Algo ha pasado (1974) es el libro de Bob Slocum igual que Trampa 22 (1961) lo es del aviador John Yossarian, aunque la novela que reseñamos es el ‘verdadero’ libro de su protagonista, puesto que se trata de una indagación en primerísima persona de lo que es el desguace de una vida que se conducía con aparente solvencia. En cambio, la novela antibélica de Joseph Heller (Coney Island, 1923-East Hampton, 1999), escrita trece años antes (el vértigo de las expectativas, todo sea dicho), bucea en tercera persona coral a propósito de los sinsabores que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial, aunque prefiguró el asfixiante delirio del Vietman que vendría. Pero la guerra de Slocum no es con el enemigo alemán ni con la burocracia militar, a menos que se trate como tal a sí mismo y a sus días infernales en una oficina de nueve a cinco y en un hogar en el que sólo queda calor en la etimología de ese supuesto hogar. La cosa pinta mal para el emponzoñado Slocum, que ve cómo la vida se le escapa por el sumidero de la indiferencia y las promesas incumplidas por pura estulticia.
Bob, un hombre de mediana edad con una existencia cuando menos envidiable en la América de los 60, con casa en Connecticut y una mujer atractiva, pero aburrida y sola, infeliz en esencia desde hace mucho tiempo. Al matrimonio le acompañan tres hijos, uno de ellos con una discapacidad que lo retiene en casa, mientras que los otros dos andan ociosos y resultan poco prometedores, una independiente y maleducada, el otro timorato hasta decir basta. El importante cargo de Bob como jefe de ventas le deja tiempo para alimentar un harén errante de amantes y le sirve de vía de escape para lo que intuye difícilmente esquivable; el tedio. El tedio en toda su dimensión, añadido a la angustia que supone la persistente amenaza de ser degradado de su empleo, el odio por ser subordinado de doce ejecutivos sin piedad, o el desmoronamiento de su familia, en una suerte de espiral escapista que sólo terminará cuando afronte una verdad ineludible, una cuestión largamente postergada que evita conocer (“Hoy existen muchas cosas que no quiero descubrir”).
En el prólogo a la novela, Rodrigo Fresán, tan buen conocedor de la ficción norteamericana, acierta con el símil melvilleano al señalar que “Algo ha pasado es un canto agudo a la deserción total (…) Digámoslo así: Bob Slocum es un Ahab sin la coartada de una ballena blanca que justifique su delirio porque, ay, Bob Slocum es su propia ballena blanca”. Pero Bob también es la voz de esta novela montada sobre la voz de ese ser de aflicción constante. Todo es voz, un monólogo obsesivo que raya la sinceridad absoluta si no fuera porque lo que cuenta el protagonista no es de fiar, no al menos los circunloquios desquiciados ni mucho menos sus reiteradas obsesiones que dan forma a la novela. La repetición incesante de los mismos temas añade páginas y páginas a una ficción que necesita esa retórica de la acumulación para cobrar sentido. Aquí la forma es el fondo, como pasa con las obras destinadas a hacerse notar año tras año, en hacerse clásicos por lo que nos dicen en cada época y en cómo nos lo dicen. “La pornografía y el armamento son dos áreas en las que hemos mejorado. El resto ha empeorado. (…) De un océano luminoso al otro, la nación está llenándose de escombros, desperdicios y neumáticos viejos. (…) El petróleo se vierte. El dinero habla. Dios escucha”. Cuidado con Bob, que tiene antecedentes de suicidio en su familia, por partida doble al menos. Pero no, lo que ha ocurrido es otra cosa. El lector lo sabrá y no sabrá qué hacer con esa información. Tampoco Bob, un ser despreciable que compadecemos porque ha perdido la habilidad de controlar lo que piensa y, fatalmente, lo que hace.
La novela asustó a John Cheever por demasiado buena y Kurt Vonnegut dijo lo mismo de ella, que era buena sí, aunque utilizó el adjetivo hipnótica. Con referentes literarios como Louis-Ferdinand Céline o J. P. Donleavy, auténticos malasombras en eso de mostrarse canallas con los nutrientes de sus libros, Joseph Heller traza la vida pensada de un completo cabronazo (“hijo de puta” llamaron a Bob en la reseña aparecida en The New Republic) que a veces se parece mucho a nosotros mismos. Y es que nadie escapa en algún momento a la vorágine mental que acucia al protagonista de Algo ha pasado, sobre todo cuando nos recuerda que “los años son demasiado largos, los días son demasiado cortos”. Tampoco hay que hacerse su amigo, pero no está mal dejarlo pasar unas horas por nuestra existencia. Ni que sea como espejo de azogue resquebrajado en el que deformarnos y sentir que en el desquiciamiento general que nos envuelve no estamos solos.
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Autor: Joseph Heller. Traductora: Lucrecia Moreno de Sáenz. Título: Algo ha pasado. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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