Cualquier mexicano que se precie, o todo aquel que quiera desenvolverse con soltura en México, debe manejarse bien con una palabra mágica que sirve para casi todo y que resulta hasta cierto punto enigmática por su variado significado, pues puede querer decir una cosa y su contraria o, lo que es lo mismo, una auténtica paradoja. Se trata del verbo «chingar» y sus múltiples derivados, que llevan a expresiones como «Qué chingón”, “¡No me chingues!”, “¡Ya chingamos!”, “Son chingaderas”, «Ya chingué» o «Te chingas». Y es que este singular verbo ha evolucionado en frases hechas con diversos significados, tonos, matices y énfasis, y es capaz de transformarse de verbo en adjetivo, en adverbio o sustantivo. La maleabilidad de este vocablo puede comprobarse en las más de 300 acepciones diferentes que reúne El Chingonario, un maravilloso long-seller que editorial Algarabía publicó en 2010 y que ahora, 500.000 ejemplares vendidos después, relanza corregido, aumentado y con el subtítulo de «Uso, reuso y abuso del chingar», acompañado por un original Manual para mandar a la Chingada y una versión en inglés con un tiraje de 50.000 copias. Despreocupada porque la Real Academia de la Lengua incorpore o no las distintas acepciones del verbo «chingar», la coordinadora de este fantástico volumen, la lingüista María del Pilar Montes de Oca, directora del sello Algarabía y autora de obras como Con la palabra en la boca o Manual para hablar mejor o para insultar con propiedad, sabe que la lengua es algo cambiante, que está vivo y que, como pertenece a todos, va generando nuevas acepciones de verbos como el célebre «chingar», algo que ha podido comprobar en el transcurso de estos trece años desde que editó la primera versión del Chingonario, por lo que ha tenido que incorporar nuevos usos de la palabra, nuevas frases que se han generado, y nuevas expresiones que la gente utiliza tanto en redes sociales como en contextos públicos y otros específicos. Montes de Oca destaca que estudios muy interesantes de algunas universidades como la de Stanford, aseguran que decir groserías o expresar malas palabras en determinados momentos es algo que ayuda a las personas no solo a desahogarse, sino incluso a tener menos enfermedades, pues la catarsis que produce ayuda a disminuir problemas psicológicos, lo que representa un auténtico mantra antiestrés para unos tiempos tan de la chingada como los actuales. Como sugiere la especialista, uno puede sentarse, cruzar las piernas, poner las manos en posición de Ommmm y decir varias veces: «Y a mí qué chingaos, y a mí qué chingaos» o «Ya chingué, ya chingué», ejercicios realmente relajantes. Por otra parte, la lingüista aconseja que nunca hay que dejar pasar la oportunidad de mandar a la chingada lo que no nos importa, lo que nos hace mal o lo que no nos hace falta. Y recuerda: cuando estés solo y deprimido, cuando no sepas qué hacer en esta vida, la Chingada siempre estará ahí para llevarnos. Chingoncísimo.
EL ARCÁNGEL SAN GABRIEL FIGUEROA
La ensayista e investigadora Virginia Medina Ávila acaba de recuperar de sus archivos personales, para gozo y disfrute de cinéfilos y amantes de la fotografía, un invaluable documento sonoro de una de las voces más importantes de la historia del cine mexicano, la del cinefotógrafo Gabriel Figueroa (1907-1997), uno de los tres o cuatro directores de fotografía cinematográfica más importantes en la historia del cine del siglo XX, comparable a la de artistas tan notables como Sven Nkvist, Jack Cardiff o Vittorio Storaro. Se trata de una conversación sostenida por la doctora Medina con el célebre cinefotógrafo el 24 de enero de 1994, cuando éste tenía 87 años de edad, la cual le ha servido como material de base para su espléndido libro El arcángel san Gabriel Figueroa. El artista que escribió con la luz el siglo XX mexicano, que acaba de ser publicado por la UNAM, el cual nos permite conocer de primerísima mano la visión de Figueroa sobre el equipo que formó con el guionista Mauricio Magdaleno y el director Emilio Fernández en películas como Flor Silvestre, Bugambilia y María Candelaria (con Dolores del Río), Maclovia, Río Escondido y Enamorada (con María Félix) y Pueblerina (con Columba Domínguez), así como sobre el trabajo que realizó con directores como Luis Buñuel, Fernando de Fuentes, John Huston y John Ford, con actores como Pedro Armendáriz y Clint Eastwood y actrices como Silvia Pinal y Shirley McLaine, o con pintores como José Clemente Orozco y escritores como José Revueltas y Tennessee Williams. Como apunta la propia Medina, Gabriel Figueroa logró encapsular por medio de su lente, con vivacidad, audacia y magníficos recursos estéticos, la memoria rural y urbana y el imaginario colectivo de un México que continúa existiendo en su vasta obra, y que en este libro revisitamos para reconocer la sociedad que se formó en los rostros de sus actrices y actores, pero también de una serie de paisajes ya míticos que nos hablan en sus blancos y negros, en sus luces y sombras, pues cada una de las imágenes retratadas por este excepcional cinefotógrafo materializó la realidad de su época con exacerbada belleza. Como señala el maestro Lauro Zavala, en este libro Figueroa hace un recuento de su carrera que bien podría dar lugar al guion para una película biográfica sobre un personaje en cuya experiencia se mezclan la política, la industria del cine y el trabajo de muchos de los más destacados guionistas, directores de cine, fotógrafos, productores, dramaturgos, actores, actrices, pintores, músicos y escritores de su época, una vida intensa y una fotografía excelsa donde son evidentes las enseñanzas de maestros como Gregg Toland y Paul Strand (sobre la profundidad de campo y la iluminación dramática), el Dr. Atl y Eduard Tisse (sobre la perspectiva curvada) y José Guadalupe Posada y los muralistas mexicanos (sobre los motivos visuales de la cultura popular) en la construcción de un estilo propio, el del arcángel Gabriel Figueroa, en cuyo universo fotográfico entramos como invitados privilegiados gracias a este libro que es, como apostilla Zavala, «una excursión panorámica y memorable, irrepetible y espectacular».
Gracias por la difusión del libro «El arcángel San Gabriel Figueroa. El artista que escribió con la luz el siglo xx mexicano.» Es un privilegio, saludos desde México. Vicky Medina Ávila