La historia ya tiene páginas suficientes para que hayamos entendido que los primeros no acostumbran a ser los mejores y, en literatura, que cuanto más best-seller y más bombo, menos escritor. Quién nos iba a decir a nosotros, los que estudiamos Literatura en la universidad y soñábamos con atesorar la cultura y el talento de aquellos a los que leíamos (y releíamos y volvíamos a releer), que llegaría el día en que se premiara el analfabetismo en el gran foro de las letras. Surge el horrible sintagma nominal posicionamiento en librerías, que alude al hecho de que algunos libros ocupen las principales mesas expositoras no por la calidad de lo que acontece entre sus páginas, sino porque la editorial ha soltado la pasta necesaria para que estén allí y de que el lector, por el mero hecho de que están allí, los compra. Y esa es la otra cosa con la que no contábamos: una masa oceánica de lectores estética y literariamente analfabetos ha fomentado el nacimiento de una novela estética y literariamente deleznable, hecha a la medida de su sedentarismo mental, sin animarlos a que suban (aunque sea de una en una) las escaleras que ascienden a las altas cumbres de literatura perpetua y conminándolos, por el contrario, a que sigan tumbados en sus bastas playas de ignorancia, cada vez más adiposos y lentos de escritura basura.
Por eso resultan tan importantes (¿por qué digo importantes si quiero decir vitales?) autores como Diego Vadillo, que mira con suspicacia al género novelístico (y encima me lo dice a la cara, el cabrón) y se decanta por el ensayo. En esta guerra literaria que estamos perdiendo, en la que se usan sin sonrojo armas de destrucción masiva, perdemos un poco menos (o tardamos en perder un poco más) gracias a francotiradores como él, que con una bala bien templada es capaz de parar en seco el avance de todo un escuadrón, el que se encamina hacia la muerte del prestigio de la literatura española.
Su última bala (léase su último libro) se titula Evaristo Páramos. Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso. Tiene el acierto de abordar la figura del antiguo vocalista de La Polla Records no desde el folklore con cresta y cuadros rojos de los garitos punk de los años 80, sino desde la óptica filosófica del pensamiento libertario, la militancia en la juglaría y el estudio de la belleza y la retórica de unas letras que bien podrían ser poemas y que sin duda lo son. Diego Vadillo se encarga de explicárnoslo y se encarga también, delante de nuestros ojos, de asfaltar la autopista que lleva de la cultura popular (donde hemos encasillado a Páramos) a la erudición en mayúsculas (donde dice Diego que se le debería ubicar).
Pero si leí este libro tres veces seguidas (antes de pasárselo a un amigo, también escritor) no fue ni por la figura del cantante ni por la perspectiva desde la que se lo estudia, sino por la pleitesía que Diego Vadillo le rinde a la investigación y al rigor académicos, al análisis y a la veracidad, a las fuentes y a las referencias, siempre aupado a un pedestal de lecturas y conocimientos desde el que otea un horizonte que a los demás nos queda demasiado lejos. Todo dicho, además, con un lenguaje, al mismo tiempo, luminoso y barroquizante, que es un bofetón en la cara de los que leen sin saber leer y sobre todo de los que escriben sin haber leído.
Me gustaría (no lo voy a hacer porque la depresión ya se encarga de pinchar el globo de todas mis ilusiones) inaugurar, con el libro de Diego Vadillo, una serie de textos que hablen de aquellos autores que saben escribir mejor que nadie porque incurrieron en el acto transgresor de aprender a leer y saben (porque los leyeron) cómo lo hacían los que lo hacían mejor que nosotros. Son ellos los guardianes de la literatura. Son ellos los que, en el cofre hermético de las pequeñas editoriales, guardan el tesoro que un día (cuando todo cambie tanto que todo vuelva a ser igual) buscarán nuestros bisnietos debajo de la arena para no otra cosa que salvar al ser humano, a aquel ser humano que hizo del libro la extensión de su pensamiento y de su inteligencia, no a este otro ser humano, que hace del libro el paradójico espejo de su incultura.
Hay quienes deseaban aparecer en las letras en negrita de las columnas de Francisco Umbral. Yo aspiro a más: quiero que Diego Vadillo escriba sobre lo que yo escribo.
Lo demás, a día de hoy, es silencio.
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Autor: Diego Vadillo López. Título: Evaristo Páramos. Semblanza de un juglar libertario y conceptuoso. Editorial: Vencejo Ediciones. Venta: Todos tus libros, Amazon y Casa del Libro.
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