Inicio > Series y películas > Veo, leo, escribo > ‘Entrevista con el vampiro’: Memorias de ultratumba

‘Entrevista con el vampiro’: Memorias de ultratumba

‘Entrevista con el vampiro’: Memorias de ultratumba

En 1976 Anne Rice publicó una novela sobre vampiros en su Nueva Orleans natal durante el siglo XVIII, que luego acabó convirtiéndose en una saga de trece libros llamada The Vampire Chronicles (Crónicas vampíricas). En 1994, tras lanzarse la cuarta de las novelas, la primera de ellas fue adaptada al cine por Neil Jordan, con Tom Cruise, Brad Pitt, Antonio Banderas, Christian Slater y Kirsten Dunst como protagonistas y guion de la propia Rice. En 2022, solo un año después de la muerte de la escritora, llegó una nueva versión, esta vez como serie de televisión para la cadena AMC, que ha conseguido un apoyo crítico superior al del film. Sus elementos centrales se mantienen iguales en los tres casos: un vampiro francés, Lestat, hijo de un marqués, viaja a Nueva Orleans en la década de 1790, donde conoce a un emigrante, Louis, también de familia francesa, al que convierte en vampiro y, unos años después, también convierte a una niña huérfana, que vive desde entonces como ahijada de ambos. Con el paso de los siglos, Louis acaba contando su historia a un periodista estadounidense, que es quien «escribe» la novela. Lejos de épicas leyendas de príncipes o condes sedientos de sangre, la trama a menudo es más bien una alegoría de las dificultades de una vida familiar en (muy) peculiares circunstancias, con un tono de decadencia dandy-gótico-criolla en la Louisiana esclavista y segregada para darle un aspecto más estético.

[Aviso de destripes con colmillo en todo el texto]

Cuando se estrenó la película, un sketch del programa cómico Saturday Night Live resumía su reseña crítica diciendo: «¡No es lo bastante gay!». Bueno, pues la serie ha conseguido éxito crítico a base de dejarse de metáforas y de convertir el subtexto en texto: en esta versión, Lestat y Louis mantienen una relación decididamente homosexual, con escenas eróticas explícitas entre ambos. Además, tras la alegoría de comparar la vida vampírica con los problemas de aceptación de la gente LGTBI+, especialmente en el pasado (necesidad de secreto, gran peligro si se es descubierto, continuas dudas morales), se dobla la apuesta convirtiendo a Louis en mulato, con lo que acaba triplemente marginado (vampiro, gay y negro). Y con Claudia se añade otra baza más todavía: ser mujer y menor de edad. Por si fuera poco, al disponer de más tiempo (siete horas) para lo que en el libro ocupa solo la mitad, las comparaciones con los extremos de las relaciones familiares son aún más patentes: Lestat es la figura paterna dominante y abusiva, Louis la figura materna sensible y conciliadora y Claudia, cuya edad pasa de cinco años en la novela a catorce en la serie, es la eterna adolescente (nunca mejor dicho), de reacciones desmesuradas, lengua larga y tendencia a autolesionarse como forma de evadirse de su situación.

La serie también cambia el momento histórico de la acción del siglo XVIII original a las décadas de entre 1910 y 1930, lo cual nos permite ver una Nueva Orleans ya más urbana y a punto de vivir la eclosión del jazz y otras músicas del siglo XX (Lestat se mantiene como un melómano empedernido, que en estas condiciones debería estar en su salsa). Y Louis, a pesar de lo que se ha dicho de figura materna, sigue sin ser un angelito antes de serle concedido el “oscuro don”: en la novela y la película era un esclavista blanco en una plantación y en la serie un chulo de putas, o sea que de ambas formas es un explotador de vidas ajenas, especialmente negras.

También cambia la parte “moderna” de la historia, aquella en la que Louis le cuenta su vida al periodista Daniel Molloy. En la novela y la película la entrevista con el vampiro a finales del siglo XX era completamente nueva y grabada en cinta de cassette en un hotel estadounidense, mientras que en la serie el encuentro no solo ocurre en lo más alto de un rascacielos dubaití, sino que ya es la segunda vez que hablan: la primera cuando Daniel era un pipiolo de San Francisco, también gay, que no supo sacar todo el partido al reportaje del siglo, y la segunda como veterano canoso y sabedor de que todos los entrevistados vienen con agenda propia, sobre todo cuando ya conocen al entrevistador. En un giro meta que resulta muy efectivo, la serie nos viene a decir algo así como “sí, ya sabemos que habéis visto la peli y leído el libro y que venís aquí a ver qué ha cambiado, pero, sin pediros que olvidéis lo que ya sabéis, mejor tiremos todo a la basura y empecemos de nuevo”. De hecho, hay una escena en la que Daniel tira físicamente las cintas de audio a la papelera, mientras Louis les prende fuego con la mirada (literalmente), y después borra los archivos de audio de su portátil.

En varias ocasiones, Daniel pincha a Louis sobre las contradicciones entre sus dos charlas, pero este le responde con algo muy de moda ahora: quiere «controlar el relato». En el momento en el que se publica este artículo dos personajes tan diferentes como Pamela Anderson y el príncipe Enrique de Inglaterra han sacado a la luz una serie documental y un libro, respectivamente, donde expresan su intención de ser ellos quienes fijen la versión definitiva de lo que la gente sabía, o creía que sabía, sobre ellos. Este controlling the narrative también está ocurriendo con revisiones de pasajes de la historia, biografías de personajes históricos o denuncias de versiones de hechos pasados que no contaban el lado oscuro, especialmente si había víctimas débiles de por medio. Incluso en noticias de última hora se habla de lo importante que es controlar qué versión de los hechos es la que se asienta como la ganadora. ¿Es Louis en este caso uno de ellos, alguien que reivindica su papel incorrectamente contado hasta ahora en la historia, o por el contrario alguien que reveló demasiadas verdades sobre sí mismo la primera vez y ahora quiere pedalear hacia atrás? A este mismo tema contribuye Claudia, a quien se convierte, como dice el propio Daniel, en «una mezcla de Ana Frank y Stephen King». En efecto, como buena adolescente que ha de verse pasando mucho tiempo en casa por razones «familiares y de salud», a Claudia le dio por escribir sus diarios, que ahora salen a la luz, y su voz se añade así a la de Louis, para pintar un fresco a varias manos, incluyendo un punto de vista femenino y maltratado, sí, pero no exento de su propio vicio, que Claudia era aún menos angelito que Louis.

Una de las partes más entretenidas de cualquier historia de vampiros son las reglas que cada autor les aplica. De hecho, por ahí empieza Daniel sus preguntas: ¿crucifijos, ataúdes, ajo, plata, luz del sol, estaca en el corazón, etc? ¿Cuál de todas esas cosas se aplican en cada universo? En este caso los ataúdes son necesarios para el descanso y, aunque se puede vivir de día en interiores, la luz del sol es mortal. Nada de todo lo demás les afecta excepto el fuego, y por supuesto son inmortales por enfermedad, vejez o heridas no demasiado destructivas. No cambian de aspecto, hasta el punto de que, como se ve en la memorable escena de la película, si te cortas el pelo te vuelve a crecer hasta como estaba en el momento de tu «muerte». Esto para Claudia significa que, siendo ya púber, si su virginidad es «desflorada», por así decir, la «flor» vuelve a renacer, lo cual es una condena inhumana añadida a la de su conversión en monstruo. Además, siguiendo con el tema del apetito insaciable de los adolescentes, que tragan sin parar, ella a menudo necesita alimentarse con dos personas por noche, lo cual es una presión extra. Y otro detalle jugoso es que los vampiros de cierta veteranía pueden comunicarse mentalmente a distancia, como quien ve cosas dejadas por otros en las redes sociales, EXCEPTO con los que tú mismo hayas creado. O sea, que Lestat no puede comunicarse de esta forma ni con Louis ni con Claudia, acentuando aún más su tono de aislamiento narcisista dentro del trío.

La moralidad de su existencia y cómo cada vampiro navega por ella es otro de los puntos interesantes de cada trama del género, y aquí Lestat, criado como noble del Viejo Mundo, no tiene ningún problema en ver a sus víctimas como si fueran ganado parlante, puesto ahí por orden casi divina para satisfacer sus apetitos (por cierto, que ya que se menciona esto, Anne Rice cada vez fue metiendo más contenido religioso en sus novelas de la saga, tanto cristiano como pagano, y hacia el final de su vida, habiendo acentuado su catolicismo, la figura de Lestat podría haber sufrido una serie de revisiones que al final no acabaron viendo la luz). Lestat, de hecho, es tan clasista que no duda en obligar a Louis a hacerse pasar por su mayordomo en alguna que otra fiesta, intentando disfrazarlo como un juego de rol erótico. Claudia, que odia a Lestat con toda su alma (y más cuanto más «crece», advirtiendo continuamente a Louis de que, por mucho perdón que pida, un maltratador siempre lo será), en esto de la comida está con su «padre», como quien entiende y hasta se ve tentado por las razones de un vegano… pero decide seguir comiendo carne, por lo rica que está. Louis, por su parte, intenta sobrevivir cuando puede a base de sangre animal, que es el equivalente a vivir a base de comida rápida en nuestro mundo, o si no, pues haciéndose un Dexter, o sea, matar solo a lo peor de la humanidad: a criminales, ladrones o asesinos. Y si eso no vale, pues a unos cuantos racistas que intentan quitarles el negocio que se han montado entre los dos, una especie de club nocturno para la gente de posibles, que para eso Lestat es muy mirado.

La cosa no funciona, y además resulta que en el siglo XXI Louis tiene en Dubai varios compañeros / sirvientes / amantes / acólitos (alguno de ellos con sorpresa) cuya sangre bebe, en dosis que no matan, cual barril viviente siempre fresco, con su previo consentimiento, otro tema muy de hoy. La serie también da un poco más de espacio a la familia de Louis, incluyendo un hermano suyo que si no es predicador poco le falta, y que se le planta enfrente del burdel a intentar espantarle a los clientes (y a las empleadas) con tono apocalíptico. El hecho de que, tras al muerte del hermano y el sentimiento de culpa de Louis, Lestat mate a su confesor tiene un sentido tan claro que no es casi ni metáfora: Lestat se presenta como su salvador, su mesías, su puerta de entrada a una nueva (no) vida, una existencia que, además, le impone sin su consentimiento.

Como se ha dicho, la primera temporada llega hasta el momento en el que (spoiler, avisé) Claudia convence a Louis para matar entre los dos a Lestat, por el procedimeinto de (regla interna de este mundo) hacerle beber la sangre muerta y contaminada de una pareja de gemelos, disimulada por medios farmacológicos. Es de cierto interés la escena de la partida de ajedrez entre Claudia y Lestat, basada en una muy famosa partida real en la que uno de los jugadores sacrifica piezas importantes, en apariencia cometiendo errores elementales, mientras con varias piezas menores acaba dando jaque mate al despistado adversario. Lestat acaba retratado aquí como alguien que se tiene por el más listo de todos, pero que en realidad solo es un abusón esclavo de sus apetitos inmediatos, y que si ha medrado ha sido pisoteando siempre a alguien más débil. Es ahí donde Claudia concebirá su plan maestro: ponerle a Lestat por delante algo tan apetitoso (una pareja de gemelos tras pasar tres días de hambre aposta, en busca de una épica despedida de Nueva Orleans) que no se fijará en la amenaza que le espera después. Pero, otra duda revisionista: ¿renunció Louis a quemar el cuerpo inerte de Lestat (y en vez de eso solo lo tiraron a un vertedero) por remordimiento y para dar a su amante una oportunidad de recuperarse?… Sea como sea, a partir de ahí, el mundo de este trío se expandirá y sus enemigos pasarán a ser otros en el exterior, en lugar de principalmente ellos mismos, a no ser que los mortales descubran quiénes son y a qué se dedican. Sus siete episodios exploran tropos de las relaciones de pareja como la fascinación, el enamoramiento, el sexo (y la violencia sexual y doméstica), la potencia juvenil, la belleza, el descontento con los defectos del otro, la infidelidad, las decisiones sobre la monogamia y sobre el formar una familia, la unidad contra amenazas externas, el divorcio o la crianza de la progenie, aparte de todo lo ya mencionado sobre la homosexualidad y la adolescencia. No está mal para la adaptación de media novela.

(La lista de todas las reseñas de este blog, por orden cronológico, puede encontrarse aquí)

4.5/5 (2 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios