Poco después de mudarse a su Beirut natal, Camille recibe una noticia: su padre se está muriendo de enfisema pulmonar. La enfermedad lo empuja a volver al sitio que más detesta en el mundo: Punta de Mata, un pueblo en el oriente de Venezuela al que sus padres emigraron huyendo de los estragos de la guerra civil del Líbano. En ese lugar, tiranizado por las inclemencias del sol y por el machismo como orden social, pronto aprendió que la violencia, solapada en la broma y en el chiste, atentaba contra su identidad.
En verano duele más es la historia de un hombre del que han abusado sistemáticamente en la infancia y adolescencia y que, rebajado en su propia estima, incapaz de suscitar amor ni respeto en sus semejantes, intenta sanar las heridas y saldar las cuentas del pasado a través del perdón.
Manuel Gerardo Sánchez escribe en Zenda acerca de su novela En verano duele más (Egales).
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Abuso. Enfermedad. Infancia queer. Fueron algunas de las ideas o formulaciones que me acompañaron durante cinco años en tanto registraba el testimonio de un hombre que, en la niñez y en buena parte de su adolescencia, fue víctima de agresiones físicas y sexuales por parte de familiares y amigos. Entre otras consecuencias contrajo un padecimiento tan silencioso como expansivo: virus de papiloma humano. Con el paso de los meses, el acopio de información cedía espacios a la reflexión filológica. Como relámpagos en una habitación oscura, algunos libros proyectaban haces de luz sobre los temas que me revelaba el quehacer periodístico: La enfermedad y sus metáforas de Susan Sontag, Viajes virales de Lina Meruane, Desgracia de Coetzee, Violación de Joyce Carol Oates, entre otros. Con ellos poco a poco se iba disipando la umbría. Sin embargo, otros interrogantes parpadeaban ante mí llenándome de incertidumbre y desorientación: ¿cómo vive un niño en una pequeña ciudad de un país subdesarrollado que lo escarnece y desprecia por ser homosexual, por no calzar la representación de hombre que entiende el lugar? Dicho de otra manera, ¿qué es ser hombre? ¿Qué constituye su masculinidad? Aunque podía recurrir a disertaciones filosóficas de Butler o Foucault, como performatividad y biopoder, lo cierto era que no calmaban la soledad que me producía el relato de mi entrevistado. De qué me servía repasar teóricamente «regímenes sexopolíticos», con sus invenciones de raza, sexualidad y género, por nombrar unas pocas, si S. (así llamaré a mi fuente) contabilizaba un gran número de heridas en esa suerte de inventario que era narrarme su existencia.
Después de obtener su permiso y de descartar la escritura de una semblanza o de una crónica, la ficción literaria despuntó como recurso —que no subterfugio— de superación. Lejos de suponer una cura del trauma —pretenderlo no sólo apocaría el sufrimiento ajeno sino que también lo envolvería de banalidad—, la decisión de novelar el testimonio de S. abría una oportunidad para reconciliar su pasado con el presente. Y si algo me dejó claro, en la medida en que él me confiaba sus vivencias y las describía con prodigalidad de detalles, era su propósito de no regodearse en el sufrimiento; me contaba no porque se tratara de él sino de otros muchos que eran como él y porque el dolor, así me aseguró alguna vez, «ya no era un lugar de enunciación». Sí, quiero pensar que En verano duele más, mi nueva novela publicada por Editorial Egales, tiende puentes con el perdón y pone fin al daño para despejar caminos fértiles de posibilidades, de inicios.
Camille, el personaje principal de En verano duele más, acaso el alter ego de S., redacta una larga carta para explicarse por qué, después de haber huido de sus cotidianidades, de haber roto el nudo que lo encadenaba al acoso de sus parientes y vecinos, vuelve al sitio donde se origina su tormento: Punta de Mata. Una localidad en el oriente de Venezuela bendecida por un eterno verano cuya comunidad lo discrimina por ser afeminado y por mostrar su libido, una que contradice a su entorno. Su regreso coincide no sólo con el debilitamiento de su padre, recluido en un hospital por un enfisema pulmonar, sino también con el diagnóstico de VPH que acentúa su diferencia. Al igual que S., Camille sabe que hay una parte de su cuerpo que refuta concepciones de género, que desafía el binarismo y los discursos dominantes, que resquebraja sistemas de control por su morfología ambigua considerada cloaca o sentina. Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo suscriben que el ano es el primer órgano privatizado. En cambio, Camille lo pavonea, lo exhibe, lo ventila con orgullo. De hecho, rumia un elogio porque gracias a él suelta prejuicios y consigue complacencia. Pronto identifica que es su fuente de placer, pero también la razón que lo convierte en rara avis, en mal, porque cuando alguien deserta las prácticas que le impone la sociedad, las oficialmente autorizadas como masculinas o femeninas, se acerca sin cortapisas a la patología.
Entre una y otra confesión, S. distinguió diversas contradicciones que generaba esa patologización. La más destacable de ellas fue el atractivo que provocaba entre sus semejantes. Una suerte de embeleso o de efecto erótico que no se mencionaba en público. Con el tiempo, su anatomía, su identidad y sus pasiones atentaban contra la dictadura de la norma, mostrando las hendiduras por las que se colaban la duda y la transgresión. Así fueron apareciendo los verdugos que, bajo el sol tropical de Punta de Mata, acataban las reglas de la mentalidad heterosexual, pero en el anonimato se desembarazaban de prohibiciones para desatar el deseo oprimido y verter toda la furia, toda la frustración del alma sobre el cuerpo frágil de S. Enzarzándolo, a muy temprana edad, en un bucle de manipulación: sexo a cambio de silencio. Con tan sólo siete años S. se sintió acorralado, sin escapatoria, sin la protección de los adultos que lo tutelaban. ¿Cómo crece el niño marica entre aquellos que lo condenan y rebajan? En soledad y sin una referencia por donde alzar un mundo que lo acobije, que lo cuide, que lo acepte sin hostilidades.
Durante más de cinco años esta historia me persiguió, el coro de voces que la componen me susurraba al oído sin tregua, un recordatorio insistente que me obligaba a buscar un poco sosiego, de libertad. ¿A quién liberaba con la publicación de En verano duele más? ¿A S. a Camille, a mí?
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Autor: Manuel Gerardo Sánchez. Título: En verano duele más. Editorial: Egales. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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duro