Aunque tiene fama de poseer un carácter difícil, el escritor estadounidense James Ellroy congenió bien en 2016 con François Thomazeau, en unos días en los que le retó a armar una suerte de L.A. Confidential sobre Marsella, la Chicago francesa. El autor galo le hizo caso y acabó pergeñando Marsella confidencial.
Nacido en Lille en 1961, pero arraigado en la capital costera desde los cuatro años, Thomazeau es también un bregado periodista deportivo, muy aficionado al ciclismo, editor y traductor que conoce todos los vericuetos de su ciudad y que también ha dedicado horas a documentarse en las hemerotecas. En el tiempo que lleva destinado a este proyecto, ha constatado que en pleno siglo XXI «todavía tenemos gánsteres en Marsella» y «aún tienen una influencia importante», a la vez que asevera que lo que más le ha sorprendido, y cree que puede aplicarse a Barcelona, Londres o Nueva York, es «la continuidad de todo». «Lo que más me impresiona es que determinados esquemas y mecanismos de los años treinta del siglo pasado perviven hoy, aunque hayan cambiado sus apariencias. Es decir, con estos libros creo que se vislumbra hasta qué punto somos el resultado de las generaciones pasadas», sostiene convencido.
Defiende que el lector que lea las páginas del primero de estos títulos se encontrará con muy pocos hechos ficticios e incluso los personajes inventados «se inspiran en personajes reales». Marsella confidencial, que Ellroy calificó en su momento con un elocuente «fucking great» (jodidamente genial), empieza con el brutal asesinato de un guardia llamado Antoine Cardella, abatido a tiros una semana antes de las elecciones legislativas de 1936 en una calle en la que se encontraban los locales de campaña del partido de la extrema derecha y del partido socialista.
Advierte que «todos los elementos del libro que parecen más reales son hechos históricos y también lo son los que parecen más inverosímiles, como una escena en la que en plena calle todo el mundo dispara contra todo el mundo, muy cinematográfica, pero que no me inventé». El mismo asesinato inicial de la novela, «aunque he cambiado el nombre del policía, fue real y nunca se llegó a descubrir quién estaba detrás de los disparos». Precisamente, opina que «no había un solo culpable. Marsella estaba absolutamente corroída por la corrupción y todo el mundo era culpable».
El inspector de policía y director de la brigada móvil, André Grimal, uno de los protagonistas y, aunque de nombre inventado, está basado en un agente real y delante tendrá a personajes que existieron, como el gánster de origen corso y «Padrino» Paul Bonaventure Carbone, también héroe de la Gran Guerra, o Simon Sabiani, primer teniente de alcalde, considerado como el antiguo «amo» de la ciudad. Por lo que ha investigado Thomazeau, Carbone, con un nombre parecido a Capone, «se sentía fascinado por éste e incluso llegó a viajar a Chicago para inspirarse en él. A la vez, le encantaba que le entrevistaran y adoraba alimentar su propio mito».
La ciudad que dibuja, con gente procedente de muchos lugares diferentes, con mucha población italiana, contaba en esos años «con uno de los puertos más grandes del mundo, era la puerta hacia África o hacia Asia». En su opinión, «hay que imaginarla como un inmenso aeropuerto actual, una zona de tránsito, un constante ir y venir por el Mediterráneo, un lugar que hervía de mundo. Asimismo, fue un centro de tráfico de armas, a partir de 1936, para los combatientes de la guerra civil española«.
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