El periodista británico Dorian Lynskey, autor de El Ministerio de la Verdad, un ensayo sobre 1984, considera que la novela más popular de Orwell es «la piedra angular de la literatura distópica» y que su autor «no predijo el futuro», reflejó una realidad que hoy se repite porque «la tecnología cambia, pero el poder se comporta siempre de la misma manera».
En opinión de Lynskey, «lo que vivimos ahora, ya sea la vigilancia en China, la agresión nacionalista de Rusia o el asalto intimidatorio a la propia verdad por parte de gente como Trump, Bolsonaro y Orban, ha ocurrido antes en diferentes formas y aparece en 1984‘». Por eso, advierte el ensayista, el libro sigue siendo una poderosa advertencia, especialmente para las democracias, de no dar por sentadas sus libertades.
Orwell situó su novela sólo 35 años después de su escritura en contraste con la mayoría de las distopías, que tienen lugar a siglos de distancia, y lo hizo «para recordar a los lectores lo posible que era».
Como muchos, Lynskey leyó por primera vez 1984 y Rebelión en la granja cuando tenía unos trece años, una edad en la que no se entienden «muchas sutilezas» pero «la prosa y las ideas fundamentales son directas e impactantes». A los 20 años redescubrió a Orwell a través de sus ensayos y libros de no ficción y se dio cuenta de «la amplitud de sus ideas sobre política, arte, lenguaje, sociedad y naturaleza humana».
Para el ensayo El Ministerio de la Verdad (Capitán Swing), el autor se leyó la obra completa de Orwell, incluidas cartas y diarios, y durante la investigación previa se dio cuenta de que «Orwell había sentido curiosidad por los temas distópicos recurrentes».
En su ensayo, Lynskey explica el pensamiento y las influencias de Orwell, así como su legado tras su muerte, y de hecho, apunta, «justo cuando estaba escribiendo la propuesta del libro, Donald Trump se convirtió en presidente y muchas de las ideas de Orwell adquirieron una relevancia fresca y urgente«.
También quería romper algunos «conceptos erróneos, como el mito de que el título es un juego de 1949, o que el final sólo es pesimista porque Orwell estaba enfermo». Lynskey califica 1984 de «piedra angular» de la literatura distópica y, de hecho, recuerda, «a día de hoy hay más gente que lee esta obra de Orwell que las de H.G. Wells, Yevgeny Zamyatin o Un mundo feliz, porque la narración y el lenguaje son tan apasionantes como las ideas, y todas las distopías de ficción posteriores lo recuerdan de alguna manera».
Y añade que 1984 es «el primer intento de teoría del totalitarismo, publicado poco antes de Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt». A su juicio, aunque a menudo se considera una ficción o una profecía, «casi todos los horrores que Orwell describe ya habían tenido lugar en la Alemania de Hitler o en la Rusia de Stalin».
La obra de Orwell es muchas cosas al mismo tiempo: una sátira, un thriller de ciencia ficción, una tesis política, una historia de amor, una pesadilla, y su éxito radica en haber inventado «frases como Gran Hermano, Policía del Pensamiento y doblepensamiento, que son conocidas incluso por personas que nunca han leído el libro».
Orwell comenzó a planear 1984 en 1943 con el título El último hombre de Europa, pero dos años más tarde la Alemania nazi fue derrotada, por lo que el libro acabó tomando más de la Rusia de Stalin: «La URSS era todavía un régimen poderoso y opresivo que exigía una crítica».
Tras ser voluntario en la Guerra Civil española en defensa de la República, Orwell se dio cuenta, según Lynskey, de que «había una guerra civil dentro de la guerra civil: los comunistas apoyados por los soviéticos estaban persiguiendo a trotskistas, anarquistas y socialistas independientes, incluyendo a muchos de los camaradas y amigos de Orwell; y esta gran traición le enseñó que Stalin y Hitler eran dos caras de la misma moneda totalitaria».
Para su horror, agrega, descubrió que la mayoría de la izquierda británica no quería aceptarlo y se negó a publicar sus escritos sobre España. «Exponer la crueldad, la violencia y el engaño de Stalin se convirtió en una misión personal que produjo tanto Rebelión en la granja como 1984«.
Preguntado por las diferentes versiones artísticas de la obra de Orwell, Lynskey cree que la película de Michael Radford es excelente como adaptación directa y su protagonista John Hurt es el perfecto Winston Smith. La versión teatral de Robert Icke y Duncan Macmillan es igualmente buena, pero radicalmente diferente, «al utilizar la tecnología de vigilancia moderna de forma muy inteligente y profundizar en los misterios y contradicciones del texto».
El álbum Diamond Dogs de David Bowie, que comenzó como un intento de hacer un musical de 1984, no refleja, según su parecer, el espíritu de Orwell, pero «demuestra lo mucho que se puede hacer con los ingredientes básicos del libro».
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