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Murakami sin ficción

Murakami sin ficción

El autor japonés menos nipón y más conocido en todo el mundo ha logrado el Premio Princesa de Asturias de las Letras con ruido de fondo, como diría Gistau. Venga, a posicionarse ya sobre Haruki Murakami: ¿en contra o a favor? ¿Es un maestro o un fraude? No parece haber términos medios. Alberto Olmos conoce muy bien su obra, “gran escritor, gran trabajador” (El Confidencial). Vicente Luis Mora no entiende al jurado: “Cada vez más comercialidad y menos literatura, en todas partes, al mismo tiempo”, escribió en su perfil de Facebook. Lara Hermoso entró en Culturas 2 de TVE despotricando contra el —todavía— aspirante a Nobel de Literatura.

A Murakami se le valora —o se le odia— ante todo por sus novelas y cuentos. Por ser un autor que crea personajes envueltos en una atmósfera de misterio, perdidos en clubes de jazz y en medio de un cosmopolitismo —¿falso, de cartón piedra o bien turbocontemporáneo e hijo de su tiempo?— con obras localizadas en Tokio o Kioto… aunque no vemos ni templos sintoístas ni cualquier remoto pasado del Japón clásico.

"En las literaturas lejanas, como la japonesa, aunque ya muy traducidas al español y con tantos adeptos, resulta difícil para un lector inicial discernir lo literario, lo culto, lo elevado de lo comercial"

Podemos encontrarnos ante un autor que no tiene nada que ver con el arte, pero ¿y si a partir de Tokio Blues o Kafka en la orilla hay lectores que han accedido al universo de Mishima, Kawabata o Soseki? ¿Y por qué no en Yoko Ogawa, Banana Yoshimoto o en Kenzaburo Oé, la conciencia de Japón?

En las literaturas lejanas, como la japonesa, aunque ya muy traducidas al español y con tantos adeptos, resulta difícil para un lector inicial discernir lo literario, lo culto, lo elevado de lo comercial, lo que carece de ambición estilística de una historia plana, de tópicos y estereotipos.

Ese lector en principio despistado se va cultivando, se deja asesorar por una amistad, una pareja o un programa de radio, por un librero de confianza que le guía o por los comentarios en Goodreads o Amazon, que todo vale al final para que las lecturas conformen un equipaje vital, indispensable.

"Si hay una obra donde Murakami deja que hablen otros, que las voces sean las de seres humanos que han sufrido algo inexplicable, esa es sin duda Underground"

Yo fui uno de esos devoradores sin red, ni jerarquía, de literatura japonesa. Leía cosas que no entendía muy bien —también por culpa de las malas traducciones que hasta dos décadas casi nunca procedían del original, sino del francés o del inglés—, pero exploraba nuevas lecturas sin parar hasta descubrir, en medio de alguna mediocridad, libros nipones que me cambiaron: Lo bello y lo triste, La historia de Genji, Cuadernos de Hiroshima. Y ahora es extraño que en la mesita de noche no haya alguna lectura relacionada con Japón.

Murakami no es, ni de lejos, uno de mis autores favoritos en creación literaria, pero sí valoro mucho las obras en las que recoge testimonios de otros, donde describe cuál es su método, como su receta diaria al escribir novelas largas: 400 ideogramas por página y su obsesión por la reescritura. Aquí ya glosé Primera persona del singular, un Murakami para principiantes, que engloba un compendio de sus mundos, de sus pasiones. Para ahondar más, recomiendo también El Japón de Murakami, del japonólogo Carlos Rubio.

Y si hay una obra donde Murakami deja que hablen otros, que las voces sean las de seres humanos que han sufrido algo inexplicable, esa es sin duda Underground, publicada en Tusquets en 2014 (en 1997 en japonés). Conversa con las víctimas de los atentados con gas sarín en el Metro de Tokio del 20 de marzo de 1995.

Lunes. Una mañana agradable y despejada de principios de primavera. El viento aún es fresco y la gente sale a la calle con abrigo. Ayer fue domingo. Mañana se celebra el equinoccio de la primavera, es decir, es un día laborable en mitad de un puente. A mucha gente le hubiera gustado tomárselo libre, pero por desgracia sus circunstancias se lo han impedido.

Así que usted se ha despertado a la misma hora de siempre, se ha lavado la cara, ha desayunado se ha vestido y se dirige a la estación del metro. Se sube a un tren lleno, como de costumbre; se dirige a su puesto de trabajo. Una mañana como muchas otras. Nada especial. Uno de esos días imposibles de diferenciar en el transcurso de una vida, calcado a muchos otros, hasta que cinco hombres clavan la punta afilada de sus paraguas en unos paquetes de plástico que contienen un líquido extraño…

Murakami se entrevista con los supervivientes, escucha, pone nombre y apellidos a personas que no conocíamos, que no conoceríamos sin este libro. Hay rostros, un pasado, un trabajo, una familia. No son figurantes; los medios de comunicación japoneses los deshumanizaban y se referían a ellos como “transeúnte A” o “transeúnte B”. El autor expone las secuelas, se interesa por el detalle y se detiene en las conversaciones. Tras la transcripción, sus testimonios quedan recogidos en primera persona.

Este para mí es el mejor Murakami. Un Murakami sin ficción.

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Jari
Jari
1 año hace

Uno de los mejores escritores contemporáneos. Criticado por los «expertos» como en su día lo fueron la generacion Beat. Ni caso. Adentraros en su obra y no os dejéis influenciar por los dueños del relato que no gustan de nada revolucionario o moderno

Última edición 1 año hace por Jari