Emparentada a menudo con la de ciertos grandes ironistas del siglo XX en México, de Julio Torri a Juan José Arreola, la obra de Díaz Dufoo, hijo, tan admirada como mal conocida, se sirvió de un lenguaje lleno de hallazgos y correspondencias para ahondar en las grietas del racionalismo y delatar el sesgo cientifista que determina las experiencias humanas. El amplio centenar de formas breves que halla cabida en estos Epigramas, una pequeña obra maestra de la inteligencia hasta ahora inédita en España, fue escrito y madurado durante años en un proceso que aunaba el rigor filosófico y la intuición poética. Máximas y aforismos transparentes conviven con sofismas y parábolas de genuina eficacia narrativa y un tono de ironía desencantada del que no queda ausente la melancolía. El presente volumen se completa con su «Ensayo sobre una estética de lo cursi» (La Nave, 1916) y su «Diálogo contra el éxito literario» (Revista Nueva, 1919), dos textos embrionarios que dan bien la medida de la incipiente conformación de su estética y su visión de la literatura.
Zenda adelanta un fragmento del libro, editado por Firmamento.
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EPIGRAMAS
Una voz indiferente y lejana le enseña el respeto a las leyes, el amor a los hombres y la misericordia de Dios.
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Es humilde y laborioso. Cree que, a la larga, el discípulo es maestro. Representa, en el tiempo, la teoría baconiana del genio. En el espacio, el problema de Aquiles y la tortuga.
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El ingenuo. El arte es llorar lágrimas dulces.
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En su trágica desesperación arrancaba, brutalmente, los pelos de su peluca.
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Lee con sabia lentitud, con exasperación dionisiaca, con alma de prosélito y con espíritu de enemigo. Lee de continuo para buscar complemento a su vida y para prolongar en ella sus lecturas.
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Después de haber construido, chinescamente, un agradable, plácido y optimista universo en el que todos los hombres eran buenos y sin cuerpo, y todas las mujeres bellas y sin alma, sufrió un desengaño. Su vida fue, desde entonces, una rectificación trascendental, un gemido dogmático, un lamento agresivo. Era un Hamlet sin ideas generales.
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Un camino infinito que hemos recorrido eternamente. Al caminar, con ritmo invariable, vuelven, en sucesión necesaria, las mismas ideas, los mismos paisajes, las mismas tragedias. Automáticamente, los mismos problemas se resuelven de la misma manera. En un momento, mil veces repetido, renace una vieja sorpresa que conduce a una vieja desilusión. La carne es de piedra y el hombre se acerca a Dios. —Nunca entraremos en un río nuevo.
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La razón le abandona cuando necesita pensar.
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Vida magnífica, brillante como colada, sonora como un peán. Abundante gloria y recuerdo glorioso. Al doblar el cabo de la muerte, el Fundidor de Botones.
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Creyó que los actos heroicos no tenían consecuencias, que eran hechos aislados de la vida común —prejuicio literario corriente—. Un día acometió un acto heroico, cuidadosamente preparado. Pero ese acto sui generis fructificó en hechos vulgares, en situaciones grotescas, en relaciones inferiores que le uncieron a una vida repugnante e inevitable.
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Comenzó una vez y luego volvió a comenzar. Comenzó de nuevo, comenzó en mil ocasiones, comenzó siempre. Cuando otros llegaban él comenzaba.
No llegó nunca. —Seguir no es la consecuencia de comenzar. Seguir es una obligada perspectiva humana. Se comienza dentro de sí, se sigue afuera.
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—Explique usted su verdad.
—¿Pero usted cree que las verdades pueden explicarse?
La incoherencia sólo es un defecto para los espíritus que no saben saltar. Naturalmente, sólo pueden practicarla los espíritus que saben saltar.
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PRAGMATISMO
—Busca en tu acción el fin.
—¿Y si surge una idea pura en mi camino? ¿Y si una teoría inútil llama a mi puerta?
—Aplástalas y atranca ciegamente tu morada.
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—Quisiera morir navegando en una bella frase.
—Quisiera morir arrastrando un recuerdo bondadoso.
—Quisiera morir disuelto en un paisaje.
—Quisiera morir en el fulgor de una idea, momificado entre los claros términos de un silogismo.
—Quisiera morir silenciosamente, sin dejar una huella, como muere una música lejana en un oído inatento.
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Cumple un año más. En otra época eso pudo tener importancia. Pero ahora ¿qué importa un año más en el tiempo de un muerto?
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INMORTALIDAD
Sin apetitos, sin deseos, sin dudas, sin esperanzas, sin amor y sin odio, tirado a un lado del camino, mira pasar, eternamente, las horas vacías.
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Regalaba, generosamente, las ideas ajenas.
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PARÉNTESIS DE UNA TRAGEDIA
«Yo quisiera ser un diminuto personaje de dos dimensiones, y seguir alegremente, como puede hacerlo un personaje de dos dimensiones, los dibujos simétricos de un tapiz, viajar en el río amanerado de una estampa y deslizar mi cuerpo sobre las vetas oscuras de una mesa pulida. Gustaría, sobre todo, de hacer el periplo de la curva que traza en el techo una impasible lámpara de alcoba».
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Todo le parecía definitivo porque no había pensado
que su dios era un hombre.
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Hubiese dado cualquier cosa por una creencia elemental, por una afirmación biológica, por un pequeño refugio, animal y seguro.
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Correr no es andar apresuradamente. La más desenfrenada carrera no es presurosa. Correr es lo normal en Aquiles.
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Era tan blando, tan blando, que para no ver en el cielo las nubes de la Discordia ponía en su ventana flores de papel, recortes de periódico y absurdos optimismos.
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La vida, como un soplo remoto, pasó entre sus dedos, íntima y ajena. De su visita quedó la huella del viento que agitó las hojas.
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Autor: Carlos Díaz Dufoo, hijo. Título: Epigramas. Editorial: Firmamento. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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