Al reunir para su edición los poemas de Uni-versos, antología de poemas uni-versales que recopilé el año pasado con ayuda de algunos amigos, el que abrió el librillo por derecho propio fue el tantas veces citado de Antonio Machado «Hoy es siempre todavía», publicado por el poeta con el número VIII en el apartado «Proverbios y cantares» de su libro Nuevas canciones (Madrid, Mundo Latino, 1924). Es el único verso suelto o «uni-verso» que aparece en su obra.
Un verso suelto publicado como poema es poco habitual; de hecho, sólo tres o cuatro de los recogidos en la antología fueron publicados o al menos escritos como tales en aquellas fechas (Apollinaire, Ungaretti, Storni, tal vez Juan Ramón o Pessoa) aunque conforme avanzaba el siglo cundiera el ejemplo y fueran muchos los que se han ido atreviendo a hacerlo, como demuestra la antología.
¿Por qué Machado decidió en época tan temprana publicar ese octosílabo como válido en sí mismo, sin otros que lo acompañaran? ¿Seguía el ejemplo de Apollinaire, que incluyó su alejandrino en Alcools en 1913? Yo me atrevo a aventurar que el poeta sevillano quiso subrayar de esa manera el origen ajeno de ese verso, que era una variante, mejorada y ahondada, de otro publicado años antes por el poeta pamplonés Fiacro Iráizoz Espinal.
Iráizoz, que nació en Pamplona en 1860 y se instaló de joven en Madrid (no he conseguido saber en qué año) y en la capital vivió toda su vida, fue un prolífico poeta y autor dramático, que estrenó medio centenar de obras del género chico y zarzuelas, con músicas de notables compositores, como Ruperto Chapí, Federico Chueca, Gerónimo Giménez o Amadeo Vives. Su obra poética no ha sido recopilada, pero hay un poema suyo que tuvo y sigue teniendo cierta difusión, que es «Los gigantes de Pamplona».
El poema, dedicado a su hijo, lo fechó Iráizoz el 6 de julio (es decir, la víspera de San Fermín, el día del chupinazo) del año 1896 y apareció publicado en una revista de gran difusión, Madrid Cómico, unos días más tarde, el 11 de julio. Con su mensaje antimonárquico y desmitificador, debió de tener bastante éxito y repercusión, ya que volvió a aparecer, que yo sepa, dos años más tarde en Instantáneas: Revista semanal de Artes y Letras, y en Pamplona en el número 224 de La Avalancha, el 8 de julio (también en sanfermines) de 1904. Yo recuerdo haberlo leído en mi niñez en un número también sanferminero de la revista Pregón, a finales de los años 40. Dada la popularidad de Iráizoz como autor teatral del género chico y de zarzuelas, es probable que haya circulado y se haya reproducido en otras publicaciones.
Y en alguna de ellas lo debió de leer Antonio Machado, que fue actor aficionado y autor teatral, y que en aquel Madrid pequeño y pueblerino probablemente conoció y trató a Iráizoz, quince años mayor que él, dramaturgo popular en la noche y entre la intelectualidad madrileña.
Y aquel verso, que en el poema de Iráizoz sólo se refería a que su hijo aún era demasiado joven para sentir la nostalgia que él sentía ante el paso de los gigantes, ¡Hoy es pronto todavía!, se le debió de quedar rondando en la cabeza a Antonio Machado y sugerirle una pequeña modificación que lo transformaba de anecdótico en categórico: cambiar el pronto por un siempre, pasar de lo circunstancial a lo eterno: Hoy es siempre todavía. Y sin gigantes ni nostalgias, con su universalidad, incluirlo como poema de un solo verso, el único, entre sus «proverbios y cantares», tal vez para destacar así que se trataba de una variación de un texto ajeno.
El gran poeta no plagia: incorpora hallazgos ajenos mejorándolos y enriqueciéndolos. «Los poetas inmaduros imitan; los poetas maduros roban; los malos poetas desfiguran lo que toman, y los buenos poetas lo convierten en algo mejor, o al menos en algo diferente», escribió T. S. Eliot en El bosque sagrado. El verso circunstancial de Iráizoz pasó a ser el verso definitivo de Antonio Machado. Con éste nos quedamos. Pero como pamplonés, aprovecho para recordar a aquel paisano de raro nombre y variopinto ingenio que dio pie, sin pretenderlo y puede que sin saberlo, a Antonio Machado para escribir uno de sus mejores versos.
***
Los gigantes de Pamplona
(A mi hijo)
—¿Oyes las notas vibrantes
de esa gaita tan chillona?
Pues espera unos instantes,
que vas a ver los gigantes…,
los gigantes de Pamplona.
Recuerdo que en mi niñez,
alegre más de una vez,
delante de ellos corrí.
Con qué osada timidez,
les gritaba: «¡A… quí! ¡A…quí!».
En tus ojillos brillantes
y en tu sonrisa burlona
veo instintos alarmantes
de correr con los gigantes…,
los gigantes de Pamplona.
Pero espérate, que quiero
que los veas al pasar;
mira, ya llega el primero
detrás del tamborilero,
bailando a todo bailar.
—¡Es un rey! ¡y que elegante!
¡Cuánto adorno! ¡Cuánto fleco! …
—¿Ves qué serio y qué arrogante?
Pues bien, por fuera es gigante,
¡pero por dentro… está hueco!
¡Hoy es pronto todavía!
¡Tal vez te acuerdes un día
del gigantón de Pamplona,
al ver bajo una corona
una cabeza vacía!
—¡Y baila con mucho brío!
¡Cuántas vueltas!… —¿Qué, te chocan?
¡De tu inocencia me río!
¡Los monarcas, hijo mío,
bailan al son que les tocan!
—¡Otro gigante detrás!
Y es mujer… ¡La quiero ver!
—Acércate y la verás.
—Di, papá, ¿y esa mujer
es igual que las demás?
—No es igual; pero no obstante,
todas parecidas son,
pues, lo mismo que el gigante,
tienen hermoso el semblante
¡y el corazón de cartón!
—¡Ya llega otro… y otro…, sí!
¿Y quienes son esos, di?
—Son retratos en colores
de esos graves pensadores
como hay muchos por ahí.
De inmóvil fisonomía,
que hablan poco y hablan tarde,
y se pasan noche y día
haciendo ostentoso alarde
de inmensa sabiduría.
—¿Y esos últimos que veo?
¡Son negros! ¡Qué atrocidad!
¡Qué rostro tienen tan feo!
Si son negros, como creo,
serán muy malos, ¿verdad?
—No tanto como supones;
en el mundo, ¡cosa rara,
hay otros… santos varones,
que tienen blanca la cara…
¡y negras las intenciones!
……………………………………..
Ya acabaron de pasar;
ya se alejan tan gentiles,
bailando a todo bailar
esa danza popular
de gaitas y tamboriles.
—¿Quieres seguirles? ¡Corriente!
Si eso te ha de divertir,
corre alegre entre la gente,
pero ten siempre presente,
lo que te voy a decir:
Sé humilde tu vida entera;
huye siempre de un encuentro
con esa gente altanera
que va mostrando por fuera
lo que no tiene por dentro.
Y piensa que hay mil farsantes
de apariencia fanfarrona,
muy soberbios, muy boyantes…
¡y son como los gigantes…
los gigantes de Pamplona!
FIACRO IRÁIZOZ
Nota (tal vez innecesaria): El poema, con su crítica antimonárquica, fácil pero efectiva, su condena del racismo y de la prepotencia, y su moraleja bien traída, tiene una estrofa hoy inaceptable, en que la misoginia de la época asoma adjudicando a la mujer ¡un corazón de cartón! Metáfora falsa, además, pues los gigantes y las gigantas son de cartón, pero su corazón es de aire. Olvidémoslo.
En cuanto al nombre del poeta, Fiacro Iráizoz Espinal, es poco común. San Fiacro fue un eremita de origen irlandés, dicen que hijo de un rey de Escocia, que fundó un monasterio en el siglo VII en un lugar que se llama hoy Saint-Fiacre, en la región francesa de Meaux, en cuya catedral fue enterrado. Se le considera patrón de los jardineros, por sus éxitos en ese campo, ¡y de los proctólogos!, pues la piedra en que depositaron su cadáver dicen que se ablandó al contacto con éste, por lo que acudían a sentarse en ella para curárselas los enfermos de almorranas. Al mismo tiempo, fiacre en francés y fiacro en castellano era el nombre de un coche de punto o simón, habitual en la época de Iráizoz. Eso en cuanto al patronímico. Los apellidos, como es frecuente en el Antiguo Reyno, corresponden a dos pueblos navarros. Espinal está en el Camino Francés, en la merindad de Sangüesa, e Iráizoz, en la Ulzama, cerca de Pamplona. Se puede encontrar escrito también como Yráyzoz, Yrayzoz, Irayzoz, Iráyzoz o Iraitzoz, que es la grafía euskaldún adoptada actualmente por el concejo.
Nota a la nota: Quien no sepa qué especialidad de la medicina practican los proctólogos, puede averiguarlo en los diccionarios o en la red. Yo conocí y fui amigo de uno de ellos, que además era poeta, y hasta le dediqué un poema.
———
Anáfora (creación y crítica), nº 28, Gijón, marzo de 2023.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: