sea virtual.
Solamente en la fe, la esperanza y la caridad individuales está nuestra salvación; y no me refiero a la del más allá sino a la de aquí.
Pero las multitudes suelen recular ante alguien valiente, íntegro, ante la firmeza de convicciones y la honestidad. Y, claro, nadie mejor que el Maestro y su Palabra.
Nada mejor que estos días (aunque deberían ser todos) para recordarlo. Belenes, villancicos, familua, hogar,
¡Feliz Navidad!
No lo encuentro sentencioso en absoluto. El hombre es un hombre; la multitud es una hiena. La salvación terrenal y la eterna son indisociables, aunque no siempre sepamos leer los renglones torcidos de Dios.
¡Feliz Navidad!
Digno de elogio. Leo todos sus artículos en XLSemanal, pero este me ha parecido de lo más conmovedor y humano.
Entrañable.Aunténtico homenaje a mujeres y hombres, sea cual sea su situación o condición.GRACIAS por ser persona agradecida.
Que importante sería que supiéramos y pudiéramos sumergirnos de vez en cuando en lo profundo del prójimo; y entender que no todo es lo que parece, o incluso, en donde pareciera que hay solo malezas, también hay flores hermosas.
Excelente su historia señor Arturo.
Para usted y para este grupo de amigos desconocidos: ¡Feliz Navidad!.
Buenísimo, como siempre, don Arturo.
La inocencia suscita veneración. Seamos creyentes o no, nuestra imagen de Dios siempre estará asociada a un Niño y a su Madre. Una sociedad tiene esperanza cuando los niños son sagrados. Esto me trae a la memoria la escena de ‘Los contrabandistas de Moonfleet’, cuando el niño conoce al que será su amigo, y al que se ganará por su inocente lealtad. «Si no os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos». ¿Qué máxima encierra mejor que ésta toda la sabiduría divina?
Los niños sagrados y las familias como institución mil-milenaria y la patria potestad, todo ello sagrado, eterno, patrimonio humano, desde que bajamos de los árboles… o antes. Esas instituciones que ahora, unos cuantos deshumanizados (porque las ideologías fanáticas deshumanizan), quieren hacernos creer que son franquistas y que son prescindibles. Como la ley trans antinatura que acaba de ser aprobada para constituir un paso más en la desmembración de la familia. El individuo inerme, solo y vacío ante una sociedad hostil, orwelliana. ¡Maldita por siempre sea la ingenieria social!
Y detrás, un intento de ideologización, de lavado de cerebro a los niños, para convencerlos de que todos son trans. La disolución total del individuo, de la familia, de la especie, en una sociedad líquida, como diría Bauman. Orwell y Matrix, todo en un mismo paquete, como las ofertas de las operadoras de telefonía.
Pero, bueno, estamos en Navidad, disfrutemos de nuestros últimos días en el paraiso…
De nuevo, feliz Navidad.
Absolutamente de acuerdo. Acuérdese: Herodes envió a sus soldados y destruyó a las familias de Belén al asesinar a los niños, los Santos Inocentes. Buscaba a otro Niño, a otra Familia, pero fue en vano. A los pocos años, su tiempo concluyó, murió de mala manera y la Sagrada Familia pudo regresar. Y éste no es un cuento navideño, sino Historia que se repite y que acabará, indefectiblemente, en la victoria de la Madre y el Niño. Por cierto, ¿se ha fijado que en ese arquetipo del patriarcado que es la Sagrada Familia, el primero es el Niño, luego la Madre y por último, el padre? ¡Qué patriarcado tan raro el patriarcado ése! ¡Feliz Navidad!
Excelente y genial comparación, sr. Wales. Al final, si esta humanidad se salva es por que se ha salvado la familia.
El concepto del patriarcado es un invento moderno de la izquierda retrógrada, revanchista, absurda y malencarada apoyada por los progres antropólogos sociales, buscadores e inventadores de eternos vacíos. El papel de la mujer y de la madre siempre ha sido fundamental en esta sociedad. Pero, bueno, si algo se quiere tergiversar seguro que se tergiversa.
Enhorabuena por un cuento tan tierno y me atrevo a decir, Navideño.
Casi todos tenemos alguna anécdota con los «Puticlubs», yo, destinado por los madriles, a ciertas horas cuando patrullaba por esos pueblos de Dios y no habiendo ningún otro sitio donde tomar un café, he parado mas de una vez en uno cerca de Fuentidueña del Tajo, un lugar como dice el maestro, con una decoración de gusto dudoso, pero con profesionales la mayoría de Sudamérica, de trato fenomenal por parte del personal que trabajaba allí y es que el dinero, la mayor parte de las veces, no da clase, ni educación y lo digo con conocimiento de causa, con mucho personal he tratado a lo largo de mi carrera profesional y un buen traje y planta, la mayor parte de las veces no te hace buena persona.
Lo mejor es al otro día cuando le digo a mi mujer, ¿A qué no adivinas donde tomé anoche café?.
Magnifica historia…..
Pues es un relato entrañable en esas carreteras de entonces pasabn muchas cosas y creo que la mayoría buenas tambien las viví y a mi tambien me gustaba la noche para conducir, el cafe doble o la CocaCola eran nuestros aliados para combatir el sueño, pero eramos jovenes y aguantabamos mejor el viaje.
Malas carreteras y buenos compañeros. ¡Cómo ha cambiado todo!
Que bonito y como me identifico con esos momentos de aquellos tiempos. Saludos y felices fiestas a toda la buena gente.
Viajar de noche, sin la «masa» saliendo en tropel de vacaciones de día, o saliendo, pero vas de noche solo en la carretera y tranquilo, es mucho mejor. También con menos peligro (hay más peligro con las personas que con la carretera en sí). Salvo que el coche se estropee o tengas una «urgencia». Se llega muy bien por España, sobre todo en verano, el clima acompaña, a todas partes, Albacete incluido y también Cuenca que existe por lo visto o Tarragona si hace falta… Más vidas e historias que un gato, Ud. Don Arturo, tiene. Sólo le faltó el «dale caña Torete», que el biberón no es robado. Ni los malos son tan malos, ni los buenos tan buenos. Un saludo.
La nostalgia de lo espontáneo, de la ternura insospechada,de la respuesta atavica y natural, un tiempo anterior a la prisa en donde las reacciones humanitarias no estaban orquestadas ni contagiadas de la noñez que nos inunda en este tiempo y en estos días …..La belleza de lo auténtico que nos conmueve…..
Maestro Arturo, creo que usted es el único macho alfa que entro a un club privado con su mujer y su bebe a calentar la leche,
yo me quede en la puerta vendiendo corbatas de seda italianas a los tertulianos pero no me compraron ni una fueron ellas las damas consideradas las que me compraron seis.
gracias señoras de méxico de la zona rosa.
El señor Reverte siempre tan audaz a la vez que ameno. Me llena de orgullo y satisfaccion leer siempre algun articulo de este celebre e ilustre personaje, que definitivamente dejara huella en la historia y en los españoles.
Ojalá por estas tierras tuviéramos a un Pérez Reverte. De nada nos sirve tener muchos puticlubs.
Es la primera vez que leo un artículo de Pérez-Reverte en el que aparece su esposa. Siempre he observado una enorme discreción al respecto.
Preciosa historia gracias por compartirlas, emociona y me llega al corazón porque siempre he pensado en el duro trabajo de esas mujeres, en esos lugares oscuros y duros iluminados por la ternura del recuerdo de sus hogares de sus niños.Gracias .
Bonita historia
Hora tras hora, día tras día
Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?
Sed de amores tenía
Sed de amores tenía, y dejaste
que la apagase en tu boca,
¡piadosa samaritana!
Y te encontraste sin honra,
ignorando que hay labios que secan
y que manchan cuanto tocan.
¡Lo ignorabas…, y ahora lo sabes!
Pero yo sé también, pecadora
compasiva, porque a veces
hay compasiones traidoras,
que si el sediento volviese
a implorar misericordia,
su sed de nuevo apagaras,
samaritana piadosa.
No volverá te lo juro;
desde que una fuente enlodan
con su pico esas aves de paso,
se van a beber a otra.
Rosalía de Castro (la del ‘bille’ de 500)
Menuda putada para el ministerio de Igualdad, entre comillas, tener que cambiar términos.
Como no lo remediemos entre todos y estos fulanos sigan en el gobierno, veremos un nuevo ministerio: el de la felicidad. Obligados todos a ser felices por ley.
Arturo Pérez Reverte que no peca de liberal, que no peca de sabiondo, que no peca ejemplar ciudadano, peca de entrar a un puticlub a calentar el biberón a su hija… Conocer la realidad de las hermosas mujeres por dentro, hermosas por dentro y coquetas por fuera, la normalización del trabajo sexual voluntario cierra bocas a complejos entramados de relación con la trata y con la explotación. Nada más claro que la célebre frase «divide y triunfarás» Saber diferenciar entre trabajo sexual y todo lo otro es cuestión de separar para depurar y actuar. Viva las putas, de la carretera, de la vida… Si se comercializa casi todo, porque no comercializar también el amor.
César Dagostino.
Porque el amor es gratis. Si no es gratis, no es amor.
Hola Josey, el amor es el acto más desmesuradamente caro que existe. El amor cotiza en bolsa, y casi nadie se atreve a presupuestar amor, es un riesgo que ni los expertos se atreven a correr. Literal o literaria…
Saludos.
César
Buena historia y un saludo desde el Pink Palace, en la Reeperbahn, en el barrio de Sankt Pauli, en Hamburgo
¿Y a qué iban a Cartagena, don Arturo? ¿A alguna gestión administrativa y familiar, tal vez; y les pilló el hambre de la bebita en mitad de la nada? Cambie usted el motivo del viaje por la obligación de acudir con la familia para completar un censo, el primero, en el lugar de nacimiento del padre de familia. Cambie a unos indocumentados pastores por unas cariñosas mujeres de necesidad o gusto probado. Y cambie el oro, incienso y mirra por el calentamiento gratuito de un biberón, por los mimos y cucamonas de las empleadas de la vida y por el deseo de cuidar con salud de la matrona con la voz cantante. Reuna todo eso y verá que tiene verdaderas concomitancias con algo similar ocurrido hace algo más de dos mil años. El desenlace fue el mismo o muy parecido: casi fue adorada la bebita; la noche y el páramo eran el decorado de la situación y, al final, la situación se salvó por la buena gente.
¡Feliz Navidad para usted y para todos los contertulios, que en esta ocasión han acudido al bloc de comentarios siguiendo una estrella…!
¡Qué bien hallado!
Muchas gracias por compartir esta vivencia. Y por supuesto, si quiere revivir aquellos viajes por rutas maltrechas con curvas y camiones, le esperamos por Argentina! Aquí aun las conservamos. Aprovecho una vez más para agradecerle su existencia. Que pase Ud. buenas fiestas. Un abrazo Don Arturo.
Don Arturo eso mismo que cuenta me ocurrió a mí con mi hija Laura (hoy tiene 43 años) en 1979 cuando viajábamos de Cataluña a Andalucía.
Yo tenía el mismo sistema para viajar tranquilo: salir a las 11 de la noche.
Gracias por su prosa.
Sencillamente me encantó.
Hay un enotme me saje detrás de este relato anecdotario.
Reí hasta las lágrimas, puesto que también muestra una faceta humana de esas «mujeres de la vida» que también tienen hijos, que lloran por sus biberones como todos nosotros.
¿Por qué me sacan lágrimas tan a menudo estos relatos de Don Arturo?