Joseph Conrad.
Es 29 de enero de 2023, el último domingo marrón de enero, que será el primer mes del año pero siempre acaba despeñándose cuesta abajo, y he desayunado un cubata de ron y he cerrado el periódico, porque no decía nada, porque los políticos de la Tercera República española quizá todavía no se ha repuesto de los atracones y las cogorzas de las navidades, y he flipado en colores —como soy viejuna, o una carroza, yo flipo desde los 80 y sigo flipada— cuando la todopoderosa Puri Pecosa ha proclamado en TikTok que tenemos que cancelar a Joseph Conrad porque el novelista polaco escribió estas palabras en El corazón de las tinieblas: «Es curioso lo lejos de la realidad que están las mujeres. Viven en un mundo propio, nunca ha habido nada parecido y nunca lo podrá haber. Es demasiado bonito y, si lo fueran a construir, se vendría abajo antes de la primera puesta de sol. Algún hecho maldito con el que los hombres hemos vivido resignados desde el día de la creación se alzaría y lo echaría todo por tierra».
Qué palabras. Según Puri Pecosa, son el horror. ¡El horror! Y las dice Marlow, el narrador del relato, el marino que se va a adentrar en el Congo en busca de Kurtz. O sea, según ella son palabras del propio Joseph Conrad, así que por machista, por misógino, debemos dejar de leer sus obras. Y toda esa andanada puritana viene a cuento de que tanto los polacos como los británicos planean celebrar el año que viene el centenario de su fallecimiento con todos los honores —aunque Conrad sea un escritor universal, patrimonio de todos, como adoptó el inglés como lengua literaria en la Gran Bretaña le admiran especialmente—. Puri, que ha tirado la primera piedra, pretende que aquí nadie hable de Conrad, aunque ser un muerto en muerte se la sopla al finado. A Conrad ya nada le importa nada: «Todo lo perdemos porque todo se queda, menos nosotros», escribió sobre la muerte Javier Marías, en Negra espalda del tiempo.
¿A estas alturas hace falta decir que el personaje de una novela, o de una serie o una película, puede ser un machista, un pederasta o un coprófago, cualquier cosa? Un autor en su obra puede mostrar lo más abyecto —y lo más sublime y maravilloso, cómo no— del mundo que nos rodea o de cualquier otro mundo, ya sea uno del ayer, del mañana, de fuera de esta galaxia o fruto de su imaginación. Y con su talento y su pericia, con suerte, puede conmovernos, horrorizarnos, emocionarnos, entretenernos. Desde la Poética de Aristóteles hasta ahora, nada ha cambiado.
¿Y hace falta decir que cada uno es libre de leer y ver lo que quiera? Hay que cancelar el verbo cancelar. Como ha escrito Lucía Lijmaer, no es lo mismo crítica que cancelación ni que censura, lo que jode es la respuesta. Si Cela, es un decir, me cae mal, o si sus libros me aburren, como tengo otros miles de autores y de libros al alcance de mis ojos puedo pasar de él, y decir que aburre a las ovejas, y no pasa nada, nada cambia. Y así no estoy cancelando a Cela. Hay autores, y libros, para todos los gustos. Y si Conrad me parece un machista —ojo, no me lo parece por esas palabras de Kurtz—, pues lo digo, si me apetece, y punto, pero aunque Puri convoque a sus hordas tiktokeras para que lo cancelen de hecho sólo está criticando a Conrad, nada más. Puri puede tirar a la hoguera sus libros de Conrad, pero jamás logrará cancelarle.
En fin, este domingo terminará pronto. Ánimo. Patricia Highsmith, nuestra abeja ebria y reina, escribió un domingo de 1954: «Hay días que sencillamente resultan difíciles de sobrellevar. Sobre todo, los domingos».
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Columna ambientada en una España alternativa.
Sra, Guerra, nos tiene que contar quien es Puri… para cancelarla. A Puri no le han hablado nunca del contexto, de la contextualización, de la creación artística, del genio literario, de las obras excelsas, del arte, de la libertad… Puri se desenvuelve en su distopía, sra. Guerra, el problema es que en nuestra distopía hay muchas puris descerebradas que andan cancelándolo todo y… legislando.
Que los hombres comenten cosas sobre las mujeres, que las escriban, que lo mismo hagan las mujeres sobre los hombres, sean verdad o mentira o sean verdades a medias o parciales, que siempre son mentiras, es un deporte que hacemos los humanos y las «humanas» (perdónenme, por favor, por la expresión impropia) desde que tenemos el don de la palabra y sabemos escribir en cuneiforme.
Y, la literatura es la literatura, y si es excelsa, todavía más.
Pues ahí lo tienen. ¿No decían que todos somos iguales, que la educación y los buenos modales son convenciones burguesas, que la envidia y la soberbia son pacaterías de meapilas y no pecados capitales, que lo que importa es la libertad de expresión? Pues hala, a disfrutar de las dos y tres, y cuatro y cinco tazas, y lo que nos queda… A tragar, que esto es sólo el aperitivo