En el pasado mes de marzo Emilio Lara firmó, en estas páginas de Zenda, el artículo titulado Juicio a la novela histórica, en donde, a través de un proceso sumarísimo, juzga a la misma. Entre los diversos razonamientos aportados se encuentra el siguiente:
El arte del escritor de novelas históricas consiste, a la hora de ficcionar, en que las reconstrucciones de los diálogos históricos contengan la mayor verosimilitud posible para que consiga hacer creer al lector que las conversaciones se aproximan a la realidad de lo que posiblemente hayan dicho los protagonistas. Estos diálogos, de acuerdo con la afirmación anterior de Vargas Llosa, deben ser capaces de crear en el lector un estado de ánimo lleno de sentimientos y emociones.
En el libro del doctor en Antropología, licenciado en Humanidades y galardonado escritor Emilio Lara (Jaén, 1968) titulado Venus en el espejo confirma lo dicho anteriormente, y además, según afirma el autor en el epílogo, siempre fue de los escritores que no buscan los temas, sino que son los temas quienes le buscan a él, caso que ocurre con el libro que nos ocupa.
Venus en el espejo es un libro que transmite la intensa alegría de la vida en Roma, en donde dos mujeres se convierten en protagonistas y arrastran a sus partenaires a una experiencia vital que los llevará a conquistar y destacar en el mundo que les ha tocado vivir.
Emilio Lara, como en sus anteriores obras, vuelve hacer gala de una elegancia en la narración que podemos calificar de sobresaliente, que cuenta una historia maravillosa en donde destacan la humanidad de unos personajes que llegaron a ocupar un lugar preeminente, en las crónicas de su época, y cuya memoria aún perdura hoy en día.
La acción da inicio en Viterbo en 1596 y finaliza en Roma el 1 de octubre de 1657. Está protagonizada por Olimpia Maidalchini, por el hermano de su último marido, Giambattista Pamphili (Inocencio X), por el rey de España, Felipe IV, por el pintor Diego de Silva Velázquez y por la modelo Faminia Triunfi.
Olimpia es la hija de un recaudador de impuestos que, viendo la inteligencia que posee, decide enseñarla a leer, escribir y contabilidad. Olimpia y su hermana deben ingresar en un convento de clausura, hecho que destroza las aspiraciones de Olimpia, ya que no consideraba estar destinada a una vida de reclusión. Consigue a través de una treta abandonar el convento, haciéndose el firme propósito de “no confiar más que en sí misma el resto de su vida”. Se casa con un acaudalado hombre mayor, quedando a los tres años viuda y con un más que aceptable patrimonio que, gracias a sus habilidades para los negocios, acrecienta en poco tiempo. Se vuelve a casar con un miembro de una noble familia romana. Su habilidad comercial logra conseguir, de nuevo, que el patrimonio familiar se multiplique. Convertirse en una mujer rica le permite dedicar amplios recursos a obras de caridad. Construye y financia el funcionamiento de un hospicio de jovencitas huérfanas, con el fin de evitar que tengan que entrar en clausura o dedicarse a la prostitución. Rehabilita un pueblo, cerca de su ciudad natal, en donde pueden vivir y recuperarse de sus enfermedades prostitutas y desheredadas de la fortuna. Crea el instituto para “viudas dolientes”, con los mismos fines que los anteriores. Olimpia fue una mujer decidida, inteligente, fuerte, ilustrada y cuya habilidad por los números y los negocios le ayudaron a situarse en la sociedad romana. Tenía un carácter meticuloso y planificaba sus pasos con tal de ascender en el orden social. Fue muy poderosa, ya que influyó, con dinero y favores, en la carrera eclesiástica de su cuñado Giambattista, hasta el punto de conseguir que fuese elegido, por el cónclave de cardenales, para el cargo de Papa, siendo conocido a partir de la elección por el nombre de Inocencio X. A partir de ese momento a Olimpia se le puso el apelativo de “la Papisa”, ya que se convirtió en consejera de su cuñado, y llegó a gobernar la Iglesia de Roma desafiando la autoridad de los hombres que formaban la curia, quienes decían de ella que “no se sabía si era la sombra del Papa o la papisa en la sombra (…). En cualquier caso, todos juzgaban intolerable que las faldas mandasen más que las sotanas”. El Vaticano, en aquellos tiempos, era un nido de corrupción ejercida sobremanera por los familiares del Papa. Olimpia fue acusada, a la muerte de su cuñado, de robo y corrupción, acusaciones que sus múltiples enemigos fueron incapaces de demostrar.
En el tiempo del papado de Inocencio X el pintor de cámara Velázquez fue nombrado embajador por el rey Felipe IV, con la misión de comprar obras de arte en Italia para embellecer el Real Alcázar de Madrid. Durante su estancia en Italia dispuso de tiempo para trabajar en alguno de los retratos más importantes de su vida, entre los que se pueden encontrar el retrato del papa Inocencio X, el de su cuñada Olimpia y el de su amante Flaminia plasmada como Venus, la diosa romana del amor en su cuadro Venus en el espejo.
Me he permitido titular el comentario con la expresión italiana “troppo vero”, que se puede traducir por “demasiado real”, expresión histórica que el papa Inocencio X realizó cuando contempló, por primera vez, el retrato que le había pintado Velázquez, término que considero que es fiel reflejo del carácter que Lara imprime a la novela, en donde se manifiesta con claridad que su labor de investigación ha sido rigurosa y exacta para sacar a la luz la importancia de la vida de los personajes.
Una vez más, al cerrar el libro, vuelvo a encontrar una historia que me hace sentir bien, ya que Emilio Lara ha sabido transmitir, tal y como afirmaba la cita inicial de Vargas Llosa, un sinfín de emociones y sentimientos, consiguiendo que sus personajes tengan calidez, humanidad y pasión, que sean impredecibles y que el lector pueda empatizar con ellos. Por todo lo expuesto, considero que el libro es muy recomendable.
————————
Autor: Emilio Lara. Título: Venus en el espejo. Editorial: Edhasa. Venta: Todostuslibros.
El argumento es poderoso y muy atrayente. La época muy interesante y reveladora del espíritu culto y la preparación de tantas mujeres que llegan ahora a nosotros para suscitar emoción y mucho interés.
Un artículo que no deja nada por decir, respetando siempre la obra y sin caer en spoiler.
Felicidades a Emilio Lara y Ramón Villa , que con su agil pluma hace que leamos muchos libros.
Gracias, Elvira, todo es el resultado de la magnífica novela de Emilio Lara.