La escritora gallega Arantza Portabales se ha convertido en una de las voces más poderosas de la novela negra española gracia a la serie protagonizada por el inspector Santiago Abad y la subinspectora Ana Barroso, quienes ahora vuelven a ponerse manos a la obra para descubrir quién asesinó hace ya años a una chica que vivía en un piso tutelado.
Arantza Portabales nos explica en este making of el proceso de creación de El hombre que mató a Antía Morgade (Lumen).
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Se pregunta David Lodge en El arte de la ficción cuándo comienza una novela. Supongo que tengo la suerte de saber en qué momento las historias que quiero contar caen sobre mí produciendo un estado de efervescencia que ya no me abandona hasta que entra en imprenta. Ha sucedido así con todos mis libros. La idea me ronda durante meses y un pequeño desencadenante hace estallar mi cerebro.
¿Cuándo comienza una novela? ¿Comenzó ahí? Sí y no. Comenzó cuando trabajé en la Intervención de la Consejería de Familia y conocí la realidad de los chavales tutelados. Comenzó cuando conocí de cerca casos de chicas abusadas sexualmente que se han sentido desprotegidas ante un sistema judicial que no siempre encuentra el equilibrio entre la presunción de inocencia y la protección de la víctima. Comenzó sin duda cuando comprendí que quería hablar del duelo y de la imposibilidad de continuar con la vida, cuando la muerte deja de ser una amenaza y es una realidad.
Y a partir de ahí lo de siempre. Dibujar personajes, vivos y muertos. Conocer sus vidas, ser ellos. Conversaciones con la gente que dirige el programa Mentor. Paseos por Compostela para encontrar una casa donde ubicar la acción. Apenas la describiré en la novela, pero mi mente necesita ese espacio físico y tangible. Mensajes a amigos a los que meteré dentro de la trama: no serán personajes, pero compartirán similitudes con algunos de ellos que los harán reconocibles para el público, como sucedió con la escultora Celeste Garrido en Belleza roja y con Susana Pedreira y Lorena Gómez en La vida secreta de Úrsula Bas. En esta ocasión, el inmunólogo y amigo Alfredo Corell me dio su permiso para ser la inspiración de Iago Silvent.
Aunque no resulta fácil de creer, la mujer sociable que soy tropieza siempre con un muro de estúpido pudor a la hora de investigar. Incapaz de presentarme a expertos que no conozco, suplo esa investigación con horas y horas de lectura a través de internet que rara vez tienen reflejo en la novela, pero que me ayudan a intentar minimizar el error, evitar que mis personajes hagan o digan algo que tropiece con el implacable muro de la realidad. En este aspecto abogo más por la verosimilitud que por la veracidad. A fin de cuentas, esto es ficción, un artefacto de ocio, no un manual criminológico. Durante meses leo sobre temas que nunca pensé que estarían en mi ámbito de interés. Protocolos policiales sobre cómo proceder para identificar armas, toma de huellas, informes balísticos sobre los disparos con silenciador, terapias de reeducación para tratamientos de personas violentas, el duelo, terapias para afrontarlo. Cuento con la inestimable ayuda de mi amigo el doctor Salvador Terceño para incluir una autopsia, al igual que en todas las entregas. Y con estos mimbres y el manuscrito ya muy avanzado, me encierro un mes en un apartamento en Esteiro, en la ría de Muros, para rematar un texto que, tras contar con el apoyo y trabajo de mis editores y correctores, acaba convertido en esta novela. Una novela que sé cuándo empezó, y que se termina ahora, en el momento en que deja de ser mía y pasa a ser, para siempre, de todos los lectores.
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Autora: Arantza Portabales. Título: El hombre que mató a Antía Morgade. Editorial: Lumen. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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