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Nuestro amigo el algoritmo

Nuestro amigo el algoritmo

Marta Sanz vuelve a las librerías con una novela distópica, Persianas metálicas bajan de golpe, protagonizada por una mujer madura que vive con un dron, que tiene una amiga que en verdad es una actriz y que está sometida al control de un gobierno que explota, reprime y aterroriza a sus ciudadanos. Un mundo, en definitiva, regido por lo virtual, las empresas de paquetería y los programas del corazón.

En este making of, Marta Sanz desvela el origen de Persianas metálicas bajan de golpe (Anagrama).

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Me cuesta recordar las circunstancias de escritura de esta novela, porque tengo la sensación de haberla escrito desde la inquietud de esas pesadillas que no sabes si han terminado. Durante el confinamiento, me comuniqué con el exterior gracias a un diario que, día a día, compartí en Instagram: en él, haciendo parodia de la fotogenia y la alegría impostada de la red, procuré rescatar la vitalidad que me parecía imprescindible en los tiempos de la peste. Sin embargo, las señales de fuera que llegaban a mi casa no eran luminosas. Nunca olvidaré las pistas de hielo reconvertidas en morgues ni la situación en las residencias de la tercera edad ni a una niña, entristecida y encogidita, que había aprobado el curso gracias al ordenador del vecino y, en un telediario, declaró que la pandemia la había vuelto “un poquito antisocial”. Mis textos surgen de la observación de una realidad que se confronta con mi sistema nervioso, como diría Francis Bacon. Mi sistema nervioso personal es hiperactivo, hiperestésico, hipercrítico e hiperlingüístico. En su composición, el humor negro y la mezcla de violencia y ternura son dos excipientes fundamentales. En cuanto a la realidad, en sus deformaciones y su extrañeza intrínseca, pocas veces ha sido tan perversamente estimulante; vivíamos, de pronto, en un mundo reconocible y, a la vez, alterado. Vivíamos en una ilusión de futuro en la que costaba mucho trabajo mirar más allá del hoy. La supervivencia de hoy. La urgencia de alegría de hoy. Los aplausos a las ocho de hoy. En nuestra ilusión de futuro, perdimos las prevenciones contra la tecnología y retiramos los trocitos de esparadrapo que cubrían las cámaras de nuestros ordenadores, concedimos los permisos para que los micrófonos grabasen: necesitábamos trabajar, comunicarnos, vivir. El algoritmo vampirizó una yugular que le tendimos con placer.

"Me di cuenta de que estaba escribiendo una novela neorromántica porque los temas principales, que iban surgiendo de la escritura, eran la identidad, el amor, la muerte y las revoluciones"

Al despertar, el dinosaurio seguía allí. Con todas sus contradicciones, pero un poco más violentas. Habíamos desperdiciado la oportunidad de cuidarnos más y mejor. Los especuladores traficaban con mascarillas y la sanidad pública se desmoronaba. Me vino a la mente una metáfora: el futuro eran persianas metálicas que bajan de golpe. A partir de ese minuto en el que el futuro estático y la música metálica —persianas, basura tecnológica, sonidos de la telefonía móvil— se pusieron en contacto para provocar un chirrido surgió todo lo demás. La decepción respecto al presente y el sentimiento de vulnerabilidad, la impresión de que el futuro ya está aquí y es una chatarra organizada para vendernos cosas, la desconfianza y dependencia simultánea en la tecnología me llevaron a imaginar esa metrópoli-continente-mundo: Land in blue (Rapsodia), el espacio en el que mi incertidumbre empezó a transformarse en ópera bufa, un musical, un territorio imaginario, marcado por la enfermedad y los limpiahogares generales, la explotación laboral de los viejos y la anulación de las personas jóvenes, las empresas de paquetería y mensajería instantánea, el candy crash, una serie de televisión —que nace de mi actividad de columnista pasada por una trituradora—, unos simpáticos hampones que practican una economía de casino sumergida en un invernadero subterráneo, que remite al de la torre de los siete jorobados de Carrere y de Neville… Sobre esa realidad-ficción se deslizan tres mujeres: una desmemoriada mujer madura, una joven eléctrica que transforma su vida en una coreografía de tik tok, una niña encajonada en una casa que se parece muchísimo a la niña que vi en el telediario. Las tres mujeres están vigiladas por tres drones y, como sucede en la vida real, las imágenes, los filtros, los espejos y las supersticiones nos alejan de una posibilidad de relacionarnos a través del tacto, más que de lo táctil, y son el punto de vista para contar la historia. Me di cuenta de que estaba escribiendo una novela neorromántica porque los temas principales, que iban surgiendo de la escritura, eran la identidad, el amor, la muerte y las revoluciones, y esos temas se perfilaban a través de un imaginario también deudor del romanticismo: el encantamiento, el vampirismo, las variaciones del deep fake como nueva modalidad de un Frankenstein sin carne, la rebelión demoniaca frente al dios del algoritmo. La exageración. Los drones, que vigilan a las mujeres y las cuidan, son como invertidas Coppelias, máquinas que se enamoran de cuerpos delicados. El estilo se barroquiza por la conciencia de esa caducidad de la carne y por la necesidad de que todo suene, y la historia, más allá de la trama, se construya gracias al sonido, al ruido, a la acumulación significativa de los cacharritos de la feria… En resumen, en Persianas metálicas bajan de golpe se siguió el siguiente camino de baldosas amarillas: observación de la realidad, confrontación con el sistema nervioso personal, incertidumbre, elección del musical como género escrito, levantamiento de un mundo-escenario imaginativo, construcción de los personajes y sus vínculos, trama, desenlace. Alguien saca la clavija del enchufe. Por el camino de baldosas amarillas, el estilo y sus resonancias culturales, el peso de la clave romántica como clave de sol de este ballet, la exigencia de la crueldad y la risa sardónica, fueron creando músicas que completaron la semántica del texto y le dieron sentido en el mientras tanto de la escritura. Antes, durante, después. La intuición, el vacilante ejercicio de escribir, la relectura, se solapan para hacer de cada libro un acto de premeditación y azarosos descubrimientos del lenguaje. Ahora, conscientes de que la aspiradora recaba nuestros datos mientras quita el polvo de la casa (¡Rumba nos vigila!), solo nos queda iniciar una conversación.

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Autora: Marta Sanz. Título: Persianas metálicas bajan de golpe. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.

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