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Use Lahoz: «Una novela es un viaje en el que llevas de guía a la memoria»

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Use Lahoz: «Una novela es un viaje en el que llevas de guía a la memoria»

El escritor Use Lahoz, que acaba de publicar su última novela, Verso suelto, que sigue la peripecia vital de una adolescente hasta su vida adulta, considera que «una novela es un viaje en el que te llevas de guía a la memoria».

En una entrevista con EFE, Lahoz asegura que nunca «maltrato a los personajes», a pesar de que su protagonista se encuentra en el peor de los escenarios, en la adolescencia, inmersa en un conflicto interno relacionado con la identidad sexual y conflictos externos con la familia, donde sus padres se han separado y atraviesan problemas económicos. «La literatura es conflicto», señala. Su propósito era «intentar no defraudar a los personajes», y eso lo hace «humanizándolos y dándoles libertad de pensamiento».

Verso suelto (Destino) parte, como otras de sus novelas, de «una imagen o una conversación», en este caso de un diálogo con una amiga en París: «La memoria, como guía de ese viaje que es una novela, siempre se ha portado muy bien conmigo, y son esos momentos vividos o que me han contado los que recuerdo al escribirlos». Tras esa anécdota primigenia, Lahoz se adentra en el proceso creativo, que «es lo más agradable y fascinante para un escritor», y en ese proceso se inventa un pasado y un futuro para ese conflicto que plantean los personajes. El lector contempla a la protagonista, Sandra Martos, en cuatro momentos de su vida: en la adolescencia, en la juventud, en una segunda juventud y en la madurez.

Lahoz (Barcelona, 1976) confiesa que nunca se plantea de antemano las circunstancias en que se mueven los personajes: «He descubierto, al acabar la novela, la cantidad de temas que contienen, algo que no sé a priori, y ahora sé que en el texto está la búsqueda del placer, la complejidad de no saber desprenderse a tiempo de afectos y de recuerdos y de cosas materiales, y también el deseo, que se expresa de diferente manera a diferentes edades».


La novela trata sobre «la imposibilidad de mantener sentimientos a lo largo del tiempo. La protagonista no ha sabido superar la idealización de una amistad», pero también puede ser leída como una obra sobre la «deriva», que «acabará siendo una oportunidad para Sandra». Además de esos temas tan propios de su literatura como la amistad, en el texto subyace también «una visión social de esa juventud, la lucha de clases y de cómo el dinero puede condicionar el futuro».

La protagonista consigue salir adelante gracias a las novelas, el cine y su amiga Isa: «Sandra busca refugio en la amistad, pero también en el cine y la literatura». Piensa Lahoz que «el arte nos transforma, tiene esa capacidad transformadora, pero quien verdaderamente nos cambia la vida son las personas, que nos permiten acceder a otros mundos, a otras dimensiones, a entender comportamientos humanos. Sandra expresa ese tema mío, necesidad de buscar referentes fuera de la familia.

Como personajes que son «hijos de su tiempo y de su entorno», se mueven también en escenarios diversos, viajan, y con esta naturalidad están en Barcelona, Glasgow, Oporto, Londres. Reaparece esa región imaginaria muy Lahoz, Valdecáiar, que ya aparecía en sus anteriores novelas Jauja y La estación perdida. Para Lahoz la escenografía es muy importante en sus novelas, y el hecho de que vuelva Valdecáiar responde a su interés en crear «una ilusión de dar continuidad a otras novelas, el sueño de un universo propio».

Lahoz ya tiene en preparación «un libro de no ficción, una especie de memorias y al mismo tiempo un elogio del viaje», y aclara que si «en las novelas te inventas lo que no pasó, en la no ficción te inventas lo que pasó». El autor de Los Baldrich asegura que escribe básicamente «por rentabilidad emocional», y después de «tres años peleando con el estilo, con no repetir las palabras, levantar unos personajes de la nada, inventar un mundo propio y sin saber si le va a interesar a los lectores, novelar resulta un acto por amor al arte, pero al mismo tiempo un gran placer, porque escribes para sentirte libre y al final resulta un acto a contracorriente».

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