Desde la antigüedad hubo casos en que las esposas y amantes de los soldados acompañaron a los ejércitos, formaban una retaguardia en la que caminaban junto con los carros de las impedimentas y bagajes. Buena prueba de ello nos la ofrece Jenofonte, en el siglo IV a.C., en su Anábasis o Expedición de los diez mil. Es conocido que los generales romanos toleraban en ciertos casos, salvo que la disciplina y el orden se viesen deteriorados, que alrededor de sus cuarteles y campamentos se formasen asentamientos en los que habitaban los civiles que seguían a los soldados. Hubo, por el contrario, otros ejércitos que no permitían que hubiese mujeres alrededor del campamento ya que consideraban que creaban puntos de fricción y fomentaban la indisciplina de los mismos. Éste no era el caso de los cruzados, en sus aventuras por liberar Tierra Santa estaban acompañados por mujeres. Es de sobra conocido el caso de las mujeres —a las que se las denominaban “rabonas”— que acompañaron a los ejércitos hispanoamericanos en sus guerras de liberación, mujeres que auxiliaban a sus maridos en todas sus necesidades.
En la novela histórica recién publicada por el profesor de Literatura Española de la Universidad de Salamanca, Luis Garcia Jambrina (Zamora, 1960), de título Así en la Guerra como en la Paz, narra la participación de las fuerzas inglesas, del general Moore, en la guerra de la Independencia Española. En la novela, García Jambrina convierte a Catherine Gallagher, esposa de uno de los soldados, en narradora en primera persona de las peripecias que acontecieron al ejército inglés en su marcha por el noroeste de la Península. En el ejército británico estaba institucionalizado y se permitía, mediante sorteo nominal, que un cierto número de esposas acompañase al regimiento, al que pertenecía su marido, durante la contienda para la que se le movilizaba. Dándose el caso de que, si su marido moría, tenía el plazo de dos días para casarse con otro soldado del regimiento y de esta manera evitar que, con unas pocas monedas, fuese expulsada por los mandos de la comitiva que formaban las esposas de los soldados. Estas esposas, aunque no tenían ningún estatus reconocido por el ejército, se ocupaban de multitud de tareas auxiliares como: cocinar, lavar, coser y remendar uniformes, limpiar correajes, buscar y carretear leña para los fuegos, cocinar, criar a los hijos, atender a los enfermos y auxiliar a los heridos, etc. Otro caso muy diferente era el del ejército francés, en donde estaba terminantemente prohibido que las mujeres acompañasen a sus maridos.
García Jambrina hace que Catherine narre y describa con detalle lo ocurrido entre el 31 de julio de 1808, cuando zarpan del puerto inglés de Portsmouth las tropas destinadas por el gobierno británico para socorrer a sus aliados portugueses que han sido atacados por los ejércitos de Napoleón. Una vez en Portugal deciden internarse en España, para unirse a las tropas españolas, y atacar al ejército francés que se encontraba al mando del general Soult. En vez de producirse un enfrentamiento entre ambos ejércitos, se desarrolla una asfixiante persecución al ejército británico en la que la única obsesión del general Moore, al mando de las tropas, era evitar la aniquilación de su ejército y llevarlo con el menor número de bajas posibles a embarcar a los puertos de Vigo y A Coruña; objetivo que logra a mediados de enero de 1809. La retirada, a marchas forzadas, tuvo en el duro invierno peninsular a un enemigo más letal que el ejército de Napoleón. Las inclemencias del tiempo —frío, lluvia, nieve y granizo— convirtieron en intransitables los caminos por los que circulaban desde Salamanca hasta los puertos gallegos. El deambular de los soldados y mujeres por las tierras de Castilla, León y Galicia, se convirtió en una marcha infernal en donde la falta de suministros y pertrechos provocaron que el hambre, el frío y las enfermedades causaran más pérdidas humanas que las escaramuzas con los franceses. Para muchos de los participantes británicos de esta contienda fue “la marcha de la muerte”.
Luis García Jambrina, a través de la narración de Catherine, realiza destacables descripciones costumbristas de la vida que llevaron los protagonistas, priorizando las opiniones, perspectivas y el punto de vista de una mujer a la descripción de las batallas. La narradora da comienzo describiendo la vida en el Reino Unido antes de la partida, para continuar con la vida cuartelaria, el viaje por mar hasta Lisboa y la marcha por las tierras peninsulares. A lo largo de todo el recorrido hombres y mujeres realizan sacrificios demostrando una abnegación sin límites ya que todo vale para seguir juntos. Este episodio histórico tiene un mal recuerdo para los españoles que se encontraban en el camino que realizaba el ejército británico, ya que en muchas ocasiones las indisciplinadas y extenuadas tropas del general Moore se dedicaron al pillaje, saqueo, extorsión y destrucción de vidas, ciudades y pueblos, dándose el caso de que los habitantes de estas localidades acogían mejor a las tropas francesas por su comportamiento más compasivo con ellos. Prueba de ello es que hoy en día, en la vía Künig del Camino de Santiago, a su paso por la provincia de Lugo, aún quedan recuerdos de la marcha inglesa.
Así en la Guerra como en la Paz, gracias al arduo proceso de documentación histórica llevado a cabo por García Jambrina, ficciona, desde un punto de vista femenino, otro desconocido episodio de la Historia de España.
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Autor: Luis García Jambrina. Título: Así en la Guerra como en la Paz. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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