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Leer las bambalinas a través de sus grietas

Leer las bambalinas a través de sus grietas

El escritor argentino Laureano Debat llegó a Barcelona en 2010 y, lógicamente, lo primero que hizo fue buscar un sitio en el que vivir. Tras dar algunas vueltas, encontró una habitación en un piso del Eixample compartido por una madre y su hija, ambas de origen chileno, y frecuentado por una cantidad nada desdeñable de hombres. No tardó en darse cuenta de que aquellas dos mujeres eran prostitutas. Diez años después publica Casa de nadie (Candaya), una crónica novelada de los nueve meses que convivió con las que ya serían por siempre sus amigas.

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Me gusta pensar que cada persona que se enfrenta a las primeras páginas de Casa de Nadie se convierte en una compañera o en un compañero más de piso. Que tiene la sensación de estar habitando también esa casa con Sonia, Jimena y conmigo. Que cada vez que la novela se encuentra con un nuevo lector, haya un cuarto integrante que llega para vivir los secretos de la trastienda de la prostitución doméstica.

También imagino a quienes entran en las librerías y buscan entre las mesas y estantes hasta toparse con la novela de pura casualidad, observan la portada, leen la contraportada y deciden que es una buena idea mudar su tiempo de lectura a ese piso. En que haya lectoras y lectores que tengan con esta historia escrita en papel un encuentro igual de azaroso que el que yo tuve con ella antes de escribirla (y de vivirla), en esas primeras semanas del año 2009 y a los pocos meses de llegar a Barcelona.

"Como autor decido abrir mi intimidad como un pacto ético conmigo mismo y tácito con las chicas: si las voy exponer a ellas, lo justo es que yo también me exponga"

Y esta jugada insólita de la suerte es importante en la gestación de este libro porque tuvieron que pasar, al menos, dos o tres meses para que empezara a tomar apuntes e iniciar una suerte de bitácora y convertirme, además de compañero de piso, en cronista de nuestra vida doméstica. Y en entrevistador privilegiado de Sonia y de Jimena. Por supuesto que ni bien me enteré de que madre e hija eran prostitutas supe que había una gran historia allí, pero necesité algún tiempo para conocerlas mejor y saber cosas de su pasado a medida que me iba acomodando en la casa. Y al recordar esto vuelvo a pensar en el lector de la novela, en qué cosas le ocurrirán a medida que avanza por las páginas y en qué momento de la historia decide iniciar su personal proceso de reescritura con sus propios principios, lecturas previas, bagaje moral y cultural, fobias y prejuicios o todos los ingredientes que quiera sumarle.

Porque esta invitación a que el lector husmee en las grietas propuestas y complemente el dispositivo literario es determinante al momento de construir el punto de vista del narrador de la novela, lo más neutral posible en cuanto a opiniones o juicios morales sobre la prostitución. Lo que no significa evitar la implicación, al contrario: el narrador como personaje pone el cuerpo, se expone y se desnuda. Como autor decido abrir mi intimidad como un pacto ético conmigo mismo y tácito con las chicas: si las voy exponer a ellas, lo justo es que yo también me exponga. Además, hay escenas fundamentales que sin esta exposición personal serían imposibles de ser narradas.

La decisión de mostrar nuestras respectivas intimidades tiene el objetivo de trasladar a una novela como fueron esos nueve meses de convivencia en los que conseguí establecer una relación de amistad profunda y un vínculo casi familiar con Sonia y con Jimena. Así, mediante esa proximidad, fui descubriendo poco a poco, a través de charlas y entrevistas, la historia presente y antigua de estas dos mujeres de la alta sociedad chilena y el periplo que siguieron para llegar a Barcelona. Además de todos los secretos del trabajo sexual que realizaban dentro de la casa que compartíamos.

"Y a todo este juego de simbiosis y de fronteras muy porosas entre novela y crónica, entre lo público y lo privado, se agrega un tercer elemento: la relación entre ficción y realidad"

A la hora de catalogar el libro dentro de un género, no sabría decir hasta qué punto acaba la crónica y empieza la novela. O, mejor dicho, sí que lo sé: todo lo que el narrador vive y narra desde lo que ve y experimenta, sucedió (siempre desde una evidente óptica subjetiva y el trabajo con herramientas creativas de la ficción). Y todo lo que está narrado por otros personajes, sobre todo el pasado de Sonia y Jimena y cómo trabajaban en sus habitaciones, es relato de ellas y es imposible saber hasta qué punto hay omisiones, exageraciones y hasta falsificaciones (dos ópticas igual de subjetivas que la voz del narrador). Pero igual insisto en que no sé en qué género catalogar al libro porque me es imposible ubicarlo en cualquier compartimento estanco: tiene forma de novela porque contempla todos los elementos narrativos y estilísticos de este género y, a la vez, es una crónica de interiores, de la intimidad y de la antesala o el camerino de la prostitución: los preparativos, los maquillajes, la ingesta de pastillas, los looks, los traumas, los llantos y alegrías, la vida doméstica de ese piso compartido donde se trabaja con el cuerpo. Apelemos a que novela es todo lo que se lee como tal, a la amplitud y complejidad que abarca el género y dejemos en ese apartado a Casa de nadie.

Ese interior que habité durante nueve meses, al parecer hermético y poco poroso, irá abriéndose a medida que transcurre el tiempo y empezará a ser permeable al contexto social de la Barcelona de 2010, con la crisis económica y el prólogo de la gestación del 15M y el procés de independencia de Catalunya. De manera tal que en Casa de Nadie lo público y lo privado se tensionan constantemente.

Y a todo este juego de simbiosis y de fronteras muy porosas entre novela y crónica, entre lo público y lo privado, se agrega un tercer elemento: la relación entre ficción y realidad. El detrás de escena en el que transcurre esta historia, en teoría, se destaca porque la actuación de las chicas ya ha terminado: ya se han ido sus clientes y ahora todo es camerino y relajación, hay que dejar de actuar. Pero la pregunta que emerge cuando entramos en el camerino del sexo de pago es: ¿termina la actuación en algún momento? Voy a dejar que esta respuesta intenten responderla (o ensayarla) aquellas lectoras y aquellos lectores que decidan habitar la casa con su lectura.

Cuando me fui de la casa y empecé a pensar en cómo resolvería esta historia tan insólita, mientras tomaba distancia y desnaturalizaba ciertos recuerdos, empecé a leer mucha literatura, ensayo y crónica sobre prostitución, con la idea de ubicar mi novela dentro de una amplia tradición sobre el tema (la novela francesa del siglo XIX, la novela latinoamericana del siglo XX, el ensayo feminista del siglo XXI, la música, el cine, las series de TV). Y, de manera paralela, a buscar esos autores y libros fetiches que me ayudarían a dar con el tono que pretendía y que no necesariamente se ocupan de la prostitución.

"Esta búsqueda me sirvió, además, para empezar a medir la magnitud de la historia y ver hasta qué punto había algo similar a lo que yo había vivido y me empeñaba en contar"

De esta manera, las citas que aparecen en Casa de nadie están organizadas en dos grupos. En el primero, las iniciales: los Diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia, que me ayudaron a trabajar con esa sensación de escritura en directo que implica un diario pero sin que mi texto sea explícitamente una bitácora sino solo una aproximación a ese estilo; Salón de belleza, de Mario Bellatin, desde el cual tomé esa manera de trabajar del escritor mexicano con un presente asfixiante en medio de una atmósfera de epidemia y que, al mismo tiempo, transmite una profunda sensación de agobio y de celebración de la vida; Especies de espacios, de Georges Perec, fundamental para ver los elementos de la casa desde una perspectiva totalmente diferente, profundamente lúdica y literaria; y los poemas de Mary Jo Bang en Una muñeca para tirar, con muchas referencias a la actuación, el simulacro y al cuerpo femenino sometido a los designios masculinos.

Y en el segundo grupo, encabezando cada capítulo de la novela, algunas referencias sobre tradición literaria y audiovisual vinculada con la prostitución: Naná de Zola, La dama de las camelias de Dumas, Juntacadáveres de Onetti o La casa de las bellas durmientes de Kawabata; ensayos, crónicas y perfiles sobre la prostitución escritos por sus propias protagonistas (Beatriz Espejo, Virginie Despentes, Marta Elisa de León) o por periodistas como Isabel Pisano o Samantha Villar a partir de entrevistas con trabajadoras sexuales; películas, series de TV y hasta una canción del grupo de rock argentino Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Esta búsqueda me sirvió, además, para empezar a medir la magnitud de la historia y ver hasta qué punto había algo similar a lo que yo había vivido y me empeñaba en contar. Si bien encontré historias sorprendentes, escenarios muy parecidos a los de nuestra casa y perfiles de trabajadoras sexuales con bastantes similitudes con Sonia y Jimena, no encontré nada parecido a una madre y a una hija ejerciendo la prostitución en el mismo espacio y tiempo.

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Autor: Laureano Debat. Título: Casa de nadie. Editorial: Candaya. Venta: Todos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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