Muy buenas, queridísimo prisionero.
Supongo que si ya llevas tiempo leyéndome, esperas que te cuente cualquier cosa que tenga relación con olor a sangre y a muerte. Pero no, ésta vez y sin que sirva de precedente, no.
En esta ocasión me apetece hablarte sobre un libro del que tuve la inmensísima suerte de que llegara a mis manos una semana antes de su lanzamiento. No es otro que “La sirena de Gibraltar”, de Leandro Pérez. Antes que nada, querría advertirte que soy muy malo para esto de las reseñas, no son lo mío, lo comprobarás según continúes leyendo. Lo mío es contarte a corazón abierto qué me ha podido parecer algo que ha llegado hasta a mí, por lo que esto se puede parecer más bien poco a una reseña al uso. Como siempre, será a mi manera.
Creo que deberíamos obviar que el libro no sólo me ha gustado, sino que me ha mantenido enganchado a él como el velcro. Es evidente, no vendría aquí a hablar de él si no me hubiera gustado. Quería desmenuzar algunos detalles de por qué el libro estaba pegado a mis manos y me ha dejado dormir poco.
El primer punto a destacar, el que con sólo eso me ha hecho darme cuenta de lo que estaba leyendo, ha sido que estoy pasando unos días difíciles por acumulación de trabajo. Estoy en esa fase que atravesamos muchos escritores en la que las ideas fluyen de tal forma y tenemos el tiempo tan justo para darles forma, que no levantamos la vista de la pantalla del ordenador. Si a eso le añadimos a un niño de dos años agarrándome la pierna, comprenderás que mi tiempo era más bien escaso. Pues bien, cuando necesitas sacar minutos de donde sea para seguir leyendo, eso es que el libro te está maravillando. Y cuando te da igual ponerte a leer a las dos de la mañana y dejar el libro a las cuatro porque comprendes que necesitas dormir, también.
Menuda historia te he metido para contarte esto, lo sé, pero ya te he dicho que no sería al uso.
El segundo punto, es la trama. Real, veraz, dolorosa. Leandro no ha inventado nada, pero es que precisamente, para mí, un buen escritor se distingue por ser capaz de dar forma a una historia que podrías ver cualquier día en un informativo pero que sólo él podría contar así. Y tal cual te cuento ha sido. Además, la manera de moldear los acontecimientos, haciendo que pueda definir el texto como un thriller negro me hace quitarme el sombrero ante el autor y agradecerle el tratamiento riguroso y verdadero del proceder de un investigador. No se saca ningún conejo de la chistera y eso, con los tiempos que corren en la literatura es muy de alabar. Si sigues mis colaboraciones en Zenda sabrás (y si no, ya te animo yo a que lo hagas, cojones) que para mí, enfocar la literatura policiaca y detectivesca (aunque no definiría del todo la novela de Leandro así) desde un punto de vista real, lo es TODO. El autor se ha sabido documentar, ha contado sin alardes ni florituras el procedimiento que en verdad se debería seguir para que el transcurso de la novela sea veraz y vuelvo a darle las gracias por eso. Y sobre todo por no meterse en camisa de once varas, cuando lo leas entenderás por qué.
El tercer punto, para mí el más importante, son los personajes. Cada uno tendrá su visión sobre qué punto es el esencial para que una novela funcione. Yo lo he repetido mucho, muchísimo: LOS PERSONAJES. Me importa tres pimientos de lo que me estés hablando, de cómo lo cuentes, de la literatura que emplees… si tu personaje no me dice nada. Me pasa menos de lo que me gustaría, por desgracia, pero me ha ocurrido en varias ocasiones lo que te voy a contar. ¿Sabes ese momento en el que dejas la novela pero no puedes dejar de pensar en su protagonista? O incluso en un secundario, es lo de menos. Lo que me importa es que el autor haya sabido dotar de una personalidad atrayente, sea de la forma que sea, a alguno de los personajes de su texto. Y sí, con Juan Torca me ha pasado. Y no sólo con él, me ha pasado con Jandro, me ha pasado con Luis, incluso con su secretaria… Leandro ha sabido aportar ese toque que hace único a cada voz que habla en la novela y sí, he seguido pensando en ellos una vez cerraba sus páginas. Eso es, simplemente, maravilloso. Puedo contar con las dos manos autores con los que me haya pasado: Dolores Redondo y su Amaia, César Pérez Gellida y su Sancho, Juan Gómez-Jurado y su Irina o Roberto López-Herrero y su Félix por nombrar algunos. En el personaje, para mí, reside la inmensa parte del peso de todas las letras que componen el texto y Juan Torca está a la altura. Vaya que si lo está.
Desde aquí querría darle la enhorabuena al autor por crear una novela tan atrayente, tan adictiva. También dársela a Planeta por apostar de lleno en un talento así. Tal y como está el panorama literario, es de agradecer.
Y a ti, querido prisionero, no sé si has llegado hasta el final de estas líneas, ya te advertí que esto se parecería poco a una reseña normal, más que nada porque no sé. Pero si te has quedado, te doy las gracias también y te espero en mi siguiente entrada. En esa, morboso, que eres un morboso, ya no habrá muertes ni procedimientos policiales: la semana que viene empezaré un nuevo proyecto muy bonito y que me ilusiona muchísimo.
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Y hazte con el libro, ¡¡que ya está a la venta!!
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