La escritora gallega Luisa Castro publica una novela familiar en la que la frialdad, las confusiones y los silencios lo inundan todo. La protagonista, Belén, tiene dieciséis años y un padre que quiere repartir su herencia, una madre que apenas llama por teléfono y un hermano que oculta algún secreto. Con estos elementos levanta la autora una comedia con aliento de drama que, sorprendentemente, nace del deseo de plagiar a su hija.
En este making of, Luisa Castro desvela que Sangre de horchata (Alfaguara) nace del deseo de plagiar la última novela de su hija.
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Alguien decía que las novelas se escriben para no tener que explicarlas. Estoy muy de acuerdo con esto. Me dispongo, pues, a fracasar explicando cómo se escribió Sangre de horchata.
¿Qué nos lleva a pegar el salto? ¿Qué móviles ocultos nos arrojan a la piscina de la página en blanco? Con frecuencia no es otra cosa que el horror vacui lo que nos empuja a ese mismo vacío, para rellenarlo. Como todos los juegos, escribir nos libera de la angustia de vivir, y nos enfrenta también a nosotros mismos, que nos medimos en la página. Ese salto al vacío en mi caso, y en el caso de Sangre de horchata, no es otra cosa que el intento de desmontar una realidad que me supera y con la que no puedo lidiar fácilmente. Aquellas cosas que se nos resisten en la realidad, o con las que simplemente no podemos, en la página en blanco se convierten en nuestras aliadas perfectas, se las puede moldear, se las reduce. Sangre de horchata nació así, como un juego reductor de la ansiedad que me dominaba en el momento de su escritura.
Yo pongo la mirada en aquello que me perturba, no puedo escapar a eso, y también existe la fuente, y el deseo y la necesidad de nadar en aguas desconocidas y peligrosas. Escribí Sangre de horchata como quien se tira al foso de los cocodrilos, a esas aguas negras de nuestros miedos más profundos y, quizás, en el fondo, los más ridículos. Pero tiene que haber cierto riesgo en ello para que el juego me seduzca.
Y ahora viene la segunda parte: Sangre de horchata, malgré moi, tiene algo también de juego literario implícito, y tan consciente como inconsciente, con la novela de mi hija, Xita Rubert. De hecho, la voz narradora de Sangre de horchata, e incluso el juego de la relación padre-hija que se despliega en mi novela, se me impuso después de leer Mis días con los Kopp, primera novela de la susodicha autora. Nada más cerrar su libro me entraron unas ganas terribles de plagiarla. Y, por otra parte, la lectura de su libro me desbloqueó en muchos sentidos. Creo que es la primera vez que una madre plagia a una hija. ¡Lo siento! El juego me fascinó.
El motivo o el plot, que dirían en el cine, es el reparto de una herencia. Pero eso es lo de menos. Lo que en realidad se juega en la novela, y de lo que se está hablando, es de la integridad de los seres humanos, de su corruptibilidad intrínseca, y de la impotencia total de salvar o ayudar a aquellos a los que amamos. Y si a todo esto le añades una carcajada bien grande desde el principio, de lo que en realidad habla Sangre de horchata es de esa potencia superior de salvación humana que es el humor. Y así se escribió, desde el olímpico cielo de la más augusta y angustiada risa.
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Autora: Luisa Castro. Título: Sangre de horchata. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros.
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