La aparición de un nuevo título de la Biblioteca Castro es siempre una magnífica noticia para los amantes de la literatura. Y con la publicación de su Calderón esencial no solo estamos de enhorabuena los enamorados del teatro clásico, sino también cualquiera que sienta curiosidad por esta emocionante época de nuestra dramaturgia y que quiera acercarse a las obras de uno de nuestros escritores más atemporales: Calderón de la Barca, nombre esencial de nuestra literatura áurea y referente ineludible del teatro universal.
«DON LOPE
¿Sabéis que estáis obligado
a sufrir, por ser quien sois,
estas cargas?PEDRO CRESPO
Con mi hacienda,
pero con mi fama no;
al rey, la hacienda y la vida
se ha de dar; pero el honor
es patrimonio del alma,
y el alma solo es de Dios.»
Leído con la perspectiva del tiempo, este pasaje en el que Pedro Crespo, alcalde ajeno a la nobleza privilegiada de la que sí forma parte don Lope, reivindica su honor y su independencia resulta aún más impactante, especialmente si lo comparamos con el desenlace que ofrece Lope a esta misma situación. Mientras que Calderón otorga a Crespo el poder de actuar y castigar, sea cual sea su origen y clase social, Lope obliga a esperar a que el poder monárquico y, por tanto, la jerarquía social imperante opere en su lugar. La mirada de Calderón resulta mucho más transgresora que la del creador y precursor de la llamada «comedia nueva», la fórmula teatral con la que Lope revolucionó la escena teatral de los siglos de Oro y que Calderón supo llevar un paso más allá gracias a dos cualidades que se ponen de relieve en las ocho piezas que conforman este volumen.
La primera de ellas es su hondura filosófica y su capacidad para trascender la trama de sus piezas dotándolas de nuevos y apasionantes niveles de lectura. Este rasgo de su teatro ha favorecido que sus obras sean, a fecha de hoy, representadas en teatros de todo el mundo, no desde una perspectiva arqueológica, sino como un interrogante necesario que sigue cuestionando nuestra forma de ver, interpretar y concebir el mundo.
Ejemplos de esos dilemas irresueltos —y universales— son la dualidad entre realidad y ficción que persigue a Segismundo en La vida es sueño y que, con siglos de antelación, se anticipa a las dudas de Neo en Matrix o, en un plano menos pop, a las reflexiones de Schopenhauer y Unamuno, cuyo nivolesco Augusto Pérez tiene, por momentos, algo de Segismundo en el calabozo de su ficción. Igual que sucede con la reflexión sobre el libre albedrío, tan propia de su educación como de su siglo, y que encontramos tanto en la ya citada La vida es sueño como en El príncipe constante, donde se nos incomoda —justo lo que debe hacer siempre el buen teatro— al obligarnos a preguntarnos por los límites de nuestra capacidad de elección y de decisión.
Pero su capacidad de interpelarnos más allá de los giros argumentales de sus piezas —con los que demuestra, por cierto, una enorme pericia técnica— no se halla solo en sus dramas, sino que también está presente en comedias tan disfrutables y, por momentos, hilarantes como La dama duende o Casa con dos puertas mala es de guardar. En ellas quienes tienen que buscar modos de preservar y conquistar su libertad son sus personajes femeninos y, aunque quizá sería excesivo hablar de una mirada protofeminista, la lectura sosegada de estas ocho piezas sí puede ayudarnos a valorar la capacidad de Calderón para construir mujeres tan complejas, resolutivas y autosuficientes como Rosaura, en La vida es sueño, o doña Ángela, en La dama duende, una de sus protagonistas más libres, sobre la que gira la trama de una comedia construida como un impecable mecanismo de precisión donde el humor también cuestiona tanto nuestras supersticiones como las cadenas que nos convierten en «duendes» —fantasmas— y, en suma, esclavos de nuestra propia vida.
Por otro lado, el segundo rasgo que destaca en la escritura calderoniana y que resulta evidente en este volumen de la Biblioteca Castro es su capacidad para crear personajes complejos. Su construcción psicológica escapa casi siempre de los arquetipos propios de esa comedia nueva que bebe, a su vez, de referentes como los de la commedia dell’arte. Por supuesto que en las obras de Calderón también encontramos graciosos, y damas, y caballeros, y toda la galería de personajes propia de las llamadas «comedias de capa y espada», pero su reflexión sobre la naturaleza humana —no exenta de pesimismo barroco— lo lleva a profundizar en la humanidad de sus personajes, ofreciéndonos hombres y mujeres llenos de contradicciones y de sombras —de nuevo, el gusto por el claroscuro barroco—, individuos que buscan cómo confirmar la tesis del libre albedrío desde la práctica concreta y nada sencilla de esa libertad.
Ocho son las obras de Calderón que, en este volumen, nos permiten disfrutar del talento dramatúrgico de su autor: La cisma de Inglaterra, El príncipe constante, La dama duende, Casa con dos puertas mala es de guardar, La vida es sueño, El médico de su honra, El mágico prodigioso, El alcalde de Zalamea. Ocho títulos que son presentados, uno a uno, por Ignacio Amestoy en una introducción que nos ofrece las claves para disfrutar de cada una de estas obras e incluso nos aporta notas de literatura comparada que nos ayudarán a contextualizarlas y a comprender qué novedades presentan frente al teatro lopesco o cómo se relacionan con el de Shakespeare.
Una edición, en suma, que no solo cuida con exquisito esmero la fidelidad textual, sino que se plantea como una invitación a la lectura en la que la introducción cumple fielmente la máxima de docere et delectare, ilustrándonos al tiempo que se nos provoca interés por la lectura o, como dirían los lectores adolescentes, hype. Y es que resulta imposible releer a Calderón sin celebrar su modernidad. Porque todos esos neologismos que hoy aplicamos para hablar de la ficción audiovisual ya están en sus obras, tal y como sucede con los cliffhangers —o giros argumentales— que nos dejan sin respiración al final de cada una de las jornadas en que se estructuran sus piezas o el hype —expectación— que nos provocará la lectura de la siguiente obra después de haber acabado la anterior.
En definitiva, un volumen tan bien editado como apetecible para enamorarnos de nuevo del teatro calderoniano y preguntarnos si la vida es sueño o si el sueño es vida, pues lo único que sabemos, después de tanto tiempo, es que Segismundo tenía razón en eso de que «el mayor bien es pequeño, / que toda la vida es sueño / y los sueños, sueños son».
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Autor: Pedro Calderón de la Barca. Título: Calderón esencial. Editorial: Biblioteca Castro. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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