Medio siglo atrás el norteamericano George A. Romero dio un soberano empujón el género de terror con La noche de los muertos vivientes, donde en clave de naturalista gótico americano representó al monstruo definitivo, la muerte con mayúsculas, no como un ser lejano y terrorífico sino como una reptante masa de seres despersonalizados y sospechosamente parecidos a nosotros. Sin ánimo de ir más allá con las comparaciones, la película de Raúl Cerezo y Fernando González Gómez, Viejos, demuestra que el cine de terror sigue siendo perfectamente capaz de somatizar discursos humanos y políticos para repetir esa misma jugada adaptándose a las debidas circunstancias.
Teñida de un tremendismo netamente hispánico reflejado por la plasticidad de su fotografía, Viejos utiliza otro espejo, el de la ancianidad, para vernos a nosotros mismos. Es, fundamentalmente, una película de género que busca el acojone en las costuras de una sociedad envejecida como la española y a la vez, evidentemente incómoda por tener que hacerse cargo viejos protagonistas, un juego que la película representa como una moneda de doble cara: si Wes Craven dijo que no hacía películas de terror, sino sobre el terror, Viejos juega con descaro la carta del miedo a la vejez y, también y por qué no, un poco a los propios viejos.
Cerezo y González Gómez van, eso sí, tiñendo de retazos oníricos e irreales la fábula realista, convirtiendo el degradado paisaje urbano de residencias de la tercera edad y vetustos pisos del centro de Madrid, poblados a su vez de personajes grotescos y antipáticos (quizá heredados de otro filme de Romero, Creepshow) en una suerte de pesadilla de horrores a un penique que, con toda seguridad, exigirá un salto de fe a su espectador en sus minutos finales que no todos van a saber o querer dar.
Quizá ese tránsito de lo real a lo ¿imposible? de Viejos sea un tanto abrupto, o más bien, limitado por la naturaleza del propio desenlace, pero esta especie de Cocoon invertido resulta implacable en sus pulsiones de puro cómic y tiene una destacable scream queen adolescente, la interpretada por la jovencísima Paula Gallego. El uso del sonido es realmente bueno, como la citada fotografía de Ignacio Aguilar, y aunque la relación padres-hijos del filme no acaba de enganchar pese al empeño de un buen actor como Zorion Eguileor (quizá tampoco era la intención conmover), lo cierto es que con medios modestos sus directores demuestran pulsar una serie de interesantes teclas que van desde el Goya más de pata negra a la ciencia ficción de contornos puramente pulp.
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