El periodista Quico Alsedo, veterano reportero de investigación de El Mundo con incursiones en la crítica musical, publica Algunos hombres buenos (La esfera de los libros), un ameno retrato del horror. En él compila la historia de hombres falsamente acusados por sus mujeres: hombres, en general, muertos en vida, sin sus hijos, acusados de pederastas o hundidos económicamente por los procesos judiciales.
*******
—¿Este es un libro contra las mujeres?
—Obviamente no es un libro contra las mujeres. ¿Cómo iba a ser un libro contra las mujeres? Un libro contra las mujeres no tiene ni futuro, ni pasado, ni presente. De hecho, es un libro muy a favor de las mujeres. Pero que haya mujeres deshonestas, que hagan lo que les sale de los huevos con sus hijos y que se aprovechen de la ley para dañar a los padres, perjudica a las mujeres que sufren en la violencia de género todos los días. ¿Y cómo las perjudica? Pues quitándoles socialmente credibilidad porque la sociedad, quieras que no, sabe que hay algunas que pueden actuar de manera deshonesta. El discurso oficial no sólo no lo asume, sino que lo niega tajantemente. A varias de esas mujeres que yo saco en el libro el sistema les ha perdonado lo que le han hecho a sus hijos y a sus exparejas. Entonces, obviamente no es un libro contra las mujeres, sino que es muy a favor de las mujeres, pero también a favor de los tíos.
—Sus hombres buenos, ¿cree que son el pago que tiene que hacer la sociedad para evitar la violencia machista?
—Obviamente hay un punto ahí de daño colateral que yo creo que se plantean cuando en 2004 se pergeña la ley de violencia de género: mueren muchas mujeres a manos de tíos, si desnivelamos, digamos, la balanza de la igualdad en favor de las mujeres en general pues quizá conseguiremos que eso no suceda tanto. Y si algunos de esos tíos no son culpables de nada y simplemente se ven alejados de sus hijos, condenados socialmente, etcétera, pues ellos son un mal menor. Y es un razonamiento muy, muy lógico. Siempre jode menos que te separen de tus hijos y te condenen socialmente que que te maten. Parece obvio. Si te apuñalan pues es mucho peor que te separen de tus hijos. Eso es verdad. Lo que pasa es que esta ley lleva ya mucho tiempo en funcionamiento, el libro no es contra la ley también quede claro, pero lo que sí está claro es que hay una situación social a la que no se da respuesta desde los poderes públicos, porque se niega sistemáticamente que eso suceda y además decirlo es Vox. O sea, si lo dices, eres facha necesariamente. Y entonces, como ya eres facha, no se te puede escuchar. La realidad es que no hay ningún abogado de familia en este país que no sepa que sucede constantemente. Esa es la cruda realidad y lo diga Vox, lo diga Podemos, lo diga quien sea.
—Usted está a favor de lo que que se conoce como discriminación positiva.
—Yo estoy a favor de la discriminación positiva en casos laborales, por ejemplo. Y en los casos de violencia de género también estoy a favor de la discriminación positiva. Creo que es necesario articular la ley de manera que se tenga en cuenta que las mujeres son más vulnerables que los tíos en un conflicto de pareja y que los tíos tenemos, efectivamente, la fuerza, por así decir, y la capacidad de hacerles daño. Yo soy muy partidario de la discriminación positiva: en los núcleos de poder, que se coloque mujeres de manera ahora artificial para que eso genere que las decisiones las tomen también mujeres y que en esa toma de decisiones intervengan ellas, que tienen una perspectiva, burdamente generalizando, diferente muchas veces a la de los tíos.
—El prólogo marca el tempo con una frase referida a estos hombres: «da igual lo que sean, sino lo que dicen que son».
—El juicio es sumarísimo. El libro para mí es un cruce entre Kafka, Barrio Sésamo, la crónica de sucesos y un poco de Shakespeare, porque es un drama absoluto lo que vive esta gente, pero un drama absurdo. La parte de barrio Sésamo son evidentemente esas simplificaciones sociales a las que estamos sometidos. Ahora en esta sociedad el eslogan mata los hechos, hace desaparecer realidades y permea de manera salvaje las cabezas de la gente, porque estamos sujetos a estos nuevos entornos digitales que no conocemos realmente, que no sabemos todavía a dónde van, etcétera. Entonces no importa lo que son estos hombres sino lo que dicen los demás que son. Pues es que hoy en día los fenómenos de opacar realidades sociales son súper efectivos, súper eficaces. Tú has escrito mucho sobre eso. Y en el caso de estos tíos pues les ha matado en vida. Algunos de ellos han perdido completamente sus hijos y otros los han recuperado pero después de estar muertos muchos años, prejuzgados… Hablo de tíos que estaban en un bar y de pronto aparecía un extraño y les gritaba «Pederasta. ¿Qué coño haces aquí con lo que le has hecho a tu hija?». Un tío que no le había hecho absolutamente nada a su hija, más que quererla.
—Después de vivir todo este suplicio, ¿estos hombres se acercan más a la ultraderecha, que cuando empezó este proceso?
—El libro no es en absoluto ideológico. La política asoma en pocos momentos del libro porque yo quería evitar a toda costa eso. La ideología me parece que es un negocio en sí mismo, tanto de un lado como del otro. Todo lo que toca hoy la ideología lo contamina, lo pervierte, lo machaca, lo hunde. Depende de los casos, todos obviamente se han acercado de alguna manera o han tenido la tentación de acercarse a esa ultraderecha porque han sido los únicos que les han prestado atención. Por ejemplo, Francesco Arcuri, la ex pareja de Juana Rivas, un tío de izquierdas, de izquierdas de verdad, no como la gente que piensa que él es un maltratador y que no sé qué. Francesco Arcuri cuenta cómo le llamó una persona de la cúpula de Vox para decirle «queremos contar contigo», etcétera. Y él, muy honesto, les dijo, «bueno, vale, pero yo con vosotros sólo tengo una cosa en común, que es precisamente lo que me ha afectado a mí en mi vida con mis hijos y con mi expareja. Pero no tengo nada más que ver con vosotros. Entonces, si queréis que yo participe en cualquier cosa, que sepáis que yo no tengo nada que ver con vosotros, excepto eso». Hay otra gente, por ejemplo, un compañero mío de trabajo que es uno de estos ocho hombres del libro, es un tío de izquierdas que siempre ha votado a la izquierda, las pocas veces que ha votado, y se encontró con que en determinado momento apareció en su vida Pablo Iglesias porque tuvo que hacerle un video en El Mundo. Entonces le estuvo comentando su caso a Pablo Iglesias y a una asesora que iba con él: «Oye, mira, yo tengo este problema. ¿Vosotros cómo os posicionáis con respecto a la custodia compartida, etcétera?». Pues esta asesora le dijo «nosotros no estamos en eso. Nosotros pensamos en la mujer, priorizamos a la mujer,…». Todos ellos saben que hay una dinámica de utilización política. Otro de los hombres fue asesor de Zapatero en su primer gobierno y en el segundo, trabajó en Moncloa. Del año 2004 al año 2011. Fue asesor de Miguel Sebastián, que primero fue jefe de la Oficina Económica del Gobierno y luego ministro. Carnet del PSOE, convencido de lo que es la violencia de género y de que en este país, entonces y ahora, muere una mujer a la semana o dos a manos de tíos que las matan. Eso hay que arreglarlo, obviamente. Y este tío decía «esto hay que arreglarlo». Bueno pues cinco años después de salir de Moncloa su mujer consiguió llevarse a los críos contra la prescripción del juez y en esa dinámica, en la que él batalló mucho por los críos, acabó perdiéndoles. Los críos ahora mismo viven en Mallorca y él vive aquí. Cuando él estuvo batallando y peleando fuertemente por los críos, este hombre no cambió de ideología: en absoluto se ha acercado a Vox. De hecho, uno de sus problemas para aparecer en el libro era: «¿Pero eso va a ser una cosa de Vox?». En absoluto. Pero esa tentación, claro, siempre está ahí y lo que revela es el gran fracaso de los partidos moderados en este país como para no ver una realidad que es palmaria. El PP y el PSOE no la han visto y no han querido meterse en ese charco.
—Una frase de una amiga de una de estas mujeres: «la condición de mujer maltratada se me hizo enorme, no fui capaz de ver otra cosa». Eso indica que la gente no es tan mala persona porque se opaca al ver estos casos, ¿qué se puede hacer contra esto y evitar los blancos y negros?
—Hay una reflexión muy de fondo que se puede hacer: hoy vivimos en una sociedad en la que la condición de víctima todo lo opaca, todo lo oculta. Queremos liberar a muchas víctimas históricas, a la mujer, a otros colectivos… La cuestión es hasta dónde llevamos eso. O sea, si eso da una carta de un salvoconducto para hacer absolutamente todo y para plantear absolutamente todo y hacer lo que se quiera. Hay una distorsión ahí muy potente de qué está bien y qué está mal, viviendo además una etapa de puritanismo muy evidente, que tú también has retratado sobradamente, en la que la hipocondría es una sensación central. «A ver si estoy yo siendo machista, a ver si estoy yo siendo tránsfobo, a ver si estoy yo…». La búsqueda de ese bien puro, absoluto, como han dicho millones de filósofos a lo largo de la historia, es algo irreal. O sea, en muchas ocasiones llegar al bien exige determinados males. En fin, es mucho más complejo que blanco o negro. Y de nuevo, Barrio Sésamo: es todo arriba, abajo. No, no, las cosas no son arriba o abajo.
—Un momento práctico de ese arriba o abajo. El momento en que a Juana Rivas, prófuga entonces de la justicia, en redes sociales mucha gente le ofrece su casa. ¿Eso qué hizo por el caso?
—Tendría que estar en la cabeza de esas personas. Lo que sí está claro es que luego es muy difícil a la gente devolverla o resituarla en otro lugar. Vivimos una época de opiniones fuertes. Además, el libro también creo que hace una reflexión, digamos, pasiva, si quieres, sobre los medios y los extremos. Sobre lo que supone la opinión fuerte, inamovible… Y lo que supone salir a la calle pensando que me puedo encontrar cosas y tengo que pensar qué son. Vivimos en los clichés, en los estereotipos. Ahora los estereotipos son una estructura tan potente que está contagiando y envenenando muchos otros debates sociales que son muy importantes. Me parece clarísimo que hemos vuelto a los 70 en muchas cosas. Los 80 lo que hicieron precisamente fue barrer toda aquella ideologización ridícula. Y nosotros crecimos con eso y creo que probablemente mucha gente de nuestra edad lo puede ver así. Y otra, pues no.
—Un personaje central, el Fú-Manchú del libro: María Sevilla.
—María Sevilla es un personaje increíble. Lo cuento en el libro: mi encuentro con María Sevilla en TVE fue increíble. Pocas semanas después de que la sacasen de una finca de Cuenca donde tenía a su hijo raptado desde hacía millones de años en paradero desconocido. Los policías tuvieron que utilizar tácticas como si fueran los GRAPO. La llevan a TVE detrás de un biombo y da lo mismo los argumentos que le sueltes, la tía sale por todas partes. Una tía que había hecho lo que había hecho, pocos meses después de ir al Congreso de los Diputados y a la Asamblea de Madrid, a vender su rollo y a decir que es que a su hijo habían abusado de él y que pobrecito y tal… El hijo que sale en el libro repudiando a su madre y diciendo «pero qué locura hizo mi madre conmigo». Y yo lo que me encuentro es una señora absolutamente retadora, que me mira sonriendo y me dice: «Tú eres el de El Mundo, ¿pero cómo es eso que cuentas?». ¡Venía como a jugar! Y yo digo, pero María, ¿tú qué has pasado todo esto? Y que tu hijo dices que ha sufrido abusos. ¿Cómo puedo yo estar viendo una persona aquí que viene conmigo a divertirse? Es increíble, como si estuviese en El Hormiguero. Los psicólogos lo que hacen es, al preguntar, buscan rasgos de que el lenguaje corporal, etcétera, se adapte al discurso. Y María Sevilla estaba completamente disociada, completamente. Seguía diciendo años después que su expareja continuaba abusando del crío, cuando el crío ya estaba perfectamente integrado en otra realidad. O sea, es un personaje oceánico. A mí me parece un personaje literario, que no es real, que es como si yo me lo hubiera inventado, pero realmente está ahí, tiene vida propia y existe.
—Aparte de esta personalidad delirante, estas mujeres comparten muchos rasgos psicológicos. Pero hay otra cosa que comparte más gente en el libro: la ideología new age. Están fascinados por las energías, la crianza en casa, el reiki… Una ideología de izquierda fofa que es profundamente individualista, de derechas, en consecuencia.
—Es una ensoñación, es fantasía: en el fondo es algo absolutamente humano, es soñar que somos otros, que las cosas no son como son sino como podemos imaginárnoslas, que no dejes de soñar jamás porque ese sueño se puede convertir en realidad… Muchas de estas mujeres, aunque es muy importante decir que el libro no va sobre las mujeres, tienen antecedentes de ese pensamiento diagonal, paralelo, es decir, zigzagueante. Son tumoraciones sociales que obviamente tienen que salir en un mundo que es el que vivimos ahora, un mundo de cambio acojonante, para el cual no tenemos herramientas en general y quienes pensamos que las tenemos seguro que no las tenemos tampoco. La vida nos va a poner en alguna situación en la que nos vamos a dar cuenta que no.
—Me acordaba de la frase clásica de Chesterton: «Cuando la gente deja de creer en Dios, cree en cosas peores».
—Efectivamente eso está de fondo. La necesidad de creer en algo está en el libro y está en los dilemas sociales de hoy. La necesidad de agarrarte a credos, a ideologías, ese pack ideológico. Me lo venden todo: ya sé qué pensar en esto, sé qué pensar en lo otro.
—¿Por qué María Sevilla se la coló a tantas mujeres, incluida a Irene Montero y a miembros de su partido, cuando es una estafadora de libro?
—Por un lado hay esa dinámica bélica de la que hablábamos antes de «para que dejen de morir mujeres, pues que se jodan un rato los hombres». Luego, por otro lado, creo que hay una ideologización muy fuerte que impide que algunos responsables políticos y algunas responsables políticas vean cosas que existen o quieran verlas. Te cuento: para hacer la promoción de este libro intento llevar el libro a los medios de izquierdas, así llamados. Entonces llamé a una persona que dirige ahora una web de izquierdas de las más importantes que existen en este país y que trabajó antes en El Mundo, con lo cual yo la conozco. Le dije «Mira, he sacado este libro. Sé que es un libro jodido que no tiene una cabida clara en tu medio. Pero yo intento que el libro no se me quede en el nicho de los convencidos, que van a ser tristemente en este rollo ideológico que tenemos montados, en la derecha. Entonces, intento romper esa barrera porque el libro no ha sido hecho con esa intención» y bla, bla, bla. Explicándome y de manera muy honesta. Pues lo que me encontré fue un discurso completamente ideológico que negaba absolutamente que lo que cuento en el libro existiera. Entonces yo le decía pero a ver, date cuenta de que si lo que cuento aquí no existe, me van a llover las querellas y las voy a palmar todas con toda la razón. Además, sé por mi práctica profesional que tú has visto, porque tú has sido jefa mía, que yo tengo conocimiento de lo que hablo porque llevo muchos años dedicado a esto. Pues su discurso era completamente ideológico. Es más, esta persona había conocido a uno de los ocho hombres de los que hablo, a este chaval de El Mundo, Daniel. Dije «pero a ver, pero si tú estabas ahí cuando a Dani le acusaron de todo esto y tú lo vivías». Pues su contestación fue algo parecido a «¿Pero tú sabes lo que le hizo a su hija?». Y yo le contesté que todo el mundo, no solo la justicia lo ha dicho, no solo se ha investigado sobradamente, no solo los psicólogos forenses, sino que además todos en el periódico sabemos lo que hay, porque hemos vivido con él toda esta mierda. ¿Cómo me puedes estar contando a mí esto? Es un caso de ideologización extrema y de no querer ver. Incluso le propuse «mira, me sacas y me lapidas, me tiras todos los cuchillos que puedas y yo ahí defiendo lo que pueda, pero por lo menos ayúdame a sacar esto de ahí, de ese gueto de derechas». Imposible, por supuesto.
—Dentro de que haya algunos hombres buenos o algunas mujeres malas, al final los grandes damnificados son los niños. ¿Qué va a ser de esos niños y niñas?
—Lo que te puedo decir de los niños de este libro es que todos se llevan dentro una pérdida salvaje de referentes. Unas fracturas enormes en su formación como personas. Creo que además el libro muestra cómo los niños que presuntamente están en el centro del debate realmente son a los que menos se atiende, a los que menos se presta atención. Porque el libro también retrata, creo de una manera muy clara, el individualismo, este narcisismo coñazo en el que vivimos y que lo impregna todo. Creo que son grandes víctimas de esto, estos críos. El único que sale retratado en el libro es el de María Sevilla porque ya tiene edad para consentir salir. Su caso retrata muy claramente lo que acabo de decir. Pero en el caso, por ejemplo, de Juana Rivas, los psicólogos forenses italianos asumen que el mayor de los críos ha sido triangulado por su madre en ese conflicto y que la madre lo ha ganado, por así decirlo, por pura defensa de él, de su madre y de la parte que cree débil en el conflicto. Pero no así el pequeño. El pequeño realmente está en otros parámetros con respecto al conflicto. Lo que muestra esto es que los críos de estas historias son extrapolables a muchos conflictos de pareja de este país, que se están produciendo en un momento de familia mercurial, líquida, de ruptura de la familia tradicional, como es obvio, pues son masacrados por estas situaciones.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: