Aprovechando su visita a España, donde ha participado en un acto de homenaje a su abuela Astrid Lindgren, autora de Pippi Calzaslargas, hemos conversado con Annika Lindgren, quien es miembro de The Astrid Lindgren Company y del jurado del Premio ALMA (Astrid Lindgren Memorial Award), uno de los más prestigiosos del mundo en el panorama de la literatura infantil.
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—En la fotografía que ilustra la invitación al acto organizado en la embajada de Suecia por la editorial Kókinos, usted aparece junto a su abuela Astrid, leyendo juntas. ¿Cómo recuerda esos momentos, qué leía y cómo leía con su abuela?
—Cuando yo era pequeña me leyó La princesita y Mujercitas. Luego me leyó los manuscritos de sus libros, por supuesto. Tengo preciosos recuerdos de aquello. Me escuchaba como si yo fuera una adulta. Yo no estaba acostumbrada a esa atención por parte de los mayores. Ella consultaba a los niños.
—Para el público español, Astrid Lindgren es, sobre todo, la “autora de Pippi”, pero gran parte de su obra sigue siendo bastante desconocida. En los últimos años, gracias a una meritoria labor de recuperación editorial se han publicado algunos de sus muchos títulos. En concreto, recientemente han sido reeditada novelas como Ronia. La hija del bandolero, Karlsson en el tejado o Las travesuras de Emil. ¿Qué puede contarnos de estos personajes literarios tan poderosos y distintos entre sí?
—Es una buena pregunta. Escribió Ronia porque ya no podía ir al bosque y estar en la naturaleza, lo añoraba. Por eso escribió Ronia. Karlsson surgió cuando observaba los tejados de la zona de Estocolmo donde vivía. Empezó siendo un cuento bastante diferente al actual Karlsson, pero luego el personaje cambió y se convirtió en quien ahora es. El cuento todavía no se ha publicado en España. Emil nació de los recuerdos de infancia de su padre y de viejas historias del campo suecas. Lo que está presente en todos ellos es la perspectiva del niño. Ella escribía para su niña interior.
—Su abuela escribió libros que, por su valor, pueden ser disfrutados por lectores de todas las edades, desde los niños hasta los ancianos. Además de esto, sus obras se dirigen a todo el espectro de la infancia, desde los primeros lectores a los adolescentes (pienso en novelas como Los hermanos Corazón de León o como Mío, mi querido Mío). ¿Podría leerse el conjunto de su obra, de alguna manera, como una “educación en curso” del acto de crecer y vivir?
—Astrid Lindgren dejó que esto lo analizaran otros. Ella nunca hacía este tipo de reflexiones sobre su obra. Escribía para entretenerse a sí misma y a los lectores.
—¿Qué lugar ocupaba la risa en la vida de su abuela? El humor brilla siempre en sus páginas.
—¡Es verdad! Me alegra que diga esto. El humor era importante para ella. Podía reírse con sus propios textos. Cuando ya era muy mayor y no podía leer, me pedía que le leyera sus libros y se reía con las palabras que ella misma había escrito.
—Hay una imagen que, en diferentes modos y tonos, aparece mucho en los libros de Astrid Lindgren: me refiero al reto de enfrentarse voluntariamente al abismo (escalar, saltar por encima de una grieta, andar por los tejados) para educarse en el valor, para vencer el miedo. ¿Es algo, a su juicio, que define su forma de entender cómo debe andarse por la vida?
—Es una idea interesante. Creo que ella jugaba a esto cuando era una niña y, como era divertido, siguió trepando a los árboles hasta que fue una anciana.
—¿Qué le gustaba leer a Astrid Lindgren, qué obras o autores admiraba?
—Varios autores. Leía mucho. Sus estanterías estaban repletas de libros de todo tipo y eso que no conservaba todos los que leía. Hablaba de algunos como Hambre, de Knut Hamsun, o Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque.
—Usted es una figura destacada de The Astrid Lindgren Company y participa en el comité encargado de conceder el prestigioso premio ALMA, conoce muy bien la literatura infantil contemporánea. ¿Qué nos enseña la literatura infantil a los humanos, qué dice de nosotros su existencia?
—Citaré a Astrid Lindgren, en su discurso de recepción del Premio Hans Christian Andersen, en 1958: “Todo lo grande que ha ocurrido alguna vez en el mundo ocurrió antes en la imaginación de alguien”.
—Estoy hablando con una nieta y con su abuela, que sobrevuela nuestra conversación. De ahí que me venga a la cabeza Tove Jansson, creadora de los Mumin y autora de esa maravilla que es El libro del verano. Me consta que su abuela y ella tuvieron una buena relación, hay fotos en las que aparecen juntas, abrazadas y risueñas. ¿Cómo era el vínculo de Astrid Lindgren con artistas coetáneos, con escritores e ilustradores como Tove Jansson, con las personas que colaboraron en la ilustración de sus obras, con otros compañeros de profesión?
—Astrid Lindgren fue editora desde 1946 hasta 1970. De hecho, era editora ejecutiva del departamento de libros infantiles de la editorial sueca Rabén & Sjögren, donde se publicaban sus propios libros. Era muy buena editora para sus autores, descubrió a grandes talentos suecos y les ayudó a consolidarse. Fue ella quien sugirió a Tove Jansson que ilustrara la edición sueca de El Hobbit, y Tove lo hizo. Publicó una gran variedad de autores suecos y extranjeros. Sus colegas eran tanto los autores como los editores.
—Para terminar, ¿qué le diría al público español que todavía no conoce a Astrid Lindgren o tiene una idea incompleta de ella?
—Creo que todos los niños pueden encontrar un libro de Astrid Lindgren con el que disfrutar e identificarse. La perspectiva infantil está presente en todas sus obras y esa perspectiva sigue vigente. Padres, leed a vuestros hijos y con vuestros hijos. La lectura era importante para Astrid Lindgren, y el mayor regalo que ella quería ofrecer a todos los niños del mundo. Permítame que la cite de nuevo: “una infancia sin libros… eso no es una infancia. Sería como quedarse a las puertas del lugar encantado donde es posible entrar y encontrar la alegría más extraña”.
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