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Extraños en la ciudad sin Expo

Extraños en la ciudad sin Expo

David Trueba tituló con maestría: Saber perder. Málaga ha perdido y ahora le toca aprender de la derrota tras la victoria de Belgrado como sede de la Expo 2027. Lidia Bravo y Vicky Molina han editado en el Ateneo de Málaga un exquisito volumen con textos de 115 autores que reflexionan sobre una urbe que se transforma desde muchos puntos de vista: también el cultural. Se llama Derivas: Extravíos en la ciudad del paraíso y allí publico este texto que comparto con los lectores de Zenda:

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No conocemos suficiente la ciudad. Nos limitamos a nuestro barrio y al centro. De vez en cuando hacemos una excursión a una zona de la que ignoramos todo. Caminamos por calles de nombres remotos, no nos suena nada de lo que pasa ni pasó allí, ni los personajes que la han poblado. He conocido a residentes que viven al norte de La Rosaleda que no saben dónde queda Guadalmar. Pedregalejo no se comunica con Las Delicias. Huelin y Las Flores son recónditas entre sí. El Guadalmedina nos separa como un muro.

Hay que caminar por paisajes nada frecuentados o acaso perdidos en el fondo de la retina de la memoria. Es tiempo de perderse, de ir sin rumbo fijo, de montarte en la línea 3 de la EMT que atraviesa la ciudad desde Puerta Blanca a playa Virginia. O más allá, desde Sacaba o incluso al límite, al lado del Parador de Golf, o en el extremo de Puerto de la Torre o Campanillas, y llegar hasta más allá de La Araña y la fábrica de cemento.

"Málaga se presenta a nuestros propios ojos como una visión general ajena, solo estimulada por lo más cercano"

Sabemos más de Madrid o Nueva York que del barrio ese humilde o de ricos del que solo hemos oído hablar por los periódicos. No, allí no vayas, que solo hay estirados y te cobran por respirar. Cuidado si vas allá, que está repleto de gente chunga y lo mismo no sales vivo. Prejuicios, apriorismos y falta de empatía con el otro. Hay que conocer al diferente, al habitante de nuestra ciudad al que no parece importarnos qué vida tiene, cuáles son sus estímulos, sus ambiciones, sus fracasos, sus rutinas, sus ilusiones.

Málaga, mil urbes en una, un caleidoscopio que nos observa atento. Málaga se presenta a nuestros propios ojos como una visión general ajena, solo estimulada por lo más cercano, por lo que recordamos jugando en aquella calle de barrio sin asfaltar, sin luz eléctrica fuera de casa, una ciudad que aspiraba a ser de primera categoría, que soñaba con ser de las grandes.

"Málaga como continente propio, un universo que se recrea en la vida y que está aquí al lado para que lo podamos disfrutar, llorar a veces, y sentir que la ciudad es más nuestra"

Ahora no sé si lo hemos conseguido. Y, si lo hemos logrado, si el éxito apareció, quizá sea a costa de destruir parte de nuestro pasado. El futuro ya llegó y ni lo sabemos, o no queremos darnos cuenta. Solo hay que aspirar a detenerse un momento, merodear sin saber dónde quieres ir por esa esquina por la que hemos pasado un millón de veces y ni hemos mirado hacia arriba. Visitar ese colmado de vivienda VPO, la arboleda de la zona residencial que nos enseña el mar, ver a chaveas jugando al futbolín o al billar en los recreativos que ya no existen, esa pareja que pasea su primer amor con toda la tarde por delante.

Málaga como continente propio, un universo que se recrea en la vida y que está aquí al lado para que lo podamos disfrutar, llorar a veces, y sentir que la ciudad es más nuestra. Porque lo más diferente, lo que más nos puede enseñar, puede estar apenas a un par de kilómetros, de paradas de autobús o metro. Somos extraños en la ciudad.

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