Sobre la última etapa de la guerra de los Cien Años campea una figura asombrosa: Juana de Arco (Jeanne d’Arc para los de allí), alias la Doncella (la pucelle, o sea, que era y murió virgen) de Orléans. Se hizo famosa a los 17 años y la quemaron en la hoguera a los 19, visto y no visto; pero en ese poco tiempo tuvo ocasión de convertirse en leyenda y cambiar por completo el curso de la historia de Francia; lo que no está mal para una campesina jovencita y analfabeta. Casi todo el país estaba en manos de Inglaterra y sus aliados borgoñones, y el delfín Carlos, heredero del trono, era un tiñalpa debilucho y asustado que no tenía media hostia. Los ingleses estaban a pique de tomar la ciudad de Orléans y la cosa pintaba negra para la Frans, cuando Juana salió a escena. Según dijo, y acabaron creyéndola, se le habían aparecido el arcángel San Miguel y Santa Margarita (y alguna santa más que ahora no recuerdo) para decirle que ayudara a echar de su tierra a los ingleses. Tomándose a sí misma en serio y tras varios intentos, Juana logró conectar con el delfín; que a esas alturas, de perdidos al río, era capaz de agarrarse a un clavo ardiendo. La chica resultó lista de narices, tenía una labia, un valor y un carisma fascinantes, y se los trajinó a todos de maravilla. Luego, ciñendo espada y revestida de armadura, fue a ponerse al frente de las tropas franchutes, con dos ovarios. Su presencia y el hecho de que fuera una muchacha vestida de soldado enardeció al ejército; y para más morbo, resultó herida de un flechazo entre el cuello y el hombro mientras sostenía el estandarte frente al enemigo. Aquello fue ya el delirio. Orléans quedó liberada y Juana aconsejó atacar Reims, en cuya catedral se coronaban los reyes de Francia, así que allá fue con toda la peña. Se dio el asalto, Juana participó en primera línea y resultó herida de nuevo (una pedrada certera que alguien con buen ojo le tiró desde la muralla). La ciudad se rindió en julio de 1429 y Carlos VII fue coronado rey mientras Juana, siempre vestida de hombre con su armadura y su espada, ocupaba el lugar de honor en la ceremonia. Luego, con ella en estrecha colaboración con los jefes militares, los franceses siguieron dando candela a los ingleses (en el asalto a París resultó herida por tercera vez, ahora con un ballestazo en una pierna), y una vez firmada la tregua con éstos (que ya estaban de la doncellita hasta los cojones y pedían un respiro), las tropas de Carlos VII se volvieron contra las de Borgoña para ajustarles las cuentas. Pero, cosas de la vida, el ambiente local estaba cambiando para Juana. Los reyes suelen ser ingratos, los cortesanos envidiosos, la pucelle de Orléans se había engrandecido mucho y a los enemigos ya no sólo los tenía enfrente, en los campos de batalla, sino también montados en la chepa. El rey ya no la necesitaba como antes, y además empezaron a comerle la oreja («Cuidado, majestad, que la niña anda muy chula, a ver quién se ha creído esa zorrita que es, a saber si es tan virgen como dice») y se acabaron enfriando las relaciones entre el monarca y la espléndida chica a la que debía el trono. En 1430, en Compiègne, a ella se le acabó la suerte: los borgoñones la capturaron en una emboscada. Encarcelada en sucesivos castillos de los que intentó fugarse sin éxito, Carlos VII pasó bastante de su futuro. Entonces los borgoñones se la vendieron por 10.000 libras a los ingleses, que le tenían unas ganas fáciles de imaginar (Shakespeare, como inglés que era, le tiró luego pullitas en su tragedia Enrique VI). En prisión fue maltratada y sufrió un intento de violación. Después, un tribunal de clérigos pro-borgoñones y pro-ingleses, ilustres comepollas gabachos asociados a la universidad de París, la procesó por herejía, por vestirse de hombre y por todo cuanto se les ocurrió colocarle. El juicio fue una farsa y una infamia reconocida luego por los propios jueces, a quienes los ingleses exigieron sentencia condenatoria. Así que el 30 de mayo de 1431, la joven que en sólo veinticuatro meses había salvado a Francia, derrotado a Inglaterra, acojonado a Borgoña y hecho coronar a un rey, fue quemada en la ciudad de Rouen y arrojados sus restos al Sena, apenas cumplidos los 19. La guerra de los Cien Años aún iba a durar veintidós, pero al acabar ésta los ingleses habrían perdido todas sus posesiones continentales a excepción de la ciudad de Calais, y la monarquía francesa quedaba a punto de caramelo para entrar en la modernidad europea de finales del siglo XV y comienzos del XVI. En cuanto a la doncella de Orléans, la iglesia católica acabó rehabilitando su memoria: el juicio se declaró injusto e infame en 1456, fue beatificada en 1909 y canonizada como Santa Juana de Arco en 1920. Hoy es considerada la más grande heroína en la historia de esa Francia que la dejó morir.
[Continuará].
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Publicado el 6 de enero de 2023 en XL Semanal.
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Siempre los héroes. Son nuestra memoria, nuestra cultura, nuestros valores, valores eternos… por mucho que digan los deconstructores. Y los políticos, como siempre, eso no cambia con el tiempo y con las naciones. Ingratitud, engaño, miseria, TRAICION.
La Santa Doncella, menos mal que su memoria se salva por ser francesa. Si esto hubiera ocurrido aquí, ya se hubiera dicho, por los de siempre, que es una leyenda falsa, que no ocurrió; o que realmente no era virgen; o que realmente no ganó ninguna batalla y los ingleses hicieron una retirada táctica; o que de su imagen se había apropiado la derecha (como hace poco dijo en estas mismas páginas de Zenda un personaje respecto a los Reyes Católicos (profunda indignación produce). También podrían haberse apropiado de la Santa Doncella las feministas o los movimientos trans ya que la cutre-izquierda irredenta (no me refiero a la izquierda normal, la eruopea, por la que siento todo el respeto) es la única que se apropia de todas las imágenes a su conveniencia y de las que no puede, las niega o las denigra.
Siempre he sentido por esta mujer una especial admiración desde pequeño, así como por El Cid, don Pelayo, Minaya y Aníbal, los almogávares; y otros muchos, en todos los pueblos y en todas las culturas. Incluso don Arturo (me refiero al de la Mesa Redonda, je, je), si no existió (aunque parece que sí que hubo un caudillo tardo-romano que se trasegó sajones en los años oscuros), mereció haber existido.
Don Arturo, me ha parecido que este artículo que ha escrito toca un poco su fibra sensible ya que el tono general del mismo es diferente al de otras ocasiones. Creo haber captado que esta figura le produce también profunda admiración. No sé si he acertado pero capto cierto sentimentalismo al volcar las frases.
Excelente relato de una excepcional figura de la historia europea.
He empezado a leer con mucho interés, pero cuando he llegado a la palabrota o taco, y ademas irreverente, no sigo. Oiga, si siendo académico y todo, no somos capaces de hablar bien y sin faltar, pues adiós y a otra cosa.
Hace tiempo le dedicó don Arturo un artículo a aquel lector implacable, incapaz de gozar con la lectura y ávido siempre de buscar el error. Ese pequeño error… El error inexistente, incluso.
Ud. me lo recuerda: nada es bueno, todo está mal, siempre hay una falla…
Aburre.
Y lo digo con tristeza, porque es Ud. un tipo conocedor -que no sabio-, erudito -que no académico- y culto.
También usted me busca el error. No pretendo divertirle, luego me importa poco aburrirle. Tambièn se equivoca usted cuando dice me atribuye incapacidad para disfrutar con la lectura. Suelo disfrutar con el Pérez-Reverte articulista, pero eso no significa que sea un lector poco exigente o complaciente. Por el contrario, creo que al autor le honra tener lectores exigentes, y hasta le conviene para no dormirse en los laureles. Se nota que no conoce usted el mundo de la tauromaquia. Siempre razono mis críticas y nunca falto al respeto. Si soy culto, como usted dice, lo normal es que me ofenda el talento despilfarrado por una palabrota, y, como creyente, me ofende la bajeza de una irreverencia.
Pues no sé por qué usa el nombre de Josey Wales: un personaje interpretado por Clint Eastwood. Eastwood, un actor que no se corta diciendo tacos. Vaya contradicción la suya.
Sí, y por si fuera poco, en Opole tienen polos.
Se ha ganado usted, amigo, a lo largo de todas sus apreciaciones y comentarios, al menos el derecho a la revisión y recapitulación de sus opiniones (en este caso los insultos del texto de hoy que motiva su juicio). A ello: lo de «tiñalpa» es una mera cualidad y realidad histórica del futuro rey que, siempre en mi opinión, no desmerece del texto. La cita de que » no tenía ni media h…..» es donde creo que ya el señor Wales ha dejado de leer y por lo que ha mostrado su enfado pues, aunque sea parte de un lenguaje habitual actual, no deja de ser una expresión un tanto sacrílega que le ha ofendido probablemente, tal vez, como creyente y que podía haber sido sustituida por otra de mayor acierto aunque la libertad de expresión y creación puedan estar de parte de don Arturo. La siguiente expresión «zorrita» atribuida a la dama de Orleans por consejeros del rey o personajes de su corte, fue muy probablemente esgrimida, o similar, por alguna persona cercana a Carlos VII, dada la envidia que preside habitualmente a los personajes cercanos al poder (a las noticias de la actualidad me remito). Y respecto a la última expresión ofensiva del relato, la de «pro ingleses, ilustres comepollas gabachos», es un dardo afilado pero de tan graciosa y jocosa expresión y ajuste al texto, que no puedo más que admitirlo, dado que puede ser aplicado a las múltiples formas de servilismo con el poder que, aún hoy se perciben en todos los paises. Aquí, actualmente, sin ir más lejos, podría ser aplicable a los paisanos de La Línea que, por tontería o intereses espúreos, hacen la milonga y cantan las virtudes a los expropiadores y zafios colonialistas de Gibraltar (o de las Malvinas, si queremos apuntar a otros lugares del mapamundi)
Así pues, como se dice en lenguaje taurino, la suerte está repartida a mi juicio, y tanto don Arturo como el señor Wales, se han ganado mi respeto y mi disconformidad por algunas de las expresiones y críticas vertidas. Simplemente terminar diciendo que ninguno de los dos me ha parecido un comepollas. Dejemos eso para los gabachos aludidos, para los interesados en general en fructificar su patrimonio a toda costa y en especial, para los viles traidores.
Ha entendido usted muy bien. No me enfado, pero me no me parecr normal que, por ejemplo, Dionisio Ridruejo nunca aceptara un sillón en la Academia, mientras los académicos de hoy escriben palabrotas como algo normal y aceptable, para luego quejarse de los políticos o la educación. Si no son capaces de mejorar el lenguaje cuartelero, ¿de qué se quejan luego?
«Érase un caballo que, teniendo por enemigo
a un poderoso y peligroso lobo, vivía en constante temor por su vida. Llegó a estar tan desesperado que se le ocurrió buscarse un aliado poderoso. Por tanto, se acercó a un hombre y le ofreció una alianza, indicando que el lobo era asimismo enemigo de los humanos. El hombre aceptó la asociación inmediatamente y se ofreció para matar al lobo si su nuevo socio cooperaba poniendo a disposición del hombre toda su velocidad. El caballo estaba dispuesto, y permitió que el hombre le colocara la silla y el bocado. El hombre montó, persiguió al lobo, y lo mató.
»El caballo, alegre y aliviado, dio las gracias al hombre, y dijo: “Ahora que nuestro enemigo está muerto, quítame la silla y el bocado y devuélveme la libertad.”
»Entonces el hombre se echó a reír a carcajadas y contestó:
-“Vete al infierno.¡Al galope!”, y lo espoleó con todas sus fuerzas.
Isaac Asimov
«Fundación»
A tenor de la Doncella, pareceríame , dentro de mis pocas entendederas, que usted se refiere a que fue utilizada y abandonada a su suerte por los políticos de entonces. Pero no me termina de cuadrar el tema ya que la que saca del atolladero a los demás es la Doncella. Quizás se refiere usted, de un modo alegórico, a otra cosa que no capto. Quiźas su apunte no tiene nada que ver con la Doncella y si con la política. Quizás la moraleja sea que no esperes nunca que un político resuelva tus problemas sin crear otros nuevos. Si es así, el fallo de Asimov es que el caballero-político no mata al lobo, saca una ley de reducción de penas. Mis disculpas, sinceramente, en duda estoy al respecto…
Saludos.
Tengo sus mismas dudas…
Y la saga de «Fundación» es una de mis preferidas.
Este artículo fue más preciso que la mayoría sobre el tema, aunque afirma que Juana de Arco «siempre estaba vestida como un hombre», que no es lo que dicen los relatos de los testigos oculares y otras fuentes (los testigos presenciales dijeron que usaba armadura y traje de soldado cuando era necesario por varias razones, pero volvió a usar un vestido cuando fue posible).
No será la última ni la penúltima mujer que le sacó las castañas fuego a hombres cobardes, líderes inanes o gigantes con pies de plomo. Para luego ser pagadas con el fuego, la deshonra, la muerte y el olvido. No me extraña que se vistiera de hombre: tenía más testículos que todos ellos…
Un breve tiempo es el que nos toca vivir en la historia de la humanidad; pero debemos reconocer que vidas como las de Juana de Arco dejan una marca indeleble. Una mujer joven y valiente que es recordada y admirada por su vida y por su muerte, seguramente injusta.
El rol de la mujer surge como motivo de análisis, si es que se puede analizar algo que es parte indispensable para la vida humana sobre este planeta. La mujer, esposa y madre, son roles intranferibles que los hombres solemos no darle la majestuosa importancia que realmente tienen.
Se dice que detrás de todo gran hombre ha existido una gran mujer, deberíamos agregar, eclipsada por la arrogancia de ese gran hombre. Si, aunque no queramos admitirlo el cuidado del hogar y los críos no es una gran noticia, pasa desapercibido, y es considerado casi como un deber de la mujer.
Hoy estamos atravesando un choque de roles, que pueden confundir; por ejemplo, una mujer empresaria o profesional, debe además criar a sus hijos y llevar adelante su hogar. Creo que nos molesta a los hombres cuando estas mujeres lo logran, y en muchos casos solas. Y nosotros, tendemos a criticarlas en lugar de elogiarlas, o suponer que esto no es normal para nuestra holgazanería machista en las tareas sin valor alguno como: lavar la ropa, preparar la comida o cambiar pañales.
Sin duda estamos presenciando lenta pero inexorablemente el ascenso de la mujer en nuestras sociedades machista; ya no nos extrañamos de tener un jefe, que es jefa, o premiar a una mujer escritora, o científica u observarlas en cargos públicos: primeras ministros, presidentes, diputadas etc. etc.
El desarrollo humano es apasionante y es muy difícil saber si el camino es correcto o no, digo esto porque en particular pienso que el rol de madre, que para mi es insustituible, fundamentalmente en los primeros años de vida del niño, no es posible que se realice a las apuradas, es una misión humana que, si bien no lo puedo afirmar científicamente, fortalece a esos cerebros aún en formación.
No podemos correr el riesgo de formar sociedades débiles, en tiempos en donde los conflictos humanos en apariencia aumentan.
Pienso que hoy en este mismo momento, existen miles y miles de Juanas de Arco, que deben enfrentar la vida como venga, en ciudades hostiles, que aún son machistas, sumado al hecho que no han sido tocadas por la varita mágica de la belleza, atributos que facilita muchas cosas; de eso los hombres sabemos mucho.
Estas heroínas anónimas a las que me refiero, cumplen con su rol, de mujeres, de madres, de esposas, siendo incluso profesionales, sin lágrimas ni quejas; tal vez cerrando sus puños más de una vez, por la impotencia frente a la brutalidad del hombre; y a pesar de todo esto, pueden aún brindarnos una sonrisa.
Mis respetos a las Juanas de Arco de este siglo XXI.
No creo que exista eso de la ‘sociedad machista’, ni creo que lavar la ropa o fregar los platos sean tareas sin valor alguno. Otra cosa es que no se vea, pero el valor de las cosas no se mide por lo que se ve o no se ve, ni la verdad deja de ser verdad porque haya poca gente que crea en ella. Dicen que, en la guerra, los moribundos llaman a su madre o a su mujer. En cosas como ésa se ve todo claro y caen las falacias por sí solas, no cabe duda.
Pienso que a la mujer aún no le brindamos los hombres todo su espacio; con la debida aclaración que todo depende de la sociedad de la que hablemos, yo me refiero a mi país Argentina. Pero debo decir que no me gustan los extremos, es por esto que tampoco me agradan los colectivos feministas extremistas, ni me gusta ver realizando tareas pesadas a mujeres.
No obstante, reitero, que en mi país existen sectores de la sociedad, si usted quiere, profundamente machistas. Desterrar esto, llevará en mi opinión mucho tiempo, y no me refiero solo a sectores sociales de pocos recursos, todo lo contrario.
En tiempos de mis abuelos, cuando una parte importante de la población vivía del campo, las tareas agrícolas eran realizadas por los dos. Las más pesadas eran para el hombre, por razones evidentes. Siempre vi a mis abuelos trabajando, en casa o en el campo. En casa, él partía leña y cuidaba el fuego, curaba los jamones, ponía ladrillos o subía al tejado a arreglar las tejas. Ella pelaba los pollos, preparaba la comida, amasaba pan o lavaba la ropa. Sólo al final del día, después de cenar, se sentaban los dos frente al fuego o, en verano, en la puerta de casa. Ella era la que ‘mandaba’ en casa, ¡menudo genio tenía la abuela!, aunque hoy dicen las feministas que eso era el heteropatriarcado. Ellas, que ni saben coser un botón, ni freir un huevo.
Excelente descripción de un estilo de vida, de un mundo, que lamentablemente ha pasado. Pero pienso; que de alguna manera; de alguna modo; deberíamos rescatar; no sé si es posible, pero deberíamos intentarlo.
No me refiero, regresar al pasado, me refiero a enfrentar el futuro.
Cordial saludo estimado señor.
lo patético nunca gusta o ayuda .Si nuestra comprensión de la Historia que es vida en cuanto aporta nuestro conocer ,lo que bien me sabe ,lo que no quiero que ocurra ;opina siempre desde un punto fijo de la narración .La Historia de Eu es patética en muchos casos ,afortunada ,suertuda las menos .Vincular las ideas que tenemos y las creencia en que estamos .