Otro quince de febrero, el de 1883, hace hoy justo 140 años, viene al mundo en Birmingham un niño que ha de pasar a la historia del relato policial. De padres irlandeses, aunque inglés de nacimiento, se le bautiza con el nombre de Arthur Henry Sarsfield Ward. Pero en las crónicas de la ficción criminal se le conocerá por su seudónimo: Sax Rohmer.
En lo que sí parecen estar de acuerdo todos los comentaristas es en la gloria de Rohmer: sintetizó en un solo personaje la antigua percepción occidental de que Asia oriental y el sudeste asiático, liderados por China, Japón o una alianza entre ambas naciones, acabarían por dominar a la Vieja Europa. Una ansiedad antigua, olvidada en nuestro siglo XXI, que a comienzos del XX Rohmer supo sublimar en todo un archienemigo: el doctor Fu-Manchú. Imaginemos “una figura clásica de mandarín chino: un hombre de alta estatura, delgado, de miembros recios, felino en sus actitudes y movimientos, con un entrecejo como el de Shakespeare y un rostro de expresión verdaderamente satánica —escribirá Rohmer en El demonio amarillo (1935)—. De su cráneo afeitado pende la coleta tradicional de los hijos del Imperio Celeste. Sus ojos tienen el fulgor magnético de los ojos de la pantera”.
Toda una síntesis de un miedo tan antiguo que, ya en 1994, con un Occidente avergonzado de sus antiguas fobias y ambiciones coloniales, la escritora Gina Marchetti remontó a “los temores medievales, a Gengis Khan y las invasiones mongolas de Europa”.
Antes de concentrar en un supervillano los miedos atávicos de este lado del mundo hace más de cien años, el neonato de hoy tendrá que crecer. Lo hará imbuido por ese afán de superación de los que quieren escapar de la clase social que los ha visto nacer. Demasiado ambicioso para ser toda su vida un funcionario público, el futuro escritor se empleará como tal hasta encontrar ocupaciones de mayor relevancia en la City. Cuando sus obligaciones se lo permitan, leerá a Edgar Allan Poe y Arthur Conan Doyle con la avidez de quien quiere aprender.
Ward publicará su primer cuento con veinte años. Será en 1903, llevará por título La momia misteriosa y verá la luz en la revista semanal Pearson’s Weekly. Ya escritor profesional, cultivará todos los géneros, incluida la poesía y la prosa mercenaria. Sí señor, en 1911 escribirá para Harry Relph Little Tich —título tomado del nombre artístico del comediante, quien además firmará la obra como suya. En efecto, Sax Rohmer, antes de ser Sax Rohmer, se verá obligado a escribir textos que firman otros. Precisamente por eso serán los que le paguen más.
Fue un sociólogo ruso, Jacques Novikow, quien, en el fin de siglo decimonónico, acuñó, en ese francés que era la lengua hablada entre las élites de la Rusia zarista —cuando querían que la plebe no se enterase de lo que estaban diciendo—, la expresión Le Péril Jaune (el peligro amarillo) al titular así su ensayo de 1897. Un año después, el káiser Guillermo se basaba en las teorías de Novikow para animar a los europeos a la invasión y colonización de China. Dicho y hecho, en junio de ese mismo año el levantamiento de los bóxers contra las potencias occidentales, que estaban interviniendo en su país, no tardó en proporcionar nuevos argumentos a las viejas fobias de este lado del mundo.
Ward, ya Sax Rohmer, tomará buena nota de aquellos recelos. No es el único, pues, que explota esos temores. Como sostiene la erudición occidental de nuestros días, fueron muchos los autores de novelas de aventuras y de ciencia ficción que escribieron sobre el Peligro Amarillo. De hecho, esa antigua angustia llegó a convertirse en un tópico literario. Pero, cuando en 1913 se ponga a la venta El misterio de Fu-Manchú, la primera de las 18 novelas que Sax Rohmer le dedicará, Fu-Manchú —miembro de la familia imperial china, de la que se separó tras la rebelión de los bóxers— se convertirá en el archienemigo de la civilización occidental y todo lo que ella significa. Afortunadamente, el detective Nayland Smith y el doctor Petrie —claramente en la estela de Holmes y Watson— siempre estarán dispuestos a poner coto a los crímenes del villano.
A raíz de los libros que ha de vender Sax Rohmer, uno de los autores más leídos en los años 20 y 30, sí que habrá de ser grande el miedo al Peligro Amarillo. Con todo, puede que su gran éxito le llegue tras la guerra, cuando la percepción de Oriente en Occidente comience a cambiar hasta llegar a ser diametralmente opuesta. Aun así, sin las connotaciones, sin el telón de fondo, sin el temor al Peligro Amarillo detrás, Rohmer será un autor entrañable para miles de lectores. Sirva de ejemplo Éric Rohmer, el prestigioso cineasta francés. Bautizado con el nombre de Maurice Henri Joseph Schérer, el Rohmer del nombre que adoptó para firmar sus películas fue un homenaje a nuestro escritor, uno de sus favoritos.
Julian Symons, en su Historia del relato policial (1972), recuerda a Sax Rohmer en White Plains, un barrio de Nueva York, con el inglés ya al final de sus días, redimiendo a Fu-Manchú confiriéndole un notable anticomunismo. Por aquel entonces, los chinos de Limehouse, el popular barrio londinense, tampoco eran tan perversos. Ya enemigo de la China roja, Fu-Manchú llegará a convertirse en ese villano entrañable que es ahora para los lectores de Sax Rohmer. Así se escribe la historia.
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