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Cincuenta palabras para decir nieve, de Nancy Campbell

Cincuenta palabras para decir nieve, de Nancy Campbell

La poeta británica Nancy Campbell ha viajado por el mundo para recopilar cincuenta formas distintas de nombrar la nieve. Y, con toda esa información, ha escrito un libro que, en realidad, es un viaje por el modo en que las distintas culturas del planeta contemplan el mundo. Por ejemplo, en Japón existe la palabra yuki-onna, que alude a la ‘mujer de nieve’ que recorre a la deriva la tierra escarchada, y en maorí hablan de Huka-rere, ‘uno de los hijos de la lluvia y el viento’.

En Zenda reproducimos dos de las formas de mencionar la nieve que aparecen en Cincuenta palabras para decir nieve (Ático de los libros).

***

1

Seaŋáš

Nieve granulada
(sami)

La mujer coge su pedernal más afilado y traza unas cuantas líneas en la pared de la roca. Un profundo corte horizontal y otro debajo, luego cuatro horizontales más largos y, dentro de ellos, un leve sombreado a base de rayas para rellenar el espacio entre los otros. El pedernal se arquea, casi como si su mano se hubiera resbalado, y sigue con una serie de marcas punzantes, cada una hecha con el mismo movimiento de muñeca que utiliza al tocar su tambor. Más de 14 000 años y al menos una edad de hielo después, estas claras líneas en la pared de una cueva galesa siguen mostrando sin duda alguna la imagen de una bestia con una magnífica cornamenta. Cuando el clima de todo el mundo era más frío, los renos vagaban por el sur de Europa y eran conocidos en Nuevo México, según los dibujos rupestres que dejaron las tribus de la Edad de Piedra y el pueblo Clovis. Los pedernales que dibujaban los animales también se hallaron en ellas.

En la actualidad, los renos son criaturas del norte polar que viven en zonas como Guovdageaidnu, en Noruega, donde la nieve cubre el suelo durante más de la mitad del año. Durante los largos inviernos, en los que las temperaturas pueden llegar a los -30 ºC, los renos pastan en la meseta. Con sus pezuñas y cuernos, escarban en la nieve para encontrar líquenes para comer. En primavera, los exuberantes pastos comienzan a emerger de los profundos ventisqueros de la costa, y es el momento en que los renos inician su gran migración anual hacia el norte, en busca de su comida junto al mar. Los guían el pueblo sami, cuyas gentes llevan mucho tiempo subsistiendo en este clima invernal como pescadores, cazadores y pastores de renos. El tiempo primaveral y la densidad de la nieve marcan cuándo empiezan a moverse los pastores y a qué velocidad. Saben que la tierra fría y gélida ofrece las condiciones ideales para trasladar a sus animales rápidamente por las llanuras hasta la costa. A menudo aprovechan la noche para conducir a los renos, tras esperar a que la escarcha vespertina forme una ligera costra en la nieve, o skavvi, después de que el sol haya descongelado la superficie durante el día. Descansan cuando el sol de la tarde provoca la formación de soavli o nieve granulada. Mientras están en movimiento, los renos —o al menos sus huellas— son visibles en la nieve, de modo que si se alejan o se unen a otras manadas se pueden encontrar de nuevo.

La lengua sami refleja la íntima relación de los pastores con su entorno. La rica terminología sobre la nieve y el hielo incluye palabras para describir la forma en que cae la nieve, dónde se encuentra, su profundidad, densidad y temperatura. Uno de los tipos más significativos de nieve para los sami es la seaŋáš, o nieve granulada suelta, que se forma en la parte inferior del manto de nieve que cae de enero a abril, un poco como la «escarcha de profundidad» según la clasificación internacional de la nieve. La nieve adquiere consistencia de marŋáš durante un invierno frío y mejora las condiciones de pastoreo: a los renos les resulta más fácil cavar a través del marŋáš hasta el liquen que hay debajo. Como el seaŋáš se derrite rápidamente, también proporciona un suministro de agua limpia para los viajeros. No es de extrañar que algunos términos sami para referirse a la nieve estén relacionados con los renos por la influencia en sus vidas, como el inoportuno estado de moarri, que es «la nieve o el hielo congelados que se rompen al viajar sobre ellos, lo que causa cortes en las patas de los animales». Así, aunque existen un centenar de términos sami para referirse a la nieve, se estima que las palabras relacionadas con los renos superan el millar. Sin embargo, para averiguar lo que la mujer de la cueva sabía sobre renos, no tenemos más remedio que dejar que la imagen hable.

2

Yuki-onna

Mujer de nieve
(japonés: 雪女)

La filosofía taoísta sugiere que cuando existe una cantidad abundante de cualquier materia natural, surgirá una vida de ella: el río generará sus propios peces cuando el agua sea lo suficientemente profunda y el bosque creará pájaros cuando los árboles sean lo suficientemente densos. Lo que significa que puede generarse una mujer en el corazón de un banco de nieve.

En ningún otro lugar del mundo los montículos de nieve son tan profundos como en las montañas de Japón. En las remotas tierras altas de los Alpes japoneses, una serie de tres altas cordilleras —Hida, Kiso y Akaishi— que dividen Honshu, la isla principal del país, las nevadas anuales pueden alcanzar los cuarenta metros. El récord mundial de nieve más profunda se encontró más al oeste, en las laderas del monte Ibuki, en 1927, aunque es difícil verificar estos registros puesto que muy pocos de los picos más nevados del planeta están equipados con medidores de nieve o siquiera son accesibles para los meteorólogos o cualquier mortal.

Sin embargo, a veces se puede ver una misteriosa figura que emerge de una desconcertante ventisca en las colinas de Honshu. La yuki-onna pertenece a una clase de monstruos sobrenaturales, espíritus y demonios (yōkai) cuya apariencia seductora oculta la gran amenaza que supone. La primera yuki-onna fue encontrada por un poeta en la época medieval. Su nombre está formado por las palabras «nieve» (yuki 雪) y «mujer» (onna 女). Desde entonces, se han registrado miles de avistamientos, pero todos compartían una característica: su similitud con la nieve. Su piel es fría; su pelo, plateado; viste de blanco. Se desplaza por las colinas y su belleza es incluso más fascinante por su fugacidad. Muchos relatos sobre la yuki-onna se centran en su rápida desaparición: en una historia, se transforma en una ventisca de copos de nieve en un instante; en otra, se derrite después de que su amante la convenciera para que se bañase, dejando tras de sí solo unos frágiles carámbanos flotando en el agua.

En estos cuentos, el deseo de la yuki-onna de tener amantes humanos suele cumplirse, pero su estancia en el mundo de los mortales es breve debido a los caprichos de las personas con las que se encuentra. Un vecino del distrito de Musashino contó al escritor Lafcadio Hearn una historia sobre una yuki-onna que mantuvo una relación con un leñador durante muchos años. Esta historia, que aparece en el último de los muchos libros que Hearn escribió sobre la cultura japonesa, se publicó en 1904, el año de su muerte.

Una noche, dos leñadores volvían a casa del bosque cuando una tormenta de nieve los sorprendió. No se podía pasar por el ancho río que cruzaban a diario, pero afortunadamente el viejo Mosaku y Minokichi, su joven aprendiz, encontraron la cabaña de un barquero para refugiarse. Los dos hombres dormían plácidamente a pesar del viento que soplaba en el exterior y de la nieve que golpeaba la ventana, pero Minokichi se despertó en mitad de la noche por un aleteo de copos de nieve que entraba en la habitación. Parecía que la puerta se había abierto de golpe. A la luz de la nieve (yuki-akari), se asombró al ver a una mujer vestida de blanco que se inclinaba sobre Mosaku y le soplaba en la cara; su aliento era como humo blanco. Pero el anciano no se movió.

La yuki-onna se deslizó hacia Minokichi y se inclinó cada vez más sobre él, hasta que sus ojos se encontraron y sus caras casi chocaron. Era muy hermosa, pero la luz de sus ojos le hizo sentir miedo. Después de mirarlo fijamente durante un largo rato, dijo: «Iba a matarte, igual que a ese viejo, pero no lo haré porque eres joven y apuesto. No puedes contarle a nadie este incidente, Minokichi, ni siquiera a tu madre. Si se lo explicas a alguien, te mataré».

Minokichi se sorprendió ante el hecho de que ella supiera su nombre, y prometió que no diría nada. Ella se apartó de él y abandonó la cabaña. Entonces, se levantó de un salto y miró por la puerta, pero no encontró ni a la mujer ni ninguna huella en la nieve. Llamó a Mosaku, y se asustó al ver que el anciano no respondía. Alargó la mano para tocar su cuerpo, y comprobó que estaba frío.

Minokichi tardó un año en recuperarse de aquella terrible noche. Retomó su oficio y todos los días se fue solo al bosque. Una tarde, mientras regresaba a casa, conoció a una hermosa joven llamada O-yuki, con la que se casó poco después. Tuvieron un matrimonio feliz y fueron bendecidos con diez hijos, pero O-yuki no envejecía. Una noche, cuando los niños estaban dormidos, Minokichi miró a su mujer, que estaba sentada cosiendo junto a una lámpara de papel. Se decidió a hablarle sobre el día en que vio a la yuki-onna. «Cuando te da la luz en la cara, me acuerdo de una cosa extraña que me ocurrió cuando tenía dieciocho años. Conocí a la mujer más hermosa, era tan parecida a ti…».

Antes de que pudiera decir nada más, O-yuki se levantó y gritó: «¡Esa mujer era yo! Te dije que te mataría si le hablabas a alguien de aquella noche. Pero te dejaré vivir por nuestros hijos. Más vale que los cuides muy bien; de lo contrario, te daré tu merecido…».

Y así, la yuki-onna perdonó la vida a Minokichi de nuevo, pero se deshizo de su forma humana. Después de susurrar sus últimas palabras al que había sido su marido durante tantos años, se transformó en una niebla blanca y brillante, y rápidamente se elevó formando una espiral hacia el techo, y desapareció.

¿Todos los encuentros entre los humanos y los elementos son tan desafortunados? ¿Es posible mantener en secreto nuestras relaciones más profundas con la naturaleza? ¿Se quedará la nieve para siempre, o el invierno se convertirá en primavera? Tanto si la yuki-onna es un fantasma malévolo que roba vidas solitarias en la naturaleza como una mujer con una belleza sobrenatural que vive oculta entre los humanos, su mito confirma las cualidades transformadoras de la nieve.

En la actualidad, una carretera de noventa kilómetros serpentea por los Alpes japoneses al suroeste de Nagano y se la conoce como Yuki-no-Otani o «corredor de la nieve». En invierno, el paso se limpia a diario para que los viajeros puedan circular fácilmente en autobuses y coches, sorteando paredes de nieve que alcanzan hasta los veinte metros de altura. Gracias al Yuki-no-Otani, ya no existe el riesgo de que la gente quede atrapada en las colinas o se vea obligada a pasar la noche en desvencijadas cabañas junto al río. Sin embargo, la razón por la que este espectacular paso a través de la montaña seduce a tantos viajeros no es la seguridad ni la accesibilidad de la ruta, sino la intriga por los kilómetros de nieve amontonada a ambos lados, a través de los cuales —contra todo pronóstico— se abre camino. Algunos conductores pueden incluso anhelar desviarse de la pista para explorar la nieve no marcada, en busca de sus hermosas yōkai y con la voluntad de satisfacer sus deseos todavía desconocidos.

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Autora: Nancy Campbell. Título: Cincuenta palabras para decir nieve. Traducción: Claudia Casanova. Editorial: Ático de los libros. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

Parece un delicioso libro. Habrá que leerlo. En algún sitio creo haber leído que lus inuit necesitan muchas palabras diferentes para definir la nieve. Hay realidades variadas y culturas sofisticadas sobre esa realidad. Y hay sociedades decadentes donde la única necesidad de 50 palabras para definir la misma cosa es para definir verdad. Triste.